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Falleras con contrato temporal de un año

¿Que tienen en común una enfermera, una adjunta a director, una odontopediatra, una periodista en formación, una recién graduada de Derecho, una perito del Consorcio, una visitadora médica o una logopeda? Que las Fallas les ha cambiado la vida y ahora tienen que reorganizarla.

Las candidatas a fallera mayor apuran su última semana de pruebas

Las candidatas a fallera mayor apuran su última semana de pruebas / Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

València

El 13 de octubre terminará de cambiar la vida de trece falleras. El día de la Telefonada, esta parte social de la fiesta fallera completará tres meses y medio de proceso y dejará doce más una celebridades para el imaginario popular. Lejos de cualquier tesis contraria, es un proceso que, doblada la primera esquina del Siglo XXI, no ha perdido su vigor. Más aún: no es ya el objeto de deseo de jóvenes preuniversitarias. La foto mayoritaria es la de personas nacidas poco antes o poco después del cambio de centuria y, por extensión, embebidas en el proyecto personal.

Ahora tienen por delante un parón más propio del antiguo servicio militar. Un salvoconducto para grandes experiencias -tanto la que tenga el premio gordo como las demás-, con su particular ritual y su metalenguaje. El que causa repelús a otra parte de la sociedad fallera -activa o tangencial-, que ve este proceso, impulsados por su indudable exceso de relevancia, con indiferencia o desprecio.

Un proceso tan ilusionante como traumático, que tiene pendiente hacer entender que determinados mantras no corresponden con la realidad, pero también que tiene que revisar su propia credibilidad, seguramente a base de dar algún golpe de autoridad.

Mientras eso llega, y va más para décadas que para años, nombres como Zoe, Virginia, Vega, Ani o Daniela van a convertirse en personas conocidas. Las pararán no ya en los actos falleros, sino en cualquier centro comercial una tarde indolente: «¿Tu eres de la corte, verdad?».

Detrás de ellas hay trece historias falleras y trece casos personales pendientes de resolver. Precisamente por esa edad que las entrevera en el mercado social y laboral. Con su heterogeneidad de edades y condiciones sociales, cada una es una historia diferente, pero convergente en ese giro que les da la vida.

Las trabajadoras...

Por ejemplo, Virginia Pulido es odontopediatra. Odontóloga de niños. «Me encantaría no dejarlo por completo, porque trabajando en Salud hay nenes que llevo siguiendo desde hace años y quiero hacerles el seguimiento». No tendrá fácil salvar todos los puestos de trabajo. «Hay una clínica con dos odontopediatras y el peso recaerá en otra chica, hay otras que buscarán otra persona... depende del funcionamiento de cada clínica. Sé que corro riesgos, pero lo asumo. Si puedo recuperarlo todo con el tiempo, bien. Si no, tendré que empezar de nuevo».

Paula Marí Turrientes y Zoe Molino

Paula Marí Turrientes y Zoe Molino / J.M. López

Otras tienen la ventaja de trabajan en la empresa familiar. Y eso es mano de santo. Carmen Prades es Adjunta a Director de una empresa de Transportes. Y el director es su padre. «He tenido todo el apoyo el año de fallera mayor. En julio volvimos a preguntárnoslo: «¿Lo intentamos?». Desde el momento que me dijeron que adelante, vino acompañado de la seguridad de que, en el trabajo, lo podía pausar. He dejado el trabajo bien delegado, pero no quita para poder acercarme siempre un ratito. Me conozco y sé que alguna vez me pasaré» con la seguridad de que, en doce meses, tiene el puesto asegurado.

Las del campo sanitario tienen también una seguridad relativa. Lo único es que «mi futuro consolidado tardará más. Marta Capella es Enfermera y su figura laboral es la «desactivación». Una especie de situación de trabajadora durmiente. «El 30 de septiembre finalicé mi periodo en las Endoscopias Digestivas de la Fe». Y proclama su nuevo currículum: «Mi nuevo trabajo es corte de honor y fallera mayor». No está sometida a la cola del paro, sino, simplemente, inactiva de la bolsa de trabajo. «Cuando la agenda me lo permita decidiré activarme a lo que salga. La Sanidad es cíclica y siempre hay trabajo. Tardaré más tiempo en tener un trabajo fijo» pero las ofertas le llegarán.

Carmen Prades, Marta Capella y Mar Vivanco

Carmen Prades, Marta Capella y Mar Vivanco / J.M. López

Y las estudiantes...

