Muchos gestores de inversión subrayan que las empresas que sean capaces de adaptarse a los cambios en el entorno social y medioambiental, a las nuevas inquietudes sociales, conseguirán atraer más clientes para su negocio, más talento entre sus empleados y serán más prósperas.

Suena bien, pero ¿cómo se invierte de forma socialmente responsable? Lo primero que hay que decir es que no todas las empresas lo hacen y entre las que lo aplican, cada una tiene su fórmula, que depende de su ‘adn’ empresarial. También hay que reconocer que cada vez son más las que se suman a esta tendencia, entre otros motivos porque la sociedad lo reclama cada vez más, sobre todo las nuevas generaciones. Algunas empresas tratan de compensar la huella de carbono (impacto de su actividad en el medioambiente) plantando árboles, otras apoyan iniciativas locales como una forma de integrarse en la comunidad.

Muchas compañías se fijan en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una iniciativa impulsada por la ONU. Se estima que los ODS pueden aflorar oportunidades de inversión por importe de hasta 12 billones de dólares en 2030 y crear 380 millones de puestos de trabajo. Son cifras considerables y objetivos interesantes de inversión a juicio de Robeco, gestor de fondos internacional pionero en inversiones basadas en sostenibilidad, que considera que los inversores pueden obtener rendimientos interesantes al tiempo que contribuyen a estos ambiciosos objetivos, que abarcan desde el calentamiento global a la atención sanitaria pasando, por ejemplo, por la innovación tecnológica. La gestora, que cuenta con RobecoSAM, especializada exclusivamente en inversión sostenible, ha creado carteras de inversión seleccionando empresas que contribuyen a lograr estos ODS.

Para Luis Azofra, director general de la fintech Ebury en España, las empresas no deberían descuidar la formación de sus empleados entre sus planes de inversión, para mejorar la productividad y reforzar la competitividad. “En tanto que los planes de estudio dentro del sistema educativo se van adaptando a las necesidades de la empresa, apostar en el seno de las organizaciones por programas de formación ad hoc, que involucren tanto al personal de plantilla como a los jóvenes titulados que se vayan incorporando a la empresa, resulta imprescindible”, subraya Azofra. Pero también considera que en 2020 “las empresas deberían seguir invirtiendo en internacionalización, con el fin de incrementar sus ventas diversificando el riesgo que las oscilaciones locales (económicas y políticas) representan, y en innovación tecnológica, para adaptarse a los retos de la digitalización”.

Rentabilidad y buenas prácticas

Rentabilidad y buenas prácticasHay que mejorar productividad y competitividad, sin duda, pero sin perder de vista las buenas prácticas. “Hoy en día, casi podría decirse que una empresa no puede permitirse no cumplir con criterios de sostenibilidad, gobierno corporativo o compromiso con el medio ambiente”, explica Victoria Torre, responsable de desarrollo de contenidos, productos y servicios de Self Bank. “Aunque es el inversor institucional el que a día de hoy se preocupa más de los criterios ISR, el particular cada día va pidiendo más información y adquiriendo un mayor compromiso con ellos”, subraya.

A veces se confunde la inversión responsable con la protección al medio ambiente, pero en realidad el concepto va mucho más allá. “La inversión socialmente responsable busca, en definitiva, una sociedad más justa -destaca Victoria Torre-. Y esto puede conseguirse a través de distintas vías. Por ejemplo, buscando una redistribución de parte de los beneficios hacia los países o sectores de la población más desfavorecidos, mediante la producción de bienes y servicios que no impliquen la explotación de las personas o, simplemente, evitando estar en sectores que pueden afectar a la calidad de vida o a la vida misma, como alcohol, tabaco, juego, armas…”

Puede parecer que hay que atender demasiados condicionantes y por ello algunos ponen en duda la rentabilidad de la inversión con criterios socialmente responsables. La analista de Self Bank subraya que “hay estudios que demuestran, por ejemplo, que las empresas que abogan por la igualdad de género a menudo se muestran menos volátiles en bolsa”. Por si fuera poco, pensemos en las consecuencias negativas que puede tener no seguir criterios ISR. “Salir en prensa por escándalos financieros o por haber sido responsable de un vertido en el mar no sólo tiene consecuencias en la reputación de la empresa, sino también económicas (multas)”, puntualiza Victoria Torre.

Se estima que en 2018 la inversión sostenible superó los 30 billones de dólares en todo el mundo, aunque la mayor parte procede de Europa. En los últimos años las compañías se han ido sumando a los criterios ISR, en muchos casos gracias a la presión de la sociedad. Los consumidores son cada vez más conscientes del poder que ejercen y valoran cada vez más el compromiso social de las compañías. La inversión socialmente responsable, lejos de ser una moda pasajera, ha llegado para quedarse.