Una exaltación de solidaridad y felicidad

La exaltación de Lucía García concluye apelando a València como «faro de humanidad» en el día grande de las falleras infantiles, de quienes también se destaca su actitud ante los días más difíciles de la riada

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

A los niños también hay que darles de vez en cuando un baño de realidad. Y aunque Lucía García y la corte infantillo supieron de primera mano porque, a poco de salir elegidas, les cerraron la agenda durante más de un mes, tanto ellas como el resto de niños, falleras mayores y presidentes infantiles deben saber que el año que tuvieron un año fallero especial pasaron cosas y no agradables cerca de su ciudad. En eso insistió también la mantenedora, Hortensia Maeso, contándoles cómo su taller de costura fue inundado por el lodo y cómo, con la inspiración del volver a empezar de las Fallas, decidió volver a armarse de paciencia y aguja.

«Pero aquí estamos, demostrando que lo que define a un pueblo no es lo que le sucede, sino cómo se levanta tras caer. Cada lata de alimento entregada, cada pieza de ropa donada, cada manta ofrecida para abrigar a quien lo necesitaba y cada montón de barro retirado con manos falleras, han sido testimonio de la grandeza de esta fiesta».

A partir de ahí, el momento de jugar con las niñas. A una metáfora de convertirlas en una nueva colección basada en los colores que lucían por primera vez en los tronos. Junto con un guiño a cada comisión. Y a Lucía, que estrenaba el espolín que evoca felicidad sin límites. «Cuando pasen los años y mires atrás, estoy segura que lo que más recordarás no serán los actos ni los aplausos, sino esos momentos únicos con tu Corte de Honor: las risas, los abrazos y esa complicidad que os hace especiales. Cuando veas tu foto en el Salón de Falleras Mayores de Valencia, no solo contemplarás tu nombre grabado, sino todo lo que representas: los sueños cumplidos, la magia de la infancia y la grandeza de nuestras Fallas».

Ilusión, camino y esperanza

Mensajes para recordar el año más difícil, pero con esperanza en el futuro. «Hoy hemos aprendido con vosotros, los más pequeños, que mientras haya ilusión, siempre habrá un camino. Mientras haya esperanza habrá un mañana y mientras haya Fallas, València continuará brillando como el faro de tradición, cultura y humanidad que siempre ha sido».

¿El espectáculo? Pues igual que el del viernes despojó de solemnidad el acto de adultos, el de infantiles cumplió su cometido: dar contenido al evento. Aquí no puedes pedir dúos y romanas de zarzuela, sino algo que entretenga a un público siempre en peligro de dispersarse. Y lo hizo porque, cuando amenazaba con cansarse, llegaron los números más arriesgados. Consecuencia: en el patio de butacas casi no había pantallas de teléfonos móviles encendidos. Pasó con el espectáculo y pasó con la mantenedora, lo que suele ser importante a la hora de hacer balance.

Y ahora, turno de los ninots.

Con la última carcasa disparada en el cauce, y mientras la comitiva se marchaba a la Basílica, se cerraba el ciclo de Exaltaciones. Ahora, la fiesta, con su inagotable variedad, cambia de formato. Y mientras las falleras siguen su camino, ahora le toca hablar (aunque no lo hagan) a los ninots. Este lunes y el martes harán su camino hacia la Exposición. El arte efímero toma el relevo, como después lo hará la pirotecnia, la música y el resto de ingredientes. Porque en menos de dos meses estamos cerrando el ejercicio y lo que viene ahora es sin frenos. 

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