Por el aumento general de edad, hay una especie a extinguir: la todavía estudiante de carrera. Muchas están con la carrera recién terminada o en el máster y son pocas, como Zoe o como Vega Archer, que están acabando los grados. Vega pasó los calores del verano haciendo las prácticas extracurriculares en la Cadena Cope. Le espera el doble grado de Periodismo y Publicidad y Relaciones Públicas. O quizá no. «Acabé el último viernes de agosto y a la siguiente semana me incorporé a las clases. Al ser doble grado me faltan dos años, incluyendo el último de periodismo». Pero lo tiene claro: con 21 años que cumplirá la víspera de la Telefonada, tiene toda la vida por delante. «Me tomaré año sabático. Hoy en día y todo el año, la prioridad son las Fallas».

El otro caso práctico es el de Zoe Molino, prototipo de estudiar y trabajar. Y prototipo de pausar etapas. Estaba trabajando en una tienda de confección. «He trabajado todo el verano para disponer de septiembre para las pruebas. Ahora me tomaré una excedencia». Era una ayuda. «No es mi objetivo laboral pero no podía estar parada» mientras estudia Pedagogía «que también se aparcará, pero es un año. Es un año de mi vida que vale la pena. No se va a comparar con nada. Es la mejor experiencia de mi vida y dejar mi vida cotidiana lo vale de sobra».

Daniela Roig está acabando el doble grado de ADE y Derecho «me queda cuarto y quinto. Voy a intentar llegar a o que pueda. Como voy limpia» -es sabido que es una portentosa estudiante- «me puedo permitir compaginar». Hace nueve días vivió una gran alegría y puede decir que «jugaba en casa», porque, además de la carrera, se saca unas rupias trabajando «de fija discontinua» en la tienda del València Basket, antes en la Fonteta y ahora en el Roig Arena. Su jefa en la pirámide es su madre, Merche Añón, que es jefa del departamento de negocio y marketing. Pero esa historia terminó. «En septiembre ya de cara a las pruebas, me lo dejé».

Y las emprendedoras...

Y también las emprendedoras. «Vestidos pensados para que no pierdas el estilo, dentro ni fuera de la pista» es el lema de Pados Sport, la línea emprendedora de Laura Llobell, dedicado a la ropa de padel que seguirá porque ya está operativa «mandando y elaborando producto» pero «la voy a tener que dejar en segundo plano porque esto es un regalo que te dan las Fallas y hay que dedicarlo el doscientos por ciento. Tengo una persona en la que delegar». Sí que llegará al Trabajo de Fin de Máster dedicado a la Dirección de Empresas de Moda. La fallera de Exposición también representa otra de las rutinas que cambian la vida: dejar de residir en Xàtiva e irse a casa de su abuela en Manuel Candela, donde vivía su madre cuando fue de la corte hace 31 sños. «Ya ha llegado el primer señor maletón».

Y las graduadas...

Servidumbres que también le tocan a Paula Castell se va a poner la beca de Derecho y la banda fallera en el corto espacio de apenas unos meses de diferencia. A la espera del 13 de octubre para saber «si el máster que me he cogido, el de Abogacía con Derecho Marítimo, lo dejo o lo voy haciendo on line los días que pueda». Algo que suena igual que difícil. «Sé que faltarán días. Pero por no dejarlo por completo. Estamos a nada de hablar con la Universidad para saber si podemos pararlo».

Ani Torregrosa y Daniela Roig

Ani Torregrosa y Daniela Roig / J.M. López

Ani Torregrosa había terminado Derecho y estaba pendiente del TFG de ADE en tiempos de preselección. «Poco después me metí en la intranet y comprobé que lo tenía ya apto». Consecuencia: limpia como una patena. «En verano ya tenía terminado el doble grado». Apta con el trabajo sobre «Protección del Consumidor Vulnerable» y con el proyecto de una línea de tallas grandes. lo tengo ya terminado el doble grado». Limpia pero no ociosa. «Tengo el título y he descansado todo el verano». Haciendo pretemporada. El futuro es fallero pero «no ve veía en casa esperando y me puse a trabajar y coger experiencia en la empresa familiar en el departamento de contabilidad». Se llama Almenar y, sí, es del mundo de las cuatro ruedas. «Y si me lo tengo que dejar por obligaciones no quedo tan mal. No estaría bien entrar en un sitio y empezar a pedir permisos». ¿Cuando dejará de fichar? «Si pasa algo el día 13, entiendo que será desde ese momento. Si no, he escuchado que la gente aguanta hasta noviembre, diciembre... ya compaginé el colegio con el Conservatorio de Danza Clásica».

