La restauración de las torres en los años 70 (II)
Esta semana veremos con la Torre de Torrent, la segunda entrega de las restauraciones de gran calado, con materiales y criterios poco adecuados que sufrieron las torres de la comarca por parte del Ministerio de la Vivienda franquista en los años 70.

La restauración de las torres en los años 70 (II) / VICENT BEGUER ESTEVE
La Torre de Torrent se encuentra ubicada en el centro histórico de la población, concretamente en la plaza Colón. Su planta es cuadrada de 13,65 metros de lado, tiene forma troncopiramidal truncada con un cierto talud respecto a la vertical y cuenta con planta baja, cuatro alturas y terraza, alcanzando una altura de 22,50 metros. Sus muros están ejecutados en tapia calicostrada de tierra, cal y piedra, y sus espacios interiores están formados en todos sus niveles por tres naves cubiertas con bóveda de cañón recto del mismo material, realizadas mediante el encofrado con un cañizo flexible dispuesto perpendicularmente a su eje. Éstas se encuentran comunicadas entre sí en el centro por un gran arco de medio punto. Además, como medidas defensivas, la Torre contaba con saetearas, una ladronera sobre el acceso del primer piso para garantizar su seguridad ante un asedio y matacanes en las esquinas para defender su base en estos puntos.
Su origen

La restauración de las torres en los años 70 (II)
Las torres, como la de Torrent, fueron todas construidas durante el periodo andalusí, entre principios del siglo XII y pocos años antes de la conquista cristiana. La historiografía actual admite, casi mayoritariamente, que se construyeron por iniciativa de las comunidades rurales andalusíes, a diferencia de las tesis sostenidas durante años, que las hacían obra de una autoridad política-militar que organizaba así la defensa del territorio. Su principal misión era proporcionar refugio temporal y defensa para la población y sus rebaños.
Posteriormente, en el caso de Torrent, su entorno sufrió una refortificación en el siglo XIV, cuando la Orden de San Juan del Hospital, señores de la ciudad, construyó un foso y un muro de cierre del recinto medieval, con motivo de la guerra entre la corona de Aragón y la de Castilla, conocida como «Guerra dels dos Peres» (1356-1375).

La restauración de las torres en los años 70 (II)
Por su parte, la memoria del proyecto de restauración del monumento de 1973, interpretando la historiografía existente sobre la Torre hasta ese momento —que tenía como aportación más destacada «La Guía Histórica descriptiva de la Villa de Torrent» (1912) del que fuera primer cronista oficial de la población, Silvino Beneyto y Tasso—, planteaba que su origen era de «tiempo musulmán», aunque barajaba la posibilidad de que había sido reconstruida a mediados de XIV. Sin embargo, la interpretación de las pruebas del Carbono 14 realizadas en 2010 a dos fragmentos de madera de las agujas del tapial con las que se construyeron sus muros, que se realizaron como complemento a los trabajos arqueológicos, permitieron afirmar que el monumento fue construido en el siglo XII.
La restauración de 1976-1977
Los distintos usos y reformas que sufrió el conjunto a partir del siglo XVII marcaron la fisonomía del monumento y de su entorno. De hecho, en 1613, tras el aterramiento del foso defensivo, se construyó el primer «porxí» adosado a sus fachadas, que estaba formado por un pórtico destinado a carnicerías y otros usos y en los que estaría el origen del actual mercado de los viernes, como recogen Vicent García y Adrià Besó en el Plan Especial de Protección de 2004. Dos siglos más tarde, en 1844, la Torre pasa a destinarse a cárcel y la casa que tiene a sus pies a Sala de Audiencia del Juzgado de Primera Instancia del partido judicial. Por lo que en consecuencia, como recoge José Ramón Sanchis (1981), en 1849 fue objeto de una serie de obras de reforma para adecuarla a este uso, que tuvo como actuación más lesiva la apertura de una serie de ventanas rectangulares que cambiaron su imagen exterior. Además, interiormente también sufrió la compartimentación de sus espacios interiores, la colocación de rejas y el revestimiento con yeso de sus paredes.
