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Francisco Calabuig
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El Valencia se llevó un partido clave a la épica gracias a un gol antológico de Javi Guerra. El canterano se estrenó en Mestalla por todo lo alto, con un disparo al ángulo que desató la locura en el coliseo de la Avenida de Suecia. Después de una primera parte nefasta, el equipo de Rubén Baraja tiró de casta, personalidad y coraje en la segunda para voltear el marcador y salir del descenso por la puerta grande y contra un rival directo. La afición, que dio una exhibición de época con 42.003 almas copando las gradas, despidió a sus jugadores entonando un estruendoso “sí se puede”.
El Valencia se llevó un partido clave a la épica gracias a un gol antológico de Javi Guerra. El canterano se estrenó en Mestalla por todo lo alto, con un disparo al ángulo que desató la locura en el coliseo de la Avenida de Suecia. Después de una primera parte nefasta, el equipo de Rubén Baraja tiró de casta, personalidad y coraje en la segunda para voltear el marcador y salir del descenso por la puerta grande y contra un rival directo. La afición, que dio una exhibición de época con 42.003 almas copando las gradas, despidió a sus jugadores entonando un estruendoso “sí se puede”.
El Valencia se llevó un partido clave a la épica gracias a un gol antológico de Javi Guerra. El canterano se estrenó en Mestalla por todo lo alto, con un disparo al ángulo que desató la locura en el coliseo de la Avenida de Suecia. Después de una primera parte nefasta, el equipo de Rubén Baraja tiró de casta, personalidad y coraje en la segunda para voltear el marcador y salir del descenso por la puerta grande y contra un rival directo. La afición, que dio una exhibición de época con 42.003 almas copando las gradas, despidió a sus jugadores entonando un estruendoso “sí se puede”.
El Valencia se llevó un partido clave a la épica gracias a un gol antológico de Javi Guerra. El canterano se estrenó en Mestalla por todo lo alto, con un disparo al ángulo que desató la locura en el coliseo de la Avenida de Suecia. Después de una primera parte nefasta, el equipo de Rubén Baraja tiró de casta, personalidad y coraje en la segunda para voltear el marcador y salir del descenso por la puerta grande y contra un rival directo. La afición, que dio una exhibición de época con 42.003 almas copando las gradas, despidió a sus jugadores entonando un estruendoso “sí se puede”.
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