Opinión
“Yo no odio a los hombres”
La trabajadora social reflexiona sobre los retos del feminismo y la necesidad de evitar "mensajes confusos"

Rebeca Torada / Levante-EMV
Rebeca Torada | Feminista
El pasado sábado miles de personas, mujeres y hombres, salimos a las calles por todos los rincones del planeta para poner de manifiesto una vez más que deseamos un mundo donde la igualdad, la justicia social, el cuidado y el bienestar vertebren la organización social, política y económica. Un mundo donde no haya una fragmentación entre lo que viene considerándose importante -la economía, la industria, lo público, las carreteras, la carrera armamentística…- y lo que no, despreciado por “insignificante”, -los cuidados, la atención a las necesidades de las personas y las comunidades, la provisión de bienestar en los hogares y en los recursos públicos, la conservación de los entornos naturales…-.
Y en las calles volvimos a recordar que en el camino avanzamos, y por ello debemos felicitarnos como movimiento transformador, pero queda aún tarea por hacer: podemos avanzar en la distribución y corresponsabilidad social de los cuidados; en la disminución y desaparición de la conductas violentas y agresivas que algunos hombres siguen ejerciendo sobre algunas mujeres; en la igualdad salarial y en el acceso al empleo, al conjunto de profesiones posibles, seas hombre o mujer; en la ocupación de espacios y puestos de responsabilidad con independencia de tu sexo; en la decisión de si quieres ser madre o no y hacerlo en condiciones dignas y con permisos que permitan criar con la dedicación adecuada, seas madre o padre; en tener vivienda -ese bien protegido constitucionalmente pero eje de especulación- y en disponer de entornos resilientes frente a los deterioros ambientales… Podemos avanzar, sin duda, y por ello seguimos organizadas y lanzando nuestra voz al mundo.
Estos son algunos de los elementos de la agenda feminista, pero pasado el día de las manifestaciones y haciendo balance, observamos que no es tan multitudinaria como nos gustaría, ¿por qué no estaba toda la ciudadanía ocupando las calles? Muchas son las respuestas a esta pregunta, pero hay una sobre la que hoy cabe reflexionar en voz alta, cuando una amiga te dice: “es que yo no odio a los hombres”.
La primera reacción es quedarte boquiabierta, y piensas en los hombres de tu familia, en los compañeros de militancias en los movimientos ecologistas y sociales en los que participas, en los hombres comprometidos con la igualdad con quienes vas codo a codo en la manifestación, en los amigos con los que te tomas un vinito, en los amantes que han pasado por tu vida y dices “¡Toma! ¡Ni yo tampoco!”.
Pero qué confusión puede ser esa, que en pleno siglo XXI haya mujeres, algunas de ellas jóvenes, que continúen situando el feminismo como una herramienta de guerra contra los hombres. Qué falta de pedagogía hemos podido tener para que no se entienda el carácter transformador, conciliador y alegre del feminismo, “Si no puedo bailar no es mi revolución” decimos a menudo.
Hilar más fino
Tal vez, junto a un déficit pedagógico en el que tendremos que seguir avanzando, haya una incidencia demasiado grande de los discursos de algunos sectores muy dolidos con los avances de las mujeres. Tal vez, en un momento que hay una gran diversidad en los movimientos feministas, debamos hilar más fino para evitar mensajes confusos. Tal vez debamos escuchar algo más a quienes no nos acompañan…
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