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En cuanto uno pone un pie en la parroquia Jesús Obrero-San Mauro se siente como en casa. En uno de los locales de esta iglesia se reúne la Pontificia y Real Hermandad del Santísimo Cristo de la Concordia, la entidad más antigua de la Semana Santa Marinera. No tienen local propio y la parroquia les proporciona un lugar donde reunirse. Ellos se vuelcan con las actividades del centro y cuidan el local que les cede el párroco, José Mera, con esmero.

Alejados del «meollo» de la Semana Santa Marinera, y sin sede propia, la hermandad más antigua de la ciudad no cuenta con una televisión para ver los partidos de fútbol, una barra de bar o un escenario para realizar diferentes actividades. En contraposición, los socios pagan una cuota mínima (unos 70 euros al año) y hacen de la imaginación su bandera para ofrecer una intensa programación anual con la que dar a conocer la hermandada en el barrio, conseguir fondos y pasarlo bien.

Los orígenes de la hermandad se remontan al siglo XV. Sin embargo, la última refundación tuvo lugar en 1988. La iniciativa surgió de la mano de diez amigos de la parroquia que, además, no sentían la fiesta como una «tradición familiar». Hoy son unos 80 y aseguran, entre risas, que «van para largo» porque disponen «de una buena cantera». «Los niños son el futuro de nuestra hermandad», puntualizan. Y es que esta cofradía se comporta como una gran familia, sabedores de que «si cada uno hace una cosa, el trabajo se reparte mejor». El presidente, Vicente Hervás, la camarera, María Dolores Solaz o el hermano mayor, Manuel Giménez intercalan conversaciones mientras rememoran los inicios de la refundación de la hermandad y hacen balance de los hechos conseguidos. No paran. Las puertas de la iglesia están abiertas «para todo el mundo» porque precisamente, la palabra hermandad implica «que todos somos hermanos y que cualquiera puede venir porque le recibiremos encantados. La puerta siempre está abierta». Y es que desde la hermandad saben que la fiesta es desconocida y despierta curiosidad. «Nos miran raro, pero nosotros intentamos que el vecindario se acerque porque, además de la fiesta religiosa, ser cofrade implica mucho más», afirman los miembros de la entidad. Trabajan duro. Y es que en tiempos de crisis, y sin subvenciones o ayudas para mantener la fiesta, el esfuerzo que deben hacer los cofrades se multiplica. Eso sí, la recompensa está más que asegurada.

Un «Descendimiento» digno de ver

El fuego destruyó la imagen y los archivos pero la hermandad del Santísimo Cristo de la Concordia reconoce sus orígenes, y los muestra con orgullo. Sus inicios se remontan al siglo XV con la creación de una agrupación llamada Concordia dels Disciplinats, que fue fundada por San Vicente Ferrer y supuso el origen de la Semana Santa en Valencia. Sin embargo, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Concordia se refunda en tres ocasiones (1800, 1951 y 1988). Además, es «real» y «pontífice» tras los títulos otorgados por el rey Alfonso XIII y el papa Pío XI, respectivamente.

Sin embargo, si hay algo que diferencia a esta hermandad del resto esa es la imagen que veneran ya que es la única de la Semana Santa Marinera cuyo Cristo tiene los brazos articulados. Por ello, la representación del Descendimiento del Señor es su plato fuerte. «Cuando ardió la parroquia de Santa María del Mar, durante la guerra, también ardió la imagen del Cristo. En 1945, Vicente Benedito realizó una imagen exactamente igual, con los brazos articulados. Nuestra representación del Descendimiento es impresionante, digna de ver», recalcan, con orgullo, los miembros de la cofradía más antigua de la ciudad.