La playa les da la bienvenida y el mar les acoge. No importa la edad, el sexo, la clase social o las dificultades físicas. En el surf de la Patacona, en Alboraia, no hay barreras. Lo primero es ponerse el neopreno. Luego, los surferos tocan la arena, en la que monitores y voluntarios explican los movimientos básicos para subirse a la ola. A partir de entonces, la suerte (y la diversión) está echada.

Lo particular de esta práctica extendida en deportistas de esta disciplina es que las personas de las que hablamos tienen diversidad funcional o están en riesgo de exclusión social. «No es habitual que estos colectivos tengan acceso al surf, pero intentamos que no haya barreras y que todos podamos disfrutar de nuestra pasión».

La escuela Mediterranean Surf School lleva un año ofreciendo jornadas inclusivas para estos dos colectivos y lo hace con la ayuda de la ONG Kind Surf, una iniciativa que financia el proyecto. «Con el paquete económico que nos da Kind Surf nosotros podemos becar a ocho alumnos que dan clase una vez a la semana durante tres meses», explica Violeta Alarcón, de la Mediterranean Surf School. «Por otra parte, la financiación también nos permite subvencionar a tres asociaciones de personas con diversidad funcional para disfrutar de una jornada de un día haciendo surf», apunta. Las actividades que realiza la entidad surfera permiten que personas con autismo o sordoceguera, por ejemplo, puedan practicar este deporte así como que sectores de la sociedad con pocos recursos que, en condiciones regulares no podrían permitirse pagar clases de surf, puedan practicar la disciplina.Cada cierto tiempo organizan uno de estos encuentros de surf. El pasado sábado fue uno de esos días afortunados, alrededor de veinte alumnos acudieron a la última jornada celebrada en la que los voluntarios y monitores compartieron un día de surf con ellos. «Vinieron los participantes que están en el programa de continuidad, que reciben clases particulares, entonces reunimos a las familias para que se conocieran. Fue un momento bonito, donde conocieron a la fundadora de Kind Surf, Almudena Fernández».

Tras una intensa sesión deportiva en el mar, celebraron una merienda con los monitores y los voluntarios. «Como una gran familia», detalla una de las voluntarias.

Esta iniciativa inclusiva surge porque, según explican desde Mediterranean Surf School, «el ocio y el deporte es algo que estos colectivos tienen apartado porque las familias tienen muchos costes que asumir. Son dos disciplinas que se quedan descolgadas». Por eso, afirman, «es tan importante dar visibilidad y que las personas puedan encontrar un espacio donde desarrollarse».

Asimismo, uno de los objetivos de estas jornadas con personas con movilidad reducida y en riesgo de exclusión social es abrirles las puertas al deporte y, en concreto, al surf. «Al igual que yo me siento a gusto en la playa , es necesario que ellas también tengan ese acceso, que no se les cierre las puertas por falta de información, o desconocimiento», añade Alarcón, que ha trabajado en el ámbito social gran parte de su carrera. La sociedad -continúan desde la escuela deportiva- no incluye siempre a estos colectivos que se quedan «descolgados». Las ganas de pasarlo bien están siempre. La continuidad con la que se realizan las jornadas da tiempo a que los alumnos y alumnas lo echen de menos. Y cuando llega el día... es «un festival del surf», aseguran.