El barrio de la Coma en Paterna comienza el día tranquilo. El sol asoma a primera hora de la mañana y poca gente pasea por sus calles si no es para llevar a los más pequeños al colegio. La calle Foios no es una excepción. Descansa dejando entrar por las ventanas, tímidamente abiertas, el sol que desprende Lorenzo. Todos los edificios menos uno. Camuflada entre las construcciones públicas homogéneas y «aladrilladas» se divisa una finca en la que esperan dos señoras. Son Mari Carmen y Luisa, las representantes de la comunidad, la misma que lleva, según explican, dos meses sin ascensor. La misma que tiene, en sus ocho pisos y sus treinta y dos viviendas, más de 22 vecinos enfermos, mayores y con movilidad reducida.

«Cerraron el ascensor por riesgo de desplome y por su mal estado. De eso hace casi ya dos meses y, desde entonces, esto es una barbaridad, no se puede aguantar», cuenta Mari Carmen. Tal como afirma, en el momento de la avería ellas informaron a la conselleria de Vivienda y tardaron algo más de un mes en «tener listo todo el papeleo». «Resulta que tenían que pedir a la empresa adjudicada que cambiara las piezas que hiciera falta», y así lo hicieron. Sin embargo, explica, a pesar de que la institución pública ya ha realizado los procesos burocráticos y ha pedido a la empresa que cambie las piezas, «ahora la empresa dice que no tiene las piezas, que las ha de fabricar», lamenta Mari Carmen. «¿Y nosotros qué? Que vayan a buscarlas a cualquier sitio de España...aquí no aguantamos más», dicen ambas mujeres mientras señalan el ascensor en desuso. «Sube, sube y verás».

Luisa y Mari Carmen matizan que aunque los primeros pisos son los que «menos lo sufren» por no estar a tanta altura «conforme subes y subes escaleras, tu cansancio va en aumento y las situaciones son cada vez peores». Y eso llevan denunciando desde el primer día «somos el terror de la conselleria», bromean. Entre piso y piso, al subir y bajar escaleras, los vecinos se lo agradecen: «Han sido ellas, que pelean para que nos arreglen la avería, porque así no podemos seguir», comenta un vecino.

Llegaron al octavo. En esta última altura viven María y Manolo. Él, desayunaba ayer un sandwich mixto con un vaso de agua conectado a un aparato respiratorio. Lleva 2 meses sin poder salir de casa. No puede caminar. «Cada vez que tengo que ir al médico ha de venir una ambulancia para llevarme y traerme». «Es inaguantable», dice el mayor. «¿Por qué cuesta tanto? No nos pagan ni un grial», lamenta. Su mujer, María, tampoco lo tiene fácil. Camina en «taca-taca» y solo puede bajar las escaleras con ayuda de alguien pues con el aparato para andar es «completamente imposible».

En ese mismo piso también vive Juan Mendoza, quien subía ayer, poco a poco, las escaleras hacia su casa tras dejar a su hijo en el instituto. «Tengo un linfoma de Hodgkin y estoy enfermo del corazón. Tuve cáncer y la quimioterapia me perjudicó el corazón y el hígado. No sabes el esfuerzo que supone para mí subir cada día ocho plantas de escaleras», lamenta, fatigado. Asimismo, explica que vive con su madre de 78 que está coja. «La pobre no puede andar, y no es la única. En esta finca hay personas con andadores». Juan está cansado, pero saca su conclusión: «Es increíble lo que está pasando, no puede ser».

Jessica, una joven madre, vive justo en frente de Juan. Tiene cuatro hijos. Ayer atendió a Levante-EMV con la pequeña, de un año de edad, en brazos. La mayor, en cambio, tiene 11 años y una discapacidad que le impide caminar con normalidad. «Tiene una discapacidad y he de subirla y bajarla cada día para ir al colegio. Con la compra, igual. Me muelo la espalda». En el piso siete, dos vecinas han tenido que irse a casa de familiares en Palma de Mallorca y en Londres hasta que el problema se solucione. Mientras tanto, el edificio de la calle Foios del barrio de la Coma sigue sin ascensor y los vecinos a esperas.