Lugares vicentinos, son aquellos que guardan relación con la pasión y martirio del santo. La ciudad de Valencia cuenta con San Vicente de la Roqueta (lugar donde fue enterrado), la Cripta o Cárcel de San Vicente (lugar donde según la tradición sufrió martirio) y la Cárcel de San Vicente (donde estuvo encerrado).

También está la iglesia de Santa Mónica, donde se encuentra la columna donde fue atado el santo antes de entrar en Valencia proveniente de Zaragoza.

Según la tradición, esta columna se encontraba en un mesón que llevaba por nombre de las Dos Puertas, en la calle Sagunto. Derribado el edificio, la columna pasó a la iglesia de Santa Mónica donde permanece hasta el día de hoy. Otro lugar vicentino es la iglesia de San Vicente Mártir, en la calle de la Ermita, construida sobre el lugar que según la tradición se encontraba el mudalar donde fue arrojado el cadaver del santo. En esta iglesia se encuentra una cripta donde se venera el «llit de Sant Vicent». Otro lugar vicentino en la ciudad de Valencia es la conocida como Cárcel de Santa Tecla, que es otra de las cárceles donde según la tradición estuvo preso el mártir.

Sin embargo, Valencia era una ciudad muy poco evangelizada cuando llegó el santo, según reflejan diferentes autores, como Jesús Martí en su obra «San Vicente, Diácono y Mártir». Las iglesias más antiguas de la España romana, fueron fundadas o por Apóstoles, o por discípulos de los Apóstoles. No así Valencia, que estaba muy poco cristianizada, según afirma Lorenzo Ríber: «La ciudad de Valencia, antigua colonia romana, conservó tenazmente el culto de los dioses».

La historia guarda silencio absoluto sobre el anuncio del Evangelio en los tres primeros siglos. El martirio de Sant Vicent, en el año 304, es el primer testimonio cristiano de la iglesia de Valencia, con lo que el joven diácono viene a ser el padre en la fe de Valencia.

Como ocurrió en el resto de Hispania, los primeros cristianos en las actuales tierras valencianas «debieron ser militares de paso y comerciantes provenientes del África romana, con la que existía una prolija red de comunicaciones comerciales. Alguno de los primeros evangelizadores conocidos, eran africanos». Jesús Martí no puede asegurar que hubiese una iglesia constituida en torno a un obispo, como en otras ciudades de España, aunque destaca que no «debieron faltar en una urbe tan bien comunicada como Valentia —situada entre Tarraco y Cartago Nova— actividades de evangelización, de reuniones litúrgicas y catequéticas aunque fueran clandestinas».