PATRONA

La Ofrenda resiste en su día uno

La primera parte del festejo se celebra con las nuevas normas aprobadas para mantener su sostenibilidad y con el cielo respetando el paso del cortejo, pero con la duda de lo que pueda caer hoy

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

València

Al final habrá que dar las gracias al cielo. Pero no, porque la jornada del 18 sigue siendo una amenaza constante. Pero también lo era la de ayer y, sin embargo, la primera parte de la Ofrenda transcurrió básicamente como la seda. Un auténtico milagro porque con los augurios de los días anteriores se temía que ayer ya hubiera drama meteorológico. Finalmente, lo que sucedió fue que falleras y falleros llevaban o en la mano o en las personas de acompañamiento unos paraguas que no tuvieron que desplegarse. Cuando durante la jornada hubo nuevamente agua intermitente. Pero no: en el momento de abrirse el cortejo y durante las horas siguientes -hasta el cierre de esta edición- fueron miles los falleros y falleras que salieron ilesos. A partir de las nueve y media de la noche es cuando empezó a hacer un poco más el tonto.

Y entre los actos desvirtuados, los daños sufridos por la dana -porque no hace falta ser de los pueblos afectados para sufrirlo- y las emociones que vienen de serie, la Ofrenda episodio uno de 2025 tenía mucha sensibilidad por delante. Ya lo decía el cap de colla de los vestidores en la plegaria e instrucciones previas. «Va a ser una Ofrenda difícil. Es un año con muchos sentimientos a flor de piel y tenemos que hacerlo bien, serios». En el manto, la alegoría a la dana se iba cumpliendo conforme bajaba el tapiz de flores.

La Ofrenda no deja de ser el acto más difícil del mundo. Y ayer se volvieron a poner medidas para tratar de controlar lo incontrolable. O lo que será incontrolable en poco tiempo, en cuanto hay más falleros y falleras en el censo, más lo que se añade en las últimas semanas -con afán recaudatorio-. A la hora de la verdad, con todos sus elementos de razón y de sinrazón, la Ofrenda funciona hasta el día que deje de funcionar. Tiene su componente de trampa y si no fuera porque la gente se muere por ir -con fe o no, su convocatoria es contundente- habría que repensarlo. Mientras, la megafonía pedía, casi con desesperación, que el respetable público desfilara sin pararse «porque quedan muchos niños por salir».

En la primera jornada se vieron las medidas: el chip de triatleta para controlar los tiempos empleados en pasar. Y los superpasos de peatones, con el camino por las calles de acceso blindado con vallas y bridas. El problema es que el cortejo iba bastante fluido y tratar de cruzar la calle era un acto de desesperación.

Y con todo, el festejo estuvo más domado que en ocasiones anteriores porque hubo bastante gente que acabó por no desfilar. No fueron pocos los participantes que llevaban dos ramos. Para que se queden, mejor llevarlos.

Entre el frío y el pánico a echar a perder el traje, en casa se quedó mucha más gente de lo habitual. Sumado a los que no fueron por ser lunes. De todos modos, no alcanzar las cifras del año pasado -que, de todos modos, habrá que velo- tampoco es ningún desdoro. Algo que también se notó en la presencia de público, mucho menos que en ediciones anteriores, cuando caía en fin de semana.

¿Retraso? Muy poco. Entre otras cosas, porque la riada humana transitó muy fluida. Y si eso ocurre, no puede haber retraso, sino que el tráfico humano necesita una medición aún mejor.

La amenaza de Laurence

Y a partir de ahí, lo previsible: emociones, muchas lágrimas, algún postureo pero, sobre todo, deseo de formar parte del acto más multitudinario y, quizá, importante de la fiesta. Que este año, además, tiene, tuvo, el añadido emotivo de invitar, antes de ver pasar a Lucía y su corte, a comisiones y representantes de las juntas locales, de las poblaciones afectadas por la dana, que hicieron un pase solidario.

Hoy vuelta a empezar. Se impone cruzar los dedos porque las previsiones para hoy son menos optimistas. parece dispuesto a saltarse las normas. Y la Ofrenda hay que celebrarla. Como sea. n

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