La dana en el taller fallero: media docena de huevos y una camioneta
La historia de dos símbolos en la nave de Pedro Santaeulalia tras la infausta noche

Los simbolos de la dana en el taller de Pedro Santaeulalia / Moisés Domínguez

La dana golpeó de lleno a la fiesta fallera. A estas alturas, la cuenta de resultados queda bien clara por mostrada y extendida: las tres patas fundamentales de la fiesta lo sufrieron: los talleres, como elemento esencial de la fiesta, los casales como espacio de socialización y las tiendas y talleres de los negocios que viven por y para la fiesta. Agravado por dos aspectos fundamentales: la implantación de la fiesta en las poblaciones afectadas y la implantación de negocios y talleres en toda l'Horta Sud.
En el caso de los talleres es producto de la normalidad del paso de los años: el paulatino traslado de las naves a polígonos industriales, tanto por la necesidad en cantidad como en tamaño. Llegado el momento de la dana, los artistas sufrieron su particular ruleta rusa, en la que los que llevaron las de perder fueron aquellos que eligieron el sur para trabajar.

Pedro Santaeulalia, el día que accedió al taller. / Moisés Domínguez / D

El taller, con la figura del Sol asomando por la izquierda / Moisés Domínguez / D
El resultado es el conocido: artistas que vieron arrasados sus talleres. Pero la pasta especial de la que están hechos les llevó no a una reconstrucción que hizo todo el pueblo valenciano, sino hacerlo por procedimiento de urgencia: taller y falla. Prácticamente todo lo que se había echado a perder se recuperó, reconstruido o vuelto a hacer.
Fueron muchos los artistas afectados, aunque algunos, por su especial popularidad captaron los focos: el entonces vigente ganador de la Sección Especial, Josué Beitia; otro artista de Especial como Pedro Santaeulalia; la epopeya de Joan Blanch o la de Miriam García; Paco Giner, Vicente Herrando, Francisco Tarazona...
Beitia se ha ido a Alcàsser
La historia actual de cada taller es diferente. Algunos incluso han preferido marcharse: Josué Beitia ha abandonado la vieja nave, reconvertida a taller del antiguo Benetússer industrial, y se ha mudado a Alcàsser.
A doscientos metros, Pedro Santaeulalia continúa en el polígono. Y de su taller, aquella infausta noche. Quedó muy poco en pie. Aquello que estaba más arriba de los dos metros que subió el agua.
Dos días después puso entrar junto al resto del taller. Con las fallas Sueca-Literato Azorín y la de Turís revueltas, destrozadas, enfangadas. Una mezcla de piezas de falla, utillaje y, lo más irreal: objetos que entraron en el interior del taller arrastrados por el agua. Incluyendo un par de automóviles, uno de ellos incrustado en el cuerpo central de la falla ruzafeña. De la misma manera que alguno de los ninots salió flotando hacia lo desconocido.

El camión de Pedro Santaeulalia, arrinconado entre otros vehículos destrozados / Moisés Domínguez / D

La imposible imagen de media docena de huevos que llegaron flotando al taller / Moisés Domínguez
Lo imposible: seis huevos sin romper
La irrealidad se refleja en dos imágenes. En medio de ese pandemonium, en una esquina junto a las oficinas, apareció lo imposible: media docena de huevos, cuidadosamente dispuestos, íntegros, en una cama de barro.
Pedro Santaeulalia lo explica: "entiendo que es del Consum que hay unas manzanas más allá. Porque me entró eso y todo tipo de productos. Pero jamás imaginé que me llegarían hasta allí, por separado y además, en buen estado".
A escala de lo muy pequeño, en perfecto estado. A escala de lo muy grande, las cosas fueron peor. El pasado verano se veía obligado a liquidar un compañero de viaje: su camioneta de trabajo. Miles de kilómetros participando en los transportes. Ya la tenía cuando el taller estaba en Benaguasil. Un vehículo altamente reconocible, tuneado con una ilustración de su hermano Josete: un dragón al que se le había ido la mano con la cola de fuego y que chamuscaba a un artista subido a una escalera.

La camioneta, camino del desguace / PS
Imposible arreglarlo
El vehículo estaba en el solar del taller. "Le pilló de lleno. Le entró agua hasta el techo de la cabina. Hicimos todo lo posible por salvarlo, pero no hubo forma: filtros, motos inundado, ruedas... la reparación era inviable. Además, también teníamos claro que los coches que se han reparado, al final le sale alguna tecla. Además, tenía ya mucho tiempo y finalmente no ha habido manera de recuperarlo". Se le despidió como un auténtico compañero de trabajo.

"Onírica", la falla de 2026, en un taller en vías de recuperación / PS
El taller de Pedro Santaeulalia fue reconstruido, la falla se quemó, incluyendo sus figuras más simbólicas, como el Sol en el que se incrustó un coche, y ahora avanza en la constricción de "Onírica", el proyecto de Sueca-Literato Azorin. Las heridas no han sanado del todo. Siempre habrá restos de barro por cualquier esquina porque es literalmente imposible limpiar íntegramente lo que con tanta furia entró. Pero es mucho más importante la herida económica. "Aún no lo tenemos cerrado porque aún estamos pelando con seguros. Pero, por ejemplo, solo en puertas tenemos un presupuesto de 45.000 euros. Hemos padecido mucho para poner en marcha nuevamente el taller".
¿Qué pasó con los huevos? "Nada: lo tiramos. Eso y muchas más cosas de alimentación que entraron. Bueno, ya que por allí cayeron, usamos algún producto de limpieza".
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