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Las 69 banderas del CEU que cambian el color a Moncada y Alfara

La llegada de 2.000 estudiantes extranjeros a la universidad agita el mercado inmobiliario, llena los comercios y anima a los hosteleros a adaptar sus ofertas

Las 69 banderas del CEU que cambian el color a Moncada y Alfara

Durante años la UCH-CEU se había limitado a dar prestigio a Moncada y a Alfara del Patriarca, como municipios con centro universitario en su término municipal. La línea 1 del metro era el cordón umbilical que alimentaba a sus facultades de estudiantes de la capital, los pueblos y algunos foráneos residentes en la ciudad, pero que también aislaba a estas dos localidades de cualquier impacto de sus miles de estudiantes. El giro a la internacionalización promovido por la dirección del CEU ha tenido un efecto espectacular en la vida de los municipios. La universidad calcula que de los cerca de 7.000 estudiantes del campus, el próximo curso 2017-2018 alrededor de un tercio (más de 2.000) serán extranjeros.

Esta «internacionalización» de la universidad y, por consiguiente, de los dos municipios en los que se integra, es un fenómeno reciente y con una implantación rapidísima. «Hasta hace 5 o 6 años éramos una universidad local -reconoce Iñaki Bilbao, vicerrector de Relaciones Internacionales de la UCH-CEU- El 99 % de los alumnos eran nacionales, de València y alrededores, entre otras cosas porque éramos la única universidad privada de la Comunitat Valenciana». Todo cambió cuando al CEU le salió competencia y tuvo que buscar nuevos mercados. «Hace 6 años vino un grupo de taiwaneses a estudiar odontología y después vino un grupo de franceses a estudia fisioterapia a raíz de dos hermanos que habían venido y les había gustado». Estos dos grupos fueron, sin duda, las semillas de esta universidad cada vez más internacional. De los alrededor de 2.000 alumnos extranjeros del CEU, 777 provienen de Francia y 219 de Taiwan.

Tal como destaca Bilbao, el crecimiento exponencial del alumnado foráneo tuvo una rápida respuesta entre los comerciantes y empresarios de Moncada y Alfara. «Los bares empezaron a traducir sus cartas al francés y al inglés, las agencias inmobiliarias contrataron a gente que supiera idiomas y los propietarios de pisos y locales se pusieron en contacto con la universidad para ofrecernos pisos para estudiantes».

Pisos y chalés de estudiantes

No hay orden de la vida de Moncada, con alma de ciudad dormitorio, que no se haya visto afectado. Los datos de jóvenes de entre 18 y 27 años censados (y no todos los estudiantes que residen allí se han inscrito) sorprenden hasta la propia alcaldesa Amparo Orts: 302 franceses, 60 chinos, 32 británicos, 16 suecos, 15 italianos, 25 hondureños? Y así hasta 58 nacionalidades representadas. «El impacto está siendo muy favorable en todos los ámbitos. Están invirtiendo en el municipio, comprando en los comercios, utilizando las instalaciones deportivas», celebra la alcaldesa.

Lo de la inversión es en sentido estricto. Carmen Pérez, de la inmobiliaria Entrehogares, situada en plena «frontera» entre Alfara y Moncada y a escasos metros de las distintas instalaciones del CEU, reconoce que los expatriados, y principalmente los estudiantes extranjeros, se han convertido en una de las principales «patas» de su negocio. Tanto es así que los empleados han de dominar cuanto menos el inglés y que parte de la publicidad estática que ofrecen en ambas localidades apela directamente a los universitarios.

«Desde hace unos cuantos años se ha notado una subida en la demanda de viviendas por parte de los estudiantes, sobre todo franceses, taiwaneses e ingleses, y de estos últimos muchos de origen hindú o paquistaní -señala Carmen-. Y buscan cosas diferentes a los españoles. Estos quieren sobre todo pisos compartidos, en cambio los extranjeros prefieren vivir solos aunque sea en pisos más pequeños».

Esta particularidad del joven cliente foráneo de las inmobiliarias de Moncada y Alfara denota un poder adquisitivo más alto que el del tradicional universitario que estudia fuera de su ciudad. «No son la mayoría pero tenemos casos de estudiantes del CEU que en vez de pedirnos un piso nos piden un chalé en Masías. E incluso tenemos algún caso de estudiantes de veterinaria que nos han pedido una casa con un espacio habilitado para poder traer a su caballo».

En un año, como en un deja vu de los tiempos del boom, hasta tres inmobiliarias han surgido como setas a pocos metros del CEU. «Están invirtiendo», constata Elvira, de la inmobiliaria Edetania. Por precios, explica, Moncada y Alfara son asequibles a perfiles como el francés. Muchos padres compran la casa para su hijo con la expectativa de, tras la estancia, mantenerlo en alquiler o venderlo. Sin llegar a términos extremos como burbuja inmobiliaria o crisis de habitabilidad, desde el sector sí reconocen una subida de precios. Y, sobre todo, una preferencia por parte de los propietarios que amenaza con desplazar a los jóvenes locales en busca de vivienda. «La única solución es que vengan promotores», señalan desde Edetania. Hay interés. El ayuntamiento reconoce que en los últimos tiempos han llegado dos ofertas para levantar un colegio mayor que, por motivos urbanísticos o desacuerdo entre promotor y propietario, no han cuajado.

«Esmorzars» y fiestas cerradas

El inmobiliario no es el único sector con impacto. Rubén García, del restaurante Wall Street, ha traducido su carta de hamburguesas al chino para la nutrida colonia taiwanesa. Ha encontrado un nicho de mercado gracias a la compacta colonia asiática, que se acaba de mudar a otra zona del municipio. «He llegado a tener 15 ó 20 al día -señala-. Es gente amable, muy introvertidos, cero problemas».

La hostelería, de hecho, es el ámbito que más lo nota en el día a día. El pub El Mur de Moncada ha encontrado en la colonia francesa y taiwanesa un público complementario. Este curso, apunta Vanessa, gerente del local, han cerrado tres noches para celebrar fiestas privadas de cumpleaños o de bienvenida de estudiantes.

La cafetería el Parquet abrió sus puertas en 1999, cuando estaban terminándose las obras del nuevo aulario de Alfara. A diferencia de otros bares de la zona, este nació para dar servicio a los universitarios y durante muchos años, prácticamente el 100 % de la clientela era «nacional». Pero, según explica Marco, actual encargado del establecimiento que fundaron sus suegros, ahora ya la mitad de los clientes son «de fuera». «Está de categoría porque nos han salvado cuando la crisis había hecho bajar la clientela», señala Marco.

Lo curioso es que, en este caso, el bar no se ha adaptado a la clientela foránea sino que ha sido la clientela foránea la que se ha adaptado al bar. «Al principio tradujimos las cartas al inglés y al francés, pero ya hace tiempo que no nos las piden porque ya saben lo que quieren. Les encanta el bocadillo de tortilla de patata e incluso se han acostumbrado a venir a almorzar a las diez de la mañana». El dueño de El Parquet sólo ha notado una gran diferencia entre sus clientes expatriados y los valencianos: «vienen a la misma hora a comer que el resto y piden lo mismo, pero se van mucho más rápido. Lo de quedarse a hacer sobremesa no va con ellos».

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