La historiadora valenciana Fernanda Romeu fue la primera que puso en valor la figura de las 13 Rosas, el grupo de jovenes pertenecientes a la Juventudes Socialistas Unificadas que fueron fusiladas el 5 de agosto de 1939 junto a una tapia del cementerio de la Almudena de Madrid.
La investigadora, en sus estudios sobre la lucha antifranquista de la mujer, se topó por casualidad con el tío de Julita Conesa, una de las integrantes de aquel grupo. Entre la documentación que recibió se encontraba la correspondencia que la joven enviaba a su familia desde prisión, incluida la última misiva en la que se despedía de los suyos tras saber su sentencia a muerte. La historia de Julita Conesa y sus doce compañeras se convirtió en uno de los capítulos de El Silencio Roto, poniendo en relieve la historia de las 13 Rosas. Luego llegaron otras publicaciones, más literarias que documentales e históricas, e incluso una película.
Esta semana Quart de Poblet dio a conocer el resultado del proceso participativo para elegir entre 24 mujeres a ocho para renombrar sendas calles franquistas del municipio afectadas por la Ley de Memoria Histórica. Entre las escogidas, la opción más votada fue la de las 13 Rosas. Romeu dijo alegrarse «muchísimo pensando en ese grupo de mujeres, pero como ellas murieron muchas más en historias que no son conocidas. Parece que ellas fueron las únicas heroínas pero fueron cientos, miles las mujeres fusiladas, ejecutadas o dejadas en las cunetas». Aun así, la investigadora destaca que es «muy importante» que las 13 Rosas tengan una calle en Quart «como símbolo de la lucha de las mujeres contra el franquismo» pero «sin olvidar que hay historias estremecedoras de otras mujeres», insiste.
Romeu, que lleva más de 25 años investigando en torno a la Memoria Histórica, espera que esta iniciativa y el apoyo de la ciudadanía para reconocer a las 13 Rosas «sirva para que las administraciones trabajen en la recuperación de la Memoria Histórica» ya que «han paso muchos años desde que concluyó la guerra y en este país sigue habiendo muchos prejuicios». Y recuerda que su libro, que abrió el camino a otros historiadores que estudiaron el papel de las mujeres antifranquistas, «no lo querían publicar muchas editoriales ya que no interesaba el tema de la memoria y si lo protagonizaban mujeres, menos aún».
