Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La trasmisión generacional del «rossejat»

Centenares de hogares degustan el arroz típico torrentino, elaborado con una receta heredada de madres a hijas

La trasmisión generacional del «rossejat»

La cocina de Carmen Tormo, con 81 primaveras en sus manos, huele a Sant Blai. Una olla con caldo de cocido, una cazuela con arroz y gran bandeja con carne y embutido inundan de aroma el habitáculo donde la mujer va a preparar el «rossejat», un arroz típico torrentino que se degustó ayer en centenares de hogares del municipio con motivo de la festividad del 'sant de la gola'.

La preparación del «rossejat» comienza 'la vespra' con la elaboración del caldo. Pelota salada, ternera, garbanzos, chorizo, blanquet, costillas, rabo de cerdo, manitas y algún trozo de gallina se apelotan en una olla para, hervidos a fuego lento, sacar la sustancia que dará sabor al plato. «Llevo haciendo este arroz cada día de Sant Blai durante más de 60 años, cuando ya ayudaba a mi madre elaborarlo. Así aprendí de ella la receta», explica Carmen. Es el mismo día de la preparación del «rossejat», cuando, en frío, se deshuesa la carne y se corta la pelota salada. También se fríen unas morcillas en un aceite que luego servirá para mezclar el arroz crudo «para que no se apelmace», explica la mujer.

El toque de la pelota dulce

Poco a poco, Carmen va depositando sobre una cazuela, que recuerda que la compró su madre en Alaquàs hace más de sesenta años, todos los ingredientes. La guinda es la pelota dulce, unas bolas compuestas a base de almendra, yema de huevo, pan rayado y limón. «Estas las colocamos en un lateral porque hay gente que no le gusta que se mezcle la dulzor de la pelota con el arroz», comenta Mari Carmen, hija de la cocinera. Ahora solo falta llevarla al horno de enfrente de su vivienda, en la calle Ramón y Cajal, epicentro de la fiesta de Sant Blai, para cocerla. «Ya cuando vivíamos en el barrio de la Cotxera llevábamos la cazuela al horno de San Ramón porque entonces no teníamos horno en casa y ya después estas cazuelas no caben en los hornos de las casas. Además, el sabor no es igual. Es como la paella a leña, es diferente», reconoce Carmen. En ese momento, madre e hija recuerdan con cierta nostalgia los años en aquel barrio de Torrent, el oficio de tranviero del abuelo y pequeñas anécdotas de la familia.

Mientras se hace la hora para cruzar al horno, Carmen admite con pesar que cada año se le hace más difícil cocinar el «rossejat» para toda la familia. «Estoy mayor y ya necesito el relevo», asegura mientras su hija contesta rápido entre risas: «Pero luego no te creas que te deja hacer mucho. Siempre la tienes detrás controlando».

Carmen pone a calentar el caldo para ir al horno. Es aconsejable que todo esté caliente antes de hornearlo pero hoy solo pueden hacerlo con el caldo, dos tazas por cada una de arroz. Mari Carmen llega al establecimiento donde el trajín es máximo. «Hoy nos esperan más de cincuenta cazuelas», explica un empleado mientras mete una de ellas en el horno. Mari Carmen vierte con cuidado el caldo sobre su cazuela y recibe un ticket para ir a recogerla con el mismo número que han marcado sobre su recipiente con tiza. «En hora y media la tienes», advierte el trabajador.

A las tres de la tarde, Carmen junto con hijas, yernos, nietos y bisnietos se sientan a la mesa para degustar el «rossejat».

Compartir el artículo

stats