«Es un momento duro, pero nos ha hecho utilizar la imaginación, ver la importancia del conocimiento colectivo y vislumbrar cambios». Así se expresó el pasado mes de marzo Encarna Cuenca, presidenta del Consejo Escolar del Estado (CEE), en una entrevista para Levante-EMV.

Hacía alusión al impacto que la crisis sanitaria del coronavirus ha tenido en la educación en tanto que ha evidenciado las debilidades de un sistema que debe acometer múltiples retos que lo sitúen al nivel de su noble idiosincrasia. De este modo, la digitalización, la cohesión territorial o nuevos marcos metodológicos son algunas de las asignaturas pendientes.

Los retos educativos

Universalizar la educación requiere, inexorablemente, una decidida apuesta por las TIC. Es una de las grandes improntas que pueden extraerse del confinamiento decretado hace tan solo un año y que se materializó en la puesta en práctica del denominado «modelo líquido».

Es decir, de una metodología híbrida que combina formación presencial y telemática. No obstante, para asegurar su efectividad, es necesario que tanto alumnado como personal docente dispongan de los dispositivos pertinentes para dicho fin. En el caso de estos últimos, deberán adaptar sus contenidos a unos formatos más interactivos y apostar por nuevos ambientes de aprendizaje.

Así, la renovación pedagógica es otro de los grandes desafíos que marcará el futuro más próximo de la educación. Una en la que la socialización y las capacidades emocionales desarrollan ejercen una función esencial, pues consolidan una enseñanza horizontal capaz de superar el papel protagónico de la instrucción sobre el alumnado, que pasa a situarse en el centro de su propia educación.

Dos niñas se dirigen a su centro escolar. ED

El carácter transversal del sistema educativo anhelado se refleja, también, en la necesidad de establecer sinergias entre territorios españoles para abordar de forma consensuada aspectos como el absentismo escolar, una oferta formativa que de respuesta a las nuevas vocaciones del estudiantado o la perspectiva de género.

Ejemplo de ello es la Formación Profesional (FP), que todavía mantiene una evidente brecha en algunos de sus ciclos. Así, siete ramas profesionales de FP cuentan con un porcentaje de alumnas inferior a los 11 puntos.