Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De la destrucción a la revitalización

«¿Qué pueblo es tan necio de renunciar a aquello que le ha dado la vida, a aquello que no ha hecho más que posibilitarle, enriquecerle?», se pregunta el investigador

L'Horta no es, en absoluto, una gran cosa sino una entidad histórico-patrimonial que nació como fruto de la cultura valenciana andalusí medieval. Y, sin duda, será la mayor herencia que recibirán todos aquellos pobladores que irán llegando a este fértil territorio a lo largo de nuestra historia. Pero, hoy, a comienzos de este nuevo milenio, cabe preguntarse si l'Horta sigue viva o, irremediablemente, se ha convertido en una realidad que ya nada tiene que ver con el nombre que la definía y la identificaba.

¿Acaso, el topónimo l'Horta ya no posee un referente real, es decir, aquel paisaje de fructífera huerta que tanto alabaron nuestros antepasados? Realmente, aún tenemos la suerte de poder afirmar que l' Horta es una realidad que sigue viva y que, aunque inconscientemente para la mayoría de los valencianos, continúa influyendo en nuestras vidas, pero ya de una manera un tanto tangencial, pues se ha ido produciendo una desmembración entre el hombre valenciano y su territorio, que ha llevado a una pérdida de sentido social, ético y político en la comarca de l'Horta.

Realmente, aunque no queramos verlo, en nuestro territorio, durante los últimos 50 años se ha ido produciendo una operación de cirugía estética territorial (autopistas, complejos comerciales, urbanizaciones, etc.) que ha engañado a nuestra percepción y a nuestra cordura. Sin embargo, si somos capaces de ir un poco más allá entenderemos que ahí siguen las entrañas de esa Horta que ha hecho de nosotros, los pueblos de esta comarca y el Cap i casal, lo que somos en la actualidad. Si nos olvidamos de nuestro patrimonio hortense nuestro presente no se sostiene, no se puede explicar y cae de bruces, dándose de morros con su cazurra visión de la realidad.

Presos de un irresponsable lapso de tiempo, desde 1950 hasta la actualidad, por un engañoso maquillaje territorial, hemos llegado a pensar como aquella paloma que creía, en palabras de Kant, que sin aire volaría mejor, pero simplemente cayo al no tener con que batir sus alas. Del mismo modo, nosotros, sin la huerta, simplemente perderemos las referencias y nuestros pueblos se convertirán en lugares en los que una aglomeración caprichosa de gente actuará esclava de su terrible ignorancia, con calamitosas e irreparables pérdidas sociales, económicas, culturales y medioambientales.

Un «pueblo suicida»

Pero, ¿qué pueblo es tan necio de renunciar a aquello que le ha dado la vida, a aquello que no ha hecho más que posibilitarle, enriquecerle? Nosotros estamos a un tris de convertirnos en dicho pueblo suicida, que está a punto de renunciar a su potencial histórico-patrimonial-identitario-posibilitador. En realidad, no existe ninguna contradicción entre nuestro legado histórico, nuestro presente y nuestro futuro. Al contrario, entre ellos existe un esencial nexo de unión, que forma el organismo histórico-vital-cultural-social de l'Horta, aunque algunos nos quieran hacer creer lo contrario, que podemos dominar y reconducir, siempre que nos impliquemos en conocerlo y nos arriesguemos a amarlo, porque queremos pasar de habitantes a comprometidos ciudadanos, y de simples e ineptos gobernantes a solidarios y competentes políticos.

Estamos ante uno de los momentos más esenciales de Nuestra Historia, porque dependiendo de nuestra crucial decisión dejaremos de ser lo que somos o nos enriqueceremos asumiendo nuestro legado histórico-patrimonial para crear un Horta digna del siglo XXI. Nos encontramos ante un momento de transición-destrucción en el que dependiendo de la bifurcación que tomemos podemos impulsar l'Horta del tercer milenio o podemos hacer desaparecer l'Horta como territorio, paisaje y comarca.

Progreso con identidad

A lo largo de toda una serie de artículos, que iniciamos el pasado 29 de enero con el especial dedicado al patrimonio de l'Horta, reflexionaremos y daremos pautas para que nuestro cuerpo histórico-cultural cicatrice las letales heridas que comenzaron a asestarle, antihistóricas e inhumanas puñaladas, desde la segunda mitad del siglo XX y aún persisten. Revitalizando un Horta que progresa sin renunciar a la identidad ni a la sostenibilidad patrimonial.

Compartir el artículo

stats