Las Fallas empiezan 2025 con un récord "increíble" de falleros

El número de personas apuntadas a las comisiones sube casi un 8 por ciento, especialmente entre los adultos, y evidencia el gigantismo de la fiesta

Concentración de falleros ante la Crida

Concentración de falleros ante la Crida / Fernando Bustamante

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

Si las Fallas fueran una ciudad, ya habrían entrado en el top 60 de entre todos los municipios de España. Habrían superado a Jaén, Cádiz. Girona, Orense o Santiago de Compostela. Ya serían «ciudad grande». Y si los municipios crecen o disminuyen su población siempre, pero de forma sutil, los «empadronados» al municipio fallero continúan en una curva ascendente que se antoja espectacular, cuando no imparable. Con las ventajas, pero también los riesgos, que esto supone.

Es el dato más importante que se extrae del censo fallero cuando finaliza el año. En total, el número de personas apuntadas es de 114.722 personas a 31 de diciembre.Se trata de una cifra récord absoluto y, lo que es más importante, supone casi un 8 por ciento de aumento respecto a las mismas cifras del pasado año, en el que el contador se «paró» en 106.451 falleras y falleros.

Estas cifras tienen sus notas al margen. Efectivamente, se trata de un reflejo bastante fiel del número de personas adscritas a la fiesta. Pero a estos datos habría que aplicarles algunas purgas, como la falta de actualización de algunos censos, incluyendo la no eliminación de bajas (voluntarias o de personas fallecidas), que no todas las comisiones lo hacen inmediatamente. En cualquiera de los casos, son vicios adquiridos y arrastrados en el tiempo, que tampoco supondrían variaciones excesivas.

Sin el "dopaje" de la Ofrenda

Sí que se apela a la cifra de final de año para evitar el aumento que se produce en el tramo final del ejercicio, entre los que se incorporan para participar en la Ofrenda. Un «inflado» que no correspondería con la realidad. De hecho, la JCF establece un plazo a partir del cual ya no se puede censar más.

Estas cifras ya aumentan el número de participantes de la pasada Ofrenda, que se cifró -también con sus inexactitudes- en 110.289 personas, aunque ahí habría que excluir a los músicos, que no forman parte del censo. 

Siempre subía, pero no tanto

Si la cifra absoluta es relevante, no menos lo es el aumento respecto al año pasado. Hay que recordar, en ese sentido, que el aumento del censo es una constante en los años postpandemia. Tanto como la propia afluencia a la fiesta.

Es un fenómeno que salta a la vista porque nunca se había entrado en el debate con tanta intensidad. Se justifica como «ganas de vivir», pero podría tener cualquier otra acepción. Lo ha sido con el número de visitantes en fiestas -que ha llegado a límites que cuestionan hasta la viabilidad del espacio urbano-, lo ha sido la afluencia a la Ofrenda, el buen momento del mundo de la indumentaria y, por supuesto, las propias cifras del censo. Si nos remontamos a antes de 2020, la ciudadanía fallera parecía haber llegado a su particular límite, bordeando la barrera de las cien mil personas. Unos años más, unos años menos, pero con diferencias sutiles. Ni siquiera la creación de nuevas comisiones suponía un aumento exponencial. Teniendo en cuenta que gran parte de los falleros de esas nuevas comisiones ya lo eran con anterioridad.

El "erte" fallero en pandemia

La pandemia provocó un descenso notable en el número de falleros, que sufrieron su particular ERTE. A pesar de que los gastos disminuyeron drásticamente (durante más de un año se limitó a los gastos fijos de los bienes inmuebles y a garantizar el gasto en los monumentos, incentivado por la ayuda municipal) y a pesar de que muchas comisiones establecieron medidas como la congelación, disminución y hasta suspensión de cuotas, la coyuntura económica propició una notable cantidad de bajas. Se descendió hasta cifras sobre los 88.000 censados.

Los datos

Los datos / RLV

Rebote espectacular

Con la recuperación de la fiesta a partir de anunciarse las Fallas de Septiembre de 2021, la dinámica se revertió. Pero no en clave de recuperar lo perdido, sino de rebasar todos los límites conocidos.Tanto es así, que la JCF ya anunció el 1 de marzo de 2023 un censo de 103.000 personas. Una cantidad sobredimensionada por el mencionado «efecto Ofrenda», pero que era ya indicativa de altas masivas. Hace ahora doce meses, el número de censados a inicio de año -sin ese «dopaje» de la Ofrenda- se alcanzaron los 106.451 falleros. Y ahora sube a ocho mil más.

Sobre todo, falleras adultas

Las cifras de 1 de enero de 2025 señalan que hay 38.607 hombres, 50.438 mujeres, 12.033 niños y 13.644 niñas. Los cuatro segmentos de edad suben respecto a hace doce meses, pero es en el de las fallaras adultas donde más se nota: se lleva la mitad del aumento. Que son, por una parte, las que suben de la comisión infantil más las falleras nuevas. Pero hay datos que hay que tener en cuenta para el futuro: el censo infantil se ralentiza.

Entre niños y niñas se pasa de 24.484 a 25.677. Es decir, poco más de mil niños más. Son el saldo entre los niños que se incorporan -por apuntarse a la falla para probar una nueva experiencia o por nacimiento- menos los que se borran y los que pasan a la comisión adulta.

El descenso de la natalidad, junto con la existencia de toda suerte de alternativas extraescolares son datos a vigilar ante la posibilidad de que el número de niños -el vivero que garantiza la continuidad de la fiesta- pueda verse ralentizado en los próximos años.

Fallas con listas cerradas

Este crecimiento tiene también su reto de viabilidad: no todas las comisiones están preparadas para asumir grandes censos y ni siquiera quieren tenerlo. De hecho, no son pocas las que están en situación de «censo cerrado» para garantizar su propia sostenibilidad. Lo que resulta indudable es que las Fallas están ganando adeptos. Las causas entran dentro de lo sociológico y más allá de esas «ganas de vivir» podrían aducirse factores como su propia oferta -dentro del eterno debate entre falla y fiesta-, las regulaciones municipales que, aunque no gusten a un sector de la fiesta, sí que la han domesticado y las han hecho más «amables» cara al gran público, o la propia imagen de colectivo como solidario hasta límites extremos, factores todos ellos que han tendido a suavizar el concepto que se tiene de un colectivo que, por sus características, no siempre es fácil que invite a darse a conocer.

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