La "plantà" inicia en Convento el ritual de la "tirada de grúa"

Llongo inicia el izado de una falla muy grande, a la que hay que sumar la de Maestro Gozalbo, mientras que Sueca recibe la otra gran «falla de la dana»

La falla Convento Jerusalén inicia su plantà

Germán Caballero

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

València

Tiempo hay, pero los artistas prefieren no correr riesgos porque luego siempre hay imprevistos. El caso es que, a siete días de que las fallas estén completadas para que los jurados cursen las visitas, ya ha empezado la segunda fase del proceso: la del izado. También conocida como «tirada de grúa».

El proceso está en los tiempos previstos: el 9 de marzo del año pasado también se produjo la primera tirada de grúa. Fue la de Frida Kahlo en Cuba-Literato Azorín. En esta ocasión ha sido Convento Jerusalén la primera en izar. David Sánchez Llongo tiene que poner el turbo porque la falla es muy grande y tiene otra no menos exigente: la de Maestro Gozalbo. Y durante la jornada se unieron otras, como la falla municipal.

La tarde del domingo se animó de esta forma dentro de un proceso de «plantà» que, para los seguidores de este proceso, va a ser bastante cómodo: cae todo en días laborables, con lo que el volumen de visitas es menor. Consiste en ir peregrinando, en solitario o en grupos organizados, de demarcación en demarcación. Y si eso pilla en fin de semana, se complica.

La jornada del domingo también acogió el segundo de los episodios importantes y emocionales. Si el sábado fue el primer día especial de l’Antiga de Campanar, con la salida de las piezas de su taller, empezando a poner el colofón a unos meses de pesadilla, el domingo fue el turno de Sueca-Literato Azorín y, por extensión, del taller de Pedro Santaeulalia. A partir del mediodía aparecieron en la demarcación ruzafeña los primeros fragmentos grandes de la falla «Reset».

Cuando la tromba de agua se abatió sobre la nave, una parte de este proyecto ya estaba en marcha. Santaeulalia hace este monumento y el de Turís, que estaba más avanzado. El taller, con hasta tres puertas, fue sometido a un apocalipsis. Algunas piezas acabaron en Alfafar, un coche se introdujo en el interior del recinto y, sobre todo, el barro se abatió sobre piezas y utillajes.

Desde entonces, la historia es conocida: primero, limpiar al máximo la nave y reponer no ya solo maquinaria, sino herramientas de lo más básico. Después, reparar lo que se podía reparar y construir o reconstruir lo que quedaba por hacer.

Santaeulalia pudo empezar a trabajar en el taller de su hermano Alejandro y Vicente Llácer. Allí, en un espacio junto a la falla municipal y la de Duque de Gaeta, se empezó nuevamente a modelar aunque, como él mismo decía, lo que quería era recuperar las sensaciones de su espacio natural de trabajo. Al que le hacían falta cosas tan básicas como puertas nuevas.

En el resto de demarcaciones ya empieza a acumularse el arte efímero. En la Especial, evidentemente, pero las categorías inferiores también acogen ya el mar de plástico, paso previo al montaje.

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