Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los cambios sociales y la primera venta del Castell d'Alaquàs

el mes de febrero de 1889, los nietos del marqués Giuseppe Manfredi y Pardo de la Casta que residían en Milán y Pavía (Italia), vendieron en Alaquàs varias casas, más de quinientas hanegadas de tierra y sobre todo el Castillo Palacio; en la misma venta se enajenaron también todas las propiedades que les quedaban en España (en Bolbaite y en Murcia). El comprador, Julio Giménez Llorca (1847-1926), era un contratista de obras públicas, residente en Valencia y hasta aquel momento administrador también de los bienes de los herederos del marqués.

Las propiedades puestas a la venta estaban vinculadas al mayorazgo de Alaquàs, fundado a principios del siglo XVI por los Martí de Torres y García de Aguilar; y durante casi cuatrocientos años, bajo la protección de leyes que defendían la vinculación, aquellos bienes inmobiliarios permanecieron unidos a través de los sucesivos herederos de los fundadores. Sin embargo, ahora, a punto de iniciarse la última década del siglo XIX, y gracias a las leyes abolicionistas liberales, los herederos del marqués habían decidido vender aquellas propiedades.

Giuseppe Ignacio Manfredi (c. 1785-1849), el último marqués de la Casta, y Julio Giménez Llorca, la persona que adquiría los bienes, encarnaban dos tipos de personas con visiones del mundo diferentes: el primero era un fiel representante de la nobleza en la que el linaje, su linaje, había estado definido por unos códigos de comportamiento personal basados en la jerarquía y en los privilegios eternos?, pero sobre todo su poder se había sostenido en unas propiedades inmobiliarias que la memoria colectiva le reconocía, pero que ahora la legislación liberal del siglo XIX había alterado.

Julio Giménez Llorca en cambio representaba el hombre nuevo, el personaje cuyo éxito aplaudía y propiciaba la nueva legislación y que buscaba, y en muchas ocasiones obtenía, un beneficio rápido de la compra y la venta exitosa de bienes inmobiliarios.

En el centro de aquella venta de 1889 figuraban los palacios de Alaquàs y de Bolbaite, ambos propiedad de los marqueses. La venta de aquellas casas solariegas por parte de los Manfredi y la compra de ellas por parte de los Giménez escenificaba una visión actualizada del mundo en la que se cortaba con el pasado y se empezaba a elaborar un relato liberal, nuevo, donde la libertad individual y la propiedad personal eran la esencia.

Estos días he releído «El Gatopardo», el texto de Giuseppe Tomasi de Lampedusa (1896-1957); les aconsejo que lo relean también ustedes; encontrarán más semejanzas de las que piensan entre el mundo aristocrático de los Salina y de los Manfredi; entre la inteligencia y la disposición al negocio del alcalde Calogero y Julio Giménez. Después de releer la novela comprenderán mucho mejor las razones por las que se vendió a finales del siglo XIX el Castillo Palacio de Alaquàs; de paso también comprobarán la influencia de los cambios políticos y legislativos en la historia de las personas, también en la de los edificios.

Compartir el artículo

stats