¿Qué fue de la fallera que lloraba desconsoladamente cuando se cancelaron las Fallas 2020?
La historia de una de las imágenes icónicas del día en que la fiesta se interrumpió abruptamente hace cinco años por la pandemia

Ana, el 11 de marzo de 2020, junto a su falla / Miguel Angel Montesinos

La historia se escribe a base de documentos, orales, escritos o gráficos. Hace cinco años, las Fallas sufrieron una situación casi única: su suspensión, algo que apenas había ocurrido tres veces a lo largo de la historia por una alerta sanitaria. La pandemia obligó primero a pausar la vida y después a encerrarla.
Varias fueron las imágenes icónicas de aquellas primeras horas. La primera, la del momento en el que a la Meditadora se le pone una mascarilla. Y después, la de la comparecencia de la fallera mayor, Consuelo Llobell, pidiendo resistencia a la sociedad fallera.
Entre medias, una imagen fue especialmente icónica y apareció en Levante-EMV. El día 11, a pie de la falla Reino de València-Duque de Calabria, una joven con el tocado de fallera llora desconsoladamente mientras habla por teléfono.
Era la fallera mayor de ese año, Ana Martí. Como otras más de trescientas, un daño colateral de uno de los acontecimientos más importantes que se han vivido en los últimos cien años.

La imagen, al completo / Miguel Angel Montesinos
"Me tienes que pasar la foto"
¿Qué ha sido de esa fallera que se deshacía en lágrimas? Pues está localizada plenamente. Sigue siendo de la comisión y su relato ejemplifica que, detrás de una imagen, hay mucha historia. Levante-EMV la ha localizado. “Me tienes que pasar la foto” asegura.
Su primera conclusión es apabullante: “Me decían que seré la fallera mayor de la pandemia. Pero es un título que no quiero. Me habría conformado con un año normal”. Tanto ella como tantas otras.
Se enteró en el tren
Su historia es la de una joven que trabajaba de maestra en Alicante, yendo y viniendo para cumplir con las exigencias del cargo. Se enteró en el tren, cuando volvía “y lo hacía peinada y maquillada. La idea era ir por la mañana y volverme en seguida, ya para quedarme, cuando se comunicó la suspensión. Me quedé sin batería de tantas llamadas que recibí”. Fue un puñetazo en la boca del estómago. “A la mañana siguiente me vieron tan mal que me dijeron que me volviera a València para solucionarlo todo y que no me preocupara. Conforme llegué bajé a la falla”. Y ahí Miguel Ángel Montesinos. “No sé con quién estaría hablando, porque lo hice con mucha gente. Lo que sí que recuerdo es que poco después quedé con la fallera mayor de Sueca-Literato Azorín y nos fuimos a llevar unas flores a la Virgen”.
“Me pasé el día de la suspensión aquí, en la falla, intentando digerirlo”. Recuerda la reacción de la gente que pasaba “enfadada, echando la culpa a los políticos y diciendo que era un virus de nada”. Qué equivocados se estaba. “De hecho, mi abuelo se murió de covid. En mi primer acto post pandemia, en la Festa per a Tots, estaba ingresado”.

Ana, en la actualidad, en la demarcación de su falla / Moisés Domínguez
Y luego, el incendio de la falla
Después llegaría el confinamiento pero antes, otro disgusto: la falla, conocida como “la de la Lucrecia”, estaba destinada a arder porque la “desplantà” era imposible, pero, para hurgar en el color, fue quemada por manos anónimas. Un dolor añadido.
Ana reconoce que “me costó mucho recuperarme de todo. De volver a la falla y no llorar. Pero te hablo de años”. Porque las desgracias no habían acabado: “en las Fallas de septiembre, mi falla acabó cayéndose”.
No “tripitió” porque todas las de Especial decidieron cerrar el año en septiembre. “Me quedo con la idea de que mis fallas fueron hasta el 10 de marzo, porque las Fallas de Septiembre no las guardo especialmente como un buen recuerdo. No solo por la caída de la falla. No tuvimos una entrega de premios como toca, haciéndonos pasillo. Ni la Ofrenda fue cómoda, por la mañana, apretando el calor, con mascarilla”. Cosas que tiene la vida: el ninot que indultó fue precisamente unas mascarillas humanizadas. “Mi padre me decía “mira que guardar eso”. Yo digo que es para que no se me olvide nunca”.
"Era una vez en la vida, y..."
“La falla se volcó mucho conmigo, pero para mi, se me queda la espinita de no haber tenido unas fallas normales. No me quise ni presentar a la corte”. Ese es resumen pero ve la botella medio llena. Le costó volver a entrar en el casal “pero lo hice y estoy súper integrada” -la encontramos para este reportaje en una fiesta casalera de la Falla del Regne-. Lo veo con perspectiva y mi vida ha cambiado: he vuelto a València, este año me caso, me he comprado casa… pero ser fallera mayor es algo que vives una vez en la vida y seme queda la espinita. Yo solo quería haber hecho algo normal”. Ahora, a estas alturas, “lo he superado. No volvería a presentarme. Nunca digas nunca, pero ya no me veo”. Pero la fallera de las lágrimas reconoce que “tengo una gran historia que contar, aunque no se la que yo deseaba”.
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