Burjassot celebró en la medianoche del Jueves Santo, frente a las puertas del ayuntamiento, el indulto de Enrique Lapeña García, que la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiación solicitó al Consejo de Ministros. Enrique revivió su libertad —que el Ministerio de Justicia firmó el pasado 27 de marzo— ante numerosos vecinos que acudieron a la ceremonia.

En presencia del alcalde de la localidad, Rafa García, y de miembros de la cofradía, fue el subdelegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Juan Carlos Valderrama, quien leyó el real decreto del Gobierno que aprobaba el perdón de este hombre que cumplía condena en el Centro Penitenciario de Picassent.

Tras la lectura de la orden de indulto, Enrique Lapeña tenía «la opción de preservar la intimidad» bajo un verduguillo, que usó en la procesión del Silencio, «o bien descubrirse», tal como indicó el subdelegado del Gobierno. Como hombre libre, Enrique no lo dudó y al instante se descubrió el rostro. El público congregado felicitó con una gran ovación a esta persona de unos 30 años, procedente de la provincia de Valencia, que, tal como unos días antes dijo la secretaria general de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiación, María José Peñalver, «cometió un error y se le concedió una nueva oportunidad».

Tras la ceremonia de liberación en la plaza del Ayuntamiento, Enrique Lapeña continuó desfilando delante del Cristo hasta la conclusión de la procesión en el mismo punto desde donde partió, la ermita de San Roque. Todas las cofradías del municipio participaron en esta tradicional marcha nocturna y arroparon a Enrique. Después, en un «embarronat» del patio de los Silos —junto a la ermita—, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiación preparó una reparadora chocolatada para todos los presentes. Enrique compartió unos momentos con vecinos y autoridades y finalmente, libre, marchó a su casa.

Desde la fundación del Santísimo Cristo de la Expiación en 1924, cuya sede se encuentra en la ermita de San Roque, el de Enrique Lapeña es el sexto indulto que la hermandad consigue. Cada año, con la colaboración del resto de hermandades y clavarías del municipio, el Cristo de la Expiación organiza la procesión del Silencio. Más de una treintena de costaleros, reclutados entre vecinos voluntarios, portan las andas con la talla del Crucificado, también conocido en el pueblo como el «Cristo del Gitano», a través de las calles adyacentes del santuario.

La historia de la hermandad

La primitiva imagen de la Hermandad del Cristo de la Expiación la talló en 1931 Juan Santiago Escobedo, un gitano de Ojiva (Granada) que se afincó en Burjassot. Antes de instalarse en el pueblo, el gitano realizó la promesa de que «allí donde eche mis raíces, haré una imagen copia de la de mi pueblo», según relata la historiadora Mercedes Fontelles en su libro «Ermita de San Roque».

Sin embargo, a principios de la guerra civil —1936—, Escobedo «fue encarcelado» en el local que ocupaba la Escuela de Artes y Oficios y, «desde allí, presenció la quema de la imagen»; el gitano, «dos días más tarde, fue hallado muerto en Paterna», cuenta Fontelles. La actual talla del Cristo de la Expiación data de 1948 y se realizó gracias a la nueva cofradía que fundó Tomás Villagrasa, hermano mayor del gitano.