Los túneles excavados en las entrañas del monumento de los Silos de Burjassot en la última guerra civil española (1936-1939) constituyen un capítulo más sobre la historia de este conjunto arquitectónico que durante centurias, desde su construcción a partir de 1573 destinada al almacenamiento de grano, fue una de las infraestructuras económicas más importantes del país.

Tras el reciente redescubrimiento de un túnel de acceso a dos de los silos después del derrumbe de una parte del muro noreste del monumento, la asociación Amics i Amigues de les Sitges, a través de los historiadores Ángel López y Robert Blanes, ha elaborado un trabajo sobre el origen y el uso que se dio a todos los pasadizos subterráneos cavados en el monumento en la época de la contienda civil.

La entidad considera que este hallazgo "no es ninguna novedad", ya que en 1997 el Boletín de Información Municipal publicó que López y Blanes accedieron a esa galería descolgándose "con material de escalada por los 12 metros que separaban la boca y el fondo de uno de los silos, y desde este a la galería y al silo contiguo". Entonces ya se pudo comprobar "la excelente factura de ambos depósitos, números 25 y 29, construidos mediante fábrica de sillería de gran calidad y comunicados entre sí mediante una galería en forma de T", a la que, antes de ser tapiada tras la guerra civil, se podía acceder por el paseo Concepción Arenal.

Para abordar el origen de estas galerías, Amics de les Sitges se ha documentado en varios libros, entre los que cabe destacar "Las Fuerzas Armadas en el Burjassot de la 2ª República", de Santiago López, y "Burjassot durante la II República", de María Amparo López.

Cuando se construyeron los Silos, a partir del último cuarto del siglo XVI, cada uno de los silos era totalmente independiente, ya que su función era la de conservar el trigo, y para ello era primordial aislarlo del aire, la humedad y los insectos, factores que podían malograrlo. Los silos son una especie de pozos con forma de redoma o tinaja, excavados unos y construidos otros, en una loma cercana al primitivo núcleo urbano de Burjassot. A lo largo de toda su historia "fueron frecuentes las actuaciones para asegurar su integridad" ante los daños que causaban las inclemencias y el propio paso del tiempo.

La historia de los túneles en el conjunto monumental arranca al poco de iniciarse la Guerra Civil, cuando el traslado a València del Gobierno de la República convirtió esta ciudad y sus alrededores en objetivo preferente de la aviación del bando franquista, especialmente la italiana, que desde Mallorca hacía frecuentes incursiones para bombardear objetivos estratégicos.

La privilegiada localización de los Silos, situados a cierta altura sobre el nivel del mar (equivalente a la plataforma superior del Micalet), a escasa distancia de València y, sobre todo, sin construcciones en altura que impidieran las vistas hacia la costa, la convirtieron de inmediato en un punto estratégico donde la Defensa Especial contra Aeronaves (DECA) situó un fonolocalizador.

Este primitivo artilugio, compuesto por un armazón móvil con cuatro bocinas, permitía la localización de las aeronaves mediante el sonido. Gracias a este y otros aparatos similares situados en puntos estratégicos alrededor de Valencia (por ejemplo, el Vedat de Torrent) se pudo conformar un sistema de alerta temprana que permitía detectar la presencia de aviones enemigos al poco de su despegue. En caso de alarma, se informaba de inmediato, por vía telefónica, a la central de la DECA, situada en lo alto del Micalet. Burjassot también contaba con una sirena, situada en la torre miramar de un edificio cercano, situado en la inmediata plaza del Ayuntamiento, que podía hacerse sonar en caso necesario.

El destacamento militar que servía el fonolocalizador ubicado en los Silos estaba acuartelado en un pequeño convento que había servido como escuela infantil, situado en Burjassot, en la barriada de Cantereria, y para llenar los tiempos muertos se les impartían en los propios Silos clases de mecánica, para lo que utilizaban un viejo automóvil, además de las propias de su cometido. Pero, obviamente, los Silos se habían convertido en un objetivo militar, por lo que se acordó que estos soldados, apoyados por civiles, acometiesen la construcción de una serie de túneles que permitieran convertir algunos de estos silos en refugios y/o almacenes.

A partir de 1937, el Consejo Municipal puso en marcha el Comité Local de Defensa Pasiva, cuya misión era la construcción de refugios y trincheras, destinados fundamentalmente a la población civil. Esta tarea fue adquiriendo mayor importancia conforme avanzaba la guerra, llegándose a construir un total de 14 refugios públicos, distribuidos por todo el casco urbano, además de un buen número de refugios privados.

La construcción de refugios no era sencilla, y el Consejo Municipal estableció una tasa para sufragar los gastos de construcción (una peseta por cada cabeza de familia) además de establecer la "jornada de trabajo gratuito", normalmente el domingo, para ayudar en esa dura pero solidaria tarea, lo que originó no pocos conflictos.

Gracias a los testimonios recogidos por Santiago López en su libro "Las Fuerzas Armadas en el Burjassot de la 2ª República", es sabido que en las tareas de construcción de las galerías de los Silos también participaron soldados del propio ejército republicano, procedentes de "batallones disciplinarios", es decir, destacamentos de castigo integrados por aquellos que eran señalados (en muchos casos de forma interesada) como "desafectos al régimen", por lo que eran apartados de los servicios de armas.

Pero ¿cuál era la finalidad de estas galerías? La respuesta es relativamente fácil. Las galerías que se practicaron en los Silos tenían el objeto de aprovechar los propios silos (que hasta ese momento estaban aislados unos de otros) como refugios o almacenes.

La galería que conectaba los seis silos más cercanos a los "embarronats" (silos 4, 3, 2, 7, 6 y 1) fue la primera en construirse y se destinó en un principio a refugio antiaéreo de los propios soldados, y así lo confirmó uno de sus protagonistas, el cabo Manuel Pastor Camarena (cuyo testimonio recoge Santiago López en su libro), al menos hasta su marcha a finales de 1937. Sin embargo, las galerías que daban acceso a otros silos, concretamente los números 25 y 29 (cuyo acceso ha quedado visible tras el reciente derrumbe del muro) y el 41, situado en la esquina más próxima a la plaza del Ayuntamiento, tenían "distintas finalidades, ya que fueron utilizados como almacenes, fundamentalmente como polvorín de municiones".

Esta afirmación puede deducirse del simple hecho de que no es posible acceder al fondo del silo a pie plano, ya que existen grandes desniveles entre la galería y el suelo del silo, lo que imposibilita el acceso del público. Este argumento se ve confirmado, además, por varios testimonios, y por el hecho de que en un informe fechado el primero de agosto de 1939, tras la entrada de las tropas franquistas en Burjassot, se indica que en los Silos "se detectó un importante arsenal de armamentos".

Posteriormente, en 1947, a raíz de una campaña promovida por el Ayuntamiento de Burjassot para reclamar la propiedad de los Silos y su restauración, se tapiaron, por seguridad, los accesos a las galerías, que permanecieron así ocultos hasta que en la década de los 80, con motivo de unos trabajos de restauración del muro recayente al paseo de Concepción Arenal, se reabrió la entrada a los seis silos próximos a los "embarronats" que, hasta no hace mucho, podían visitarse. El acceso a la galería que comunica los silos 25 y 29 era claramente visible desde este mismo paseo, si bien continuó tapiado. En cuanto a la puerta que comunicaba con el silo 41, permaneció visible en todo momento, aunque cerrada por una puerta metálica.