Y más trabajadoras...

Eso del calendario es importante. ¿Cuando se sale del mercado laboral? No va mal tirado el cálculo de Ani, pero Paula Marí Turrientes de momento lo ve todo con el color de la felicidad. Y la confianza en sí misma es toda una declaración de intenciones. El tiempo dirá. Antes de ser elegida iba por ahí con el maletín «y sigo por ahí con el maletín». El de Visitadora Médica. «Tengo una flexibilidad muy buena, puedo compaginarlo y sé que no tendré problemas. Si eres organizada y responsable, puedes». Si la llama la alcaldesa quizá tiene que revisar esa seguridad a prueba de bomba. Pero si es corte, ¿qué pasa a partir de enero, con el reinado visible y el invisible? «Con eso cuento» pero sigue acortando el tiempo: «febrero y marzo». ¿Se lo puede permitir? «Sé que puedo continuar ahora, que puedo pausar y que puedo volver» y por si fuera poco «con la ayuda de mi familia».

Marta Salvador, Virginia Pulido y Vega Archer

Marta Salvador, Virginia Pulido y Vega Archer / J.M. López

A distancia lo hace Mar Vivanco y entiende que aquí hay que acabar ya porque sus viajes eran a Burriana, en un Centro de Atención Temprana donde trabaja de Logopeda. «Me he pedido una excedencia de seis meses». Ampliable si las cosas van a mejor. Y con la ventaja de que la plaza no peligra «y en el mismo sitio. Está gestionado por una empresa privada, pero auspiciado por la Generalitat». Pero está la cuestión de residencia, porque vivir, vive en Foios. «Nos venimos a vivir a València. Tenemos un piso en María Cristina, pero ahora mismo están en obras, sin ascensor, un séptimo... mis tíos abuelos tienen un piso en la Gran Vía y al día siguiente del Roig Arena nos dijeron que ahí está nuestra casa». ¿Donde estará el Mundo de Mar? «Creo que en todas las habitaciones».

Los riesgos laborales existen y por eso Anabel Calero va de cara: «Ya lo pensé cuando decidí presentarme a la preselección, por muy imposible que lo viera que me eligieran. ¿Puedo acabar dentro de doce meses, con 32 años y sin trabajo?». No puede imaginarse la de veces que eso ocurre. Destila gratitud porque trabaja en un gabinete pericial y está especializada en el Consorcio. «Volví a trabajar el martes y me han hecho reducción de jornada. No han podido portarse mejor. Y si llega el momento que es imposible, pensaré en la excedencia». Pero ahí viene su arranque de nobleza. «Se ha portado tan bien mi jefe que yo le debo la misma sinceridad. Soy la primera que veo que es incompatible, pediré una baja voluntaria». Aún con el riesgo de que tengan que ocupar su lugar. Igual no, pero apela al intangible emocional. «La vida son ilusiones y eso puede con todo. Hoy puedes tener al alcance una ilusión y mañana no poder».

Con Anabel sabemos de los coletazos de la dana. Por su trabajo para el Consorcio. «desde verano ha bajado bastante. Quedan algunas cosas: errores de datos, flotas grandes, traspapeles... por eso me han permitido esa flexibilidad a la que yo ahora debo corresponder».

Paula Castell, Laura Llobell y Anabel Calero

Paula Castell, Laura Llobell y Anabel Calero / J.M. López

«Estoy libre» es la mejor definición para Marta Salvador, que estuvo dándole vuelta a qué hacer con su vida académica, porque tenía en mente irse a Suiza a cursar un máster de diseño de joyería y complementos pero he hecho bien: lo aplacé a la espera de ver qué pasaba». Y la jugada le ha salido bien. «Apostamos por y para las fallas y perseguimos el sueño al máximo». Piensa en hacer algún curso en todo caso «porque esos masters son muy exigentes» pero «lo que se pueda ir haciendo, se hará, pero lo importante y la prioridad es ésta». Lo repite: «Está libre». Y si sirve de atenuante, «será un año de aprender ya que voy a tener mucho diseño a mi alrededor, tanto la orfebrería, que es donde voy a ahonda como el de la propia falla. Llámalo un máster secundario». Es otra de las que tiene que emigrar. Ella lo hará de forma gradual. Reside en La Cañada «pero mis tíos viven justo encima de la Falla» (recuérdese, en Campanar). «Hay espacio. Mis padres me llevarán allí para que me recojan. Y si es necesario, me puedo quedar. Vestirme en un sitio o en otro, descansar o volver... según vaya fluyendo».

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