A principios del siglo XX, entre 1908 y 1909, tras demoler el pórtico anterior y otras edificaciones adosadas, se llevó a cabo la ejecución del segundo «porxí» de la Torre de mayores dimensiones, cuya planta baja se destinó a mercado y su piso superior a juzgados. Éste para su construcción ancló también su estructura sobre las fachadas de la Torre, causando la erosión de las mismas en su superficie. Sin embargo esta imagen, a pesar de ser fruto de la transfiguración de un valioso monumento, es la más rememorada del conjunto. La misma perduró hasta que con el traslado del juzgado, el cierre de la cárcel y la construcción del nuevo mercado en 1968, se acabó por derribar ese «porxí» en enero de 1970. Esta «liberación» planteó a su vez la necesidad de una restauración del edificio, ya que su mitad inferior en consecuencia había quedado «descarnada» y presentaba numerosos desperfectos en el resto de la fachada, por lo que se encontraba en un deficiente estado de conservación.
Coincidiendo con este proceso de demolición la Corporación municipal «atendiendo al unánime deseo de los torrentinos», creó una Comisión con el fin de restaurar de la Torre y dotarla de un uso cultural como un museo. Ésta estaba formada, entre otros, por el alcalde Vicente Lerma, los dos cronistas oficiales de la población Vicent Beguer y Francisco J. Torrent y el aparejador municipal Antonio Salom. No obstante, a finales de 1970, Beguer sucedió a Lerma como alcalde y tomó el testigo en la presidencia de esta comisión para impulsar la actuación a través del Ministerio de Vivienda. La cartera de este departamento estatal la ocupaba entonces Vicente Mortes Alfonso, nacido en Paterna, condición que pudo contribuir al éxito de la petición. De hecho, Mortes y Beguer coincidieron el 30 de agosto de 1971 en la inauguración de la restauración de la Torre de aquella población.
El proyecto, presupuestado en 2.687.660,45 pesetas, fue redactado entre febrero y julio de 1973 desde la Sección de Restauraciones del Servicio de Monumentos y Conjuntos Arquitectónicos de la Dirección General de Arquitectura, como en la de Paterna, por el arquitecto Ramiro Moya Blanco, con la supervisión del arquitecto jefe Francisco Pons-Sorolla Arnau. Casualmente, cuando en junio de 1973 el ministro Mortes Alfonso fue relegado de su cargo, el inicio de las obras de restauración se retrasó hasta 1976, siendo ejecutadas por la empresa de Burgos, Construcciones Ortega.
Sin embargo, en contradicción con lo sucedido con la Torre de Paterna, en este caso no consta que la intervención fuese acompañada de forma simultánea de una petición por parte del consistorio de declaración como monumento a la Dirección General de Bellas Artes, por lo que la Torre de Torrent continuó protegida como fortificación de forma genérica por el Decreto de 22 de abril de 1949 del «Ministerio de Educación Nacional».
En la memoria del proyecto de restauración, Moya Blanco destacaba dentro del entorno de la fortificación la «Casa del Compte de Casal», donde se encontraba el bar conocido como «Ca' el Coixo», datándola como del siglo XVIII. Además añadía una premonición sobre que «sería lamentable que el desarrollo de la calificación urbana obligase a su desaparición» que finalmente se cumplió, ya que el ayuntamiento autorizó su derribo en agosto de 1992, a pesar de encontrarse protegida, quedando dañada de forma irreparable el entorno inmediato de la Torre. Décadas más tarde, en noviembre de 2010, el resto de edificaciones ubicadas en la misma manzana, que esta antigua casa señorial, con partes del siglo XVI fueron demolidas. De hecho, los mayores problemas que continua tendiendo la Torre se encuentran en su entorno, muy distorsionado desde los años 60 por la construcción de modernos edificios, la mayoría residenciales que llegan hasta las ocho alturas y la descontextualizan.
Como hemos comentado anteriormente, la intervención de 1976-1977 se enfrentó a un edificio en el que la mitad inferior de sus fachadas había quedado «descarnada» y con numerosas lesiones a consecuencia del derribo del «porxí». Por lo que se consideró necesaria la reposición de las partes faltantes hasta conseguir la planeidad de sus superficies, confiriéndole un más que discutible acabado «de mortero de cemento que ocultó las características constructivas originales del edificio», según el proyecto de restauración de la Torre de 2006 de Vicent Garcia. Aunque en cambio la memoria del proyecto de 1973 especificaba la realización de un «enfoscado y revoco de paramentos exteriores con cal teñida». De cualquier forma, este revestimiento afectó de un modo importante a la autenticidad de su imagen, que sumado a otros daños, hizo necesaria una segunda intervención en la misma tres décadas más tarde.
