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Patrimonio

«Seguimos sin valorar la huerta»

Los estudiantes de la UPC estudian la agricultura valenciana y proponen su revaloración para evitar el abandono de las tierras

«Seguimos sin valorar la huerta»

«Amparo, vecina de Albalat dels Sorells, heredó hace unos años las tierras de su padre. Ella, que no conoce la labor de cultivo porque no le fue transmitida por su familia, externaliza las labores de la tierra hasta que no pueda hacerse cargo de su mantenimiento y venda -o la abandone. Ella, como todos, decide dejar de invertir cuando el resultado es siempre la pérdida».

Así explicaba ayer el profesor Vicent Sales el abandono de las tierras agrícolas de València durante la ruta organizada por una cuarentena de estudiantes de arquitectura de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) por la huerta valenciana, tal como adelantaba ayer Levante-EMV.

La historia de Amparo es el ejemplo que utiliza el profesor para explicar la realidad de cientos de personas que dejaron sus parcelas de cultivo porque, con el paso de los años, la agricultura se convirtió en sinónimo de endeudamiento. ¿El resultado? Un paisaje artificial creado años atrás por la mano del hombre y abandonado, ahora, por el mismo.

«La huerta valenciana es el paisaje natural periurbano más grande de Europa, un espacio antrópico únicamente interrumpido por la ciudad de València, un patrimonio natural transformado con la gente que lo puebla hace ya centenares de años. Es un espacio necesario con el que tenemos la obligación moral de ayudar a que sea preservado». Artur Tudela, profesor doctorando en la UPC, habla así de un espacio que ha dejado de ser valorado por sus habitantes.

«Si los valencianos tan solo se girasen hacia la huerta y vieran la riqueza que poseen, comenzarían a valorar lo que esta significa. Con ello, el problema de base quedaría resuelto».

Y es que cuando los alumnos de la UPC pusieron un pie sobre las tierras de Albalat dels Sorells encontraron, como esperaban, una realidad nada halagüeña. «Estos campos están ya abandonados, o en vías de ser abandonados», denunciaba Sales.

Según Tudela, la falta de relevo generacional, unido a la infravaloración de la huerta periurbana y a una sociedad globalizada que ha decidido abandonar el duro -y mal pagado- trabajo del campo y emigrar a la ciudad para obtener empleos de «mayor cualificación», fueron los desencadenantes para que la situación que ayer experimentaron los estudiantes de la UPC sea cada vez más real.

También la infravaloración, contaba Sales, ha hecho que «exportemos nuestros productos y que, para conseguir lo que ya estaba en València, nos veamos obligados a importar los productos de países como Sudáfrica. Es un sinsentido».

El cambio en la mentalidad agrícola, según el profesor, ha sido brusco. «Es cierto que la producción cítrica vive en una continua crisis, pero lo que en un principio era una agricultura de autosuficiencia alimentaria, que fomentaba la viabilidad económica de los pueblos que la rodeaban, se ha convertido ahora en una agricultura de exportación».

Asimismo, la migración masiva del pueblo a la ciudad provocó la crisis de relevo generacional y, por consiguiente, el desconocimiento de la agricultura entre los vecinos de València. «Muchos continúan pensando en el agricultor como una persona sin cultura y fuera de la civilización. Nadie quiere ser juzgado de esa forma, así que los hijos de agricultores huyen a las ciudades en busca de nuevos trabajos para evitarlo», comenta Tudela.

¿La solución? Reinventarse y repoblar, según Miguel González, natural de Salamanca y estudiante de la UPC: «Si repoblamos los pueblos atrayendo a jóvenes a que estudien en ellos, podremos fomentar la lógica reproductiva con la que aumentaría la producción de alimentos y el autoconsumo de sus habitantes».

Vicent Marco Martí ya lo hizo hace quince años. Nuevo molinero del pueblo, compró el edificio a sus 32 años para reformarlo, vivir en él y cultivar las tierras que un largo bagaje familiar le dejó. «Es un trabajo duro», confiesa, «pero necesario para evitar que todo lo que tengo alrededor sea abandonado o vendido para construir nuevas infraestructuras».

Así, Guillermo Palau, profesor en la Universitat Politècnica de València asegura que «tenemos que darle importancia a la innovación. Mermelada de naranja, patatas fritas de València... El mundo cambia y la agricultura debe hacerlo con él si quiere obtener resultados. Hay que revalorizar lo que tenemos, recordar a los valencianos lo esencial y necesario que son estas tierras. Fomentar el autocultivo, el autoconsumo y que, en época de crisis como la que hemos vivido, la agricultura vuelva a ser el incentivo económico de los pueblos».

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