Cuando a las 12.00 horas Mª Carmen Ferrer ve subir al autobús 31 a la comitiva oficial de personas sonrientes y fotógrafos, se asusta un poco y pregunta si se tiene que bajar. «No señora, no se preocupe „le contestan„. Esto es un acto porque hemos recuperado el antiguo trayecto de la EMT hasta el final de la Patacona». «Ah, muy bien, ¿pero llegaré a tiempo para recoger a mi nieto, no?». Mª Carmen se queda tranquila cuando le explican que el único cambio es que la línea ahora mide 1,2 kilómetros más y que esto sólo le añade unos cinco minutos a su viaje. «Es que como tengo que bajar en Blasco Ibáñez...».

A su lado, de pie, están la consellera de Vertebración del Territorio, María José Salvador; el alcalde de Alboraia Miguel Chavarría, y el concejal de Movilidad de Valencia, Giuseppe Grezzi, que ha recibido a los dos primeros dentro del autobús, como si, además de edil y presidente de la EMT, fuera también el revisor. Grezzi „que hace un par de semanas no acudió a la inauguración de la línea de Metrobús entre el Mercat Central y Mislata„ sonríe como quien lleva un regalo a sus parientes del pueblo. Eso sí, el regalo „la vuelta del servicio de bus de Valencia a Moncada, Vinalesa y Paterna y la recuperación del antiguo trayecto hasta el final de la Patacona, que Rita Barberá eliminó en 2012„ se lo ha pagado otro pariente (la Generalitat) y le ha costado 304.000 euros.

A las 12.04 el 31 llega a la parada del final de la Avenida Mare Nostrum. Hacía cuatro años que esto no sucedía y un grupo de ancianos sale de la residencia situada frente a la parada para saludar a la comitiva. Los ancianos no suben, pero sí lo hace el doctor Jorge Mira, médico en la Fe desde hace décadas y que en ocasiones se acerca hasta el ambulatorio de la Patacona para visitar. «Esto es cojonudo „afirma, refiriéndose a la recuperación de las antiguas paradas„. Desde que las quitaron me ha tocado andar todo el trecho que hay desde la otra parada hasta el ambulatorio. Y en verano caminar un cuarto de hora bajo el sol es inaguantable».

Luis Perales, jubilado también, presume de que a él lo de andar un cuarto de hora para coger el autobús apenas le supone esfuerzo. «Pero a la gente mayor sí, y eso no es justo. Aquí en la Patacona viven 4.000 personas. Que hasta ahora dijeran que no era rentable pagar para que recorriera un kilómetro más dice mucho de nuestro políticos, que son todos iguales». «Pero esos eran los políticos de antes», le apunta un miembro de la comitiva oficial. «Claro, claro», acepta Luis.

Salvador, Chavarría, Grezzi y el resto de concejales, gerentes, asesores y medios de comunicación bajan en la avenida Malvarrosa. En la parada de la calle Doctor Lluch espera a que pase el 31 Esperanza Díaz, que desde hace 16 años vive en la Patacona. «Ayer me dijo el conductor que desde hoy ya no tendría que andar para llegar a mi piso, pero no me lo creía. Tengo vecinas que han vendido su casa porque no podían andar todos los días para poder coger el autobús e ir a comprar a Valencia. Es que en la Patacona no hay nada y esto en invierno da miedo».

Dentro del bus que ha cogido en la plaza Honduras, Ruth Navarro, estudiante de 1º de Peluquería en el IES de la Patacona, grita de alegría cuando le comunican que desde ahora podrá bajar justo en frente del instituto. «El año pasado recogimos firmas pero no nos hicieron ni caso». «¿Pero Alboraia paga o no paga?», pregunta una pasajera que agarra con fueza su bolso. «No paga, no. Y por eso se lo quitó Valencia, que yo lo pregunté», le contesta Julia Pérez, extrabajadora del consistorio valenciano. «¿Cómo que no pagábamos? „tercia Vicenta Castaño, vecina también del barrio alborayense„ ¿Que con el billete que pagamos todos los días no tenían suficiente? Porque a nosotros no nos hacen bono de jubilado como a los de Valencia, eh...».