Casi 500 km separan Jaén de Carpesa (1.200 habitantes) para que dos mujeres se hagan un selfie con la falla. Por la tarde irán a València, pero ahora disfrutan del pequeño monumento literalmente a tiro de piedra de la huerta que ha destacado por su originalidad. Se quedan en casa de una conocida, si no, no lo habrían visto.
La imagen no tiene nada que ver con el reventón de gente de estos días en la capital del Turia. Una niña y sus padres tiran petardos en la plaza y la camarera del bar sirve cerveza a tres mesas contadas. En una, Chelo Morales y Pedro Soriano cuentan que la fiesta está de caída; "aquí no tenemos casi niños".
Los pocos que hay son de otras fallas porque en Carpesa no hay colegio. "Se van a estudiar fuera y hacen amiguitos en otros pueblos. Así que los pocos que viven aquí son de las comisiones de las pedanías cercanas y no se apuntan a esta". Y así la despoblación está apagando una falla.
Siguiendo hacia el sur por una carretera entre naranjos está Benimamet, donde la falla Plaza de la Tienda se ha montado un tetris a gran escala. Se ubica en el sitio que le da nombre, una plaza con una carpa fallera, una discomóvil y el propio monumento. Todo el espacio aprovechado al máximo porque no hay mucho sitio para la comisión de 400 falleros y los músicos que animan el pasacalles.
"Cabemos justos, pero la plaza es la plaza y queremos hacer la fiesta aquí", cuenta Javier Fernández, el presidente de la falla que atiende al periodista después de lavar los cacharros de la comida. La falla tiene 48 años, y él lleva 35 de presidente. Empecé con 26 y ahora tengo 61, explica el incombustible fallero.
Tras tanto tiempo la falla nunca había estado mejor, "creo que jamás hemos tenido tantos falleros y falleras", cuenta. Suerte, matiza, que tienen un casal grande. La pedanía de València tiene casi 15.000 habitantes y cinco fallas. Esta se sitúa en el casco antiguo. El pasacalles es tan nutrido que dura casi media hora cuando se le une una falla de Beniferri.
Cuando uno está en su pueblo está en su casa. "Tenemos esa tranquilidad, no pasa nada si cortamos muchas calles, casi no hay coches y conoces a todo el mundo e invitas a los vecinos a pasarse a comer o beber. La vida en la calle es muchísimo más rica que la de una comisión que esté en pleno centro de la ciudad. No paramos de tirar tracas, mascletás, hacemos pasacalles, muchas comidas... No es lo mismo que en una falla en plena ciudad", explica.
Pero no todo es bueno. Hay pros y contras. "Nosotros tenemos mucha menos caja que una falla céntrica. Una marca de cerveza siempre va a poner las vallas o los carteles para patrocinar a la falla que está en la calle San Vicente de València, aquí no van a venir porque no viene tanta gente", explica.
Aunque con menos dinero, las fallas se viven igual, o más intensamente, en estos lugares. El truco, cuenta Fernández, es tener un buen equipo. "Es cierto que yo organizo las fallas, pero las semanas previas, por mi trabajo, no puedo estar tan implicado y tengo muchísimas personas que me ayudan y hacen que todo sea fácil, sin ellos no llevaría tanto de presidente", cuenta.
El boom inmobiliario que alumbró la comisión más grande de todas
Castellar - Oliveral tiene unos 6.800 habitantes y 1.800 falleros. La falla l'Oliveral tiene la comisión más grande que existe, con mil personas, mientras que la falla Plaza Virgen de Lepanto asciende a casi los 800. El monumento de esta está a escasos 20 metros de un campo de lechugas y otro de naranjos, solo con cruzar una carretera.
Al otro lado, la calle está tomada por cientos de falleros que llegan en pequeños grupos. Uno trae una tabla y caballetes, otro la paella y una garrafa de agua, y el resto van acercando los ingredientes para ponerse a comer. Óscar Gimeno, fallero de Plaza Virgen de Lepanto, explica que este 'boom' fallero tiene sus raíces en otro 'boom', el inmobiliario.
"Muchísimos jóvenes emigraron de la ciudad y compraron vivienda aquí, o se metieron en un piso de las nuevas urbanizaciones. Ahora la enorme mayoría sigue siendo de las fallas y queda cuerda para rato porque también han metido a sus hijos", cuenta Gimeno.
En la otra punta del pueblo han colocado una carpa en un descampado que parece la de un festival de música. Dentro hay mil falleros disfrutando de la comida al lado del monumento. "Nosotros vamos a la ofrenda y otros actos a València ¿Sabes cuántos autobuses salieron ayer de aquí? 24", explica Amadeo Pollo, "el Forner" de Castellar-Oliveral. Añade que el viernes por la tarde el pequeño puesto de buñuelos que corona la plaza no dio basto a repartir "buñuelos a gogó" durante horas a las más de mil personas que disfrutaban de la fiesta. "Y un chupito de Mistela gratis solo por venir, eso es cortesía de la falla y no sé si lo tienen muchas", añade el forner.
Playbacks, 'Germanor' y excursiones en bicicleta
Las comisiones de Castellar-Oliveral vienen de estar años enfrentadas, pero esa rivalidad se ha calmado para dar paso a la 'germanor'. Ahora todos los años hacen una "picaeta". "La falla de Castellar espera a la de Oliveral, cuando esta llega se mezclan las dos comisiones y hacen un pasacalles conjuntos hasta llegar a la falla de Oliveral y allí estos les invitan a un picoteo. Y al año que viene es al revés", cuenta Verónica Medina, fallera.
Detrás de estas dos fallas mastodónticas hay muchísima organización y una enorme pasión por las fallas. "Tenemos a muchas personas que curran un montón y de manera voluntaria y falleros desde hace más de 40 años", explica Medina. Para que todo sea manejable intentan funcionar en pequeños grupos. "Hoy por ejemplo cada uno se ha traído su mesa y su paella", añade.
Pero vivir las fallas en estas localidades no se reduce a las dos primeras semanas de marzo. Es muchísimo más. "Durante el año preparamos actuaciones, hacemos playbacks infantiles y de la comisión mayor, desde la cridá todos los domingos se come en la falla y durante el año todos los viernes cenamos todos en la falla. Para los más pequeños también preparamos excursiones a Pinedo y al Saler, salidas en bicicleta...", asegura Gimeno.