En lo referente a los huecos de fachada, en los planos del proyecto de restauración de los años 70 se observa que se dio prioridad a mantener la mayoría de las ventanas rectangulares abiertas en 1849, cuando se transformó en cárcel, y a mimetizar el resto de oberturas con éstas, aunque fuesen de mayor antigüedad. En el caso de las puertas, por un lado, se decidió cegar todas las existentes en ese momento, incluida la de la planta baja y, por otro, se recuperó el acceso primigenio al edificio en la planta primera de la fachada este, que venía definido por grandes bloques de piedra. Para su habilitación se construyó una escalera adosada a la fachada dispuesta sobre un arranque de ladrillo visto, al que le continuaban dos vigas de madera que llevaban, según la memoria, al «balcón de entrada de losas de piedra sobre ménsulas dobles, de forma parecida a las que se conservan con la misma función en la torre de Paterna».
A la altura de la terraza se proponía disponer una nociva capa de hormigón con tela metálica acabada con baldosas cerámicas a modo de pavimento, que desaguase a través de dos pares de gárgolas en las fachadas norte y sur, lo que acabó conllevando el ennegrecimiento de las mismas por la acción del agua de lluvia. En este mismo nivel, los mechinales dejados por la estructura de madera de los desaparecidos matacanes medievales, que se ubicaban en las cuatro esquinas de la fortificación, se cegaron y se redujo su dimensión de forma aleatoria. De hecho esta intervención planteaba la posibilidad de «rehacerlos en caso de tener las suficientes catas arqueológicas», lo que finalmente no se llevó a cabo de forma acertada. Además, probablemente debido a que como argumenta la memoria «no quedan a la vista restos claros del primitivo almenado», afortunadamente no se planteó su reconstrucción idealizada, como si sucedió en el caso de la Torre de Paterna.
En el interior se eliminaron los tabiques añadidos que la compartimentaban en algunas plantas, derivados del uso como prisión y sus paramentos «revestidos de gruesos revocos de cal» fueron picados concienzudamente para mejorar el agarre de un revestimiento a la «tirolesa» de acabado rugoso que se proyectó sobre sus paredes. En el caso de la escalera, ésta se completó en todos sus niveles ya que carecía de un tramo que llevase desde la planta baja a la primera y se demolió y ejecutó de nuevo el casetón de salida a la azotea.
Finalmente, esta serie de dudosas actuaciones hicieron necesaria una segunda restauración llevada a cabo entre abril de 2008 y septiembre de 2009, siguiendo el proyecto del arquitecto Vicent Garcia de 2006, en la que se trataron de revertir, en gran parte, los errores cometidos en la rehabilitación de los años 70. Esta intervención tomó como criterio principal devolver a la Torre su aspecto primigenio y fue acompañada de una rigurosa excavación arqueológica del subsuelo, que incluyó el estudio de la estratigrafía muraria de sus paramentos para datar todas sus fases constructivas, que no pudo profundizar en su empeño, por las agresivas reformas sufridas por la construcción en 1849 y en 1976. No obstante, se cubrió el foso del siglo XIV que envolvía a la Torre —excavado entre finales de 2004 y principios de 2005—, lo que fue cuestionado por el Consell Valencià de Cultura, al tener reconocido el mismo la categoría de Bien de Interés Cultural como parte integrante de la fortificación.
Para concluir cabe decir que el pasado 2013 se aprobó inicialmente el nuevo Plan Especial de Protección y de Reforma Interior del centro histórico de Torrent, que recoge la delimitación del entorno de protección de la Torre, necesaria desde su inscripción en 2001 como Bien de Interés Cultural por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Actualmente, el monumento se encuentra en proceso de musealización por parte del Ayuntamiento de Torrent, bajo la dirección y proyecto de la arqueóloga Lourdes Roca Fernández, que dirigió las excavaciones durante su última restauración. Éste va a contar con numeroso material gráfico y con los restos arqueológicos encontrados en las excavaciones llevadas a cabo durante la intervención de la pasada década. Es por ello que esta instalación tiene prevista su inauguración en las próximas semanas, lo que permitirá reabrir a la ciudadanía y ponerla en valor la Torre. Una excusa más para visitar esta construcción casi milenaria y poder entender su origen y su evolución a lo largo de la historia.
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