Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La cruz desaparecida de Picassent

Según la leyenda urbana, la fiesta del 3 de mayo dejó de celebrarse porque un vecino que acabó muerto por un rayo arrancó la cruz de la plaza

La cruz desaparecida de Picassent

Entre la calle de la Acequia y la plaza de la Constitución, se encuentra la plaza de la Cruz. Enclavada en el conocido barrio de Els carrerons, un conjunto de calles estrechas de estilo árabe, este emplazamiento singular forma parte del trazado más antiguo de Picassent, al este de la población. Allí, junto a la esquina de la plaza con la calle de la Acequia, en el actual número 1, estaba la conocida Casa del rellotge, la que fue la primera residencia de las Trinitarias en Picassent, y en donde Sor Luisa, una monja muy querida y recordada en el municipio, que tiene una calle dedicada a su nombre, desarrolló una labor social y educativa con muchas generaciones de picassentinas y picassentinos. «La proximidad de esta residencia de religiosas también motivó el hecho de que en la plaza de la Cruz, nunca faltaran las plantas y las flores en señal de fiesta y bendición», recuerda Rosa Sanchis, una vecina del municipio, quien apunta que «en la víspera de la fiesta, los hombres salían al campo para buscar y traer plantas de todo tipo: romero, tomillo, murta, para no sólo adornar sino también perfumar el lugar durante todo el día. Entre todo este ramillete, también se dejaba ver la popular alfàbega, cuyo cultivo popular estaba muy presente en los corrales de las casas para sacarlas al paso de la procesión en la fiesta de la Virgen de Agosto», apunta.

Antiguamente, cada 3 de mayo, festividad de la Cruz, en el municipio se oficiaba una ceremonia con el objetivo de bendecir el término municipal y sus cosechas, principal base de la economía local durante siglos. A primera hora de la mañana y después de la misa de ocho, el vecindario en general se acercaba en procesión desde la iglesia de San Cristóbal Mártir hacia la denominada plaza en donde en el centro de la misma, había una cruz de madera que los vecinos del lugar adornaban con flor natural y plantas. Allí, junto al monumento, el sacerdote de entonces elevaba una plegaria para bendecir los cuatro puntos cardinales del municipio y también a sus gentes.

Este hecho propició que, durante muchísimos años, el vecindario del lugar celebrara esta fiesta religiosa y también popular. Pero el infortunio quiso que la cruz de madera original desapareciera por la mala acción de un vecino, que según cuentan los mayores, este la arrancó, porque seguramente le molestaba para entrar el carro en su casa. Poco tiempo después, una mañana se encontraba el hombre en la zona de la Canyada de Guaita del término municipal labrando sus tierras, y se formó una tormenta con gran aparato eléctrico. Vista la situación, el vecino se refugió debajo de un algarrobo que fue alcanzado por un rayo y éste le sobrevino encima causándole la muerte a él, y también a su caballo y a su perro.

Desaparecida la cruz original, los vecinos y vecinas del lugar quisieron que la fiesta continuara celebrándose y cada 3 de mayo, colocaban otra de forma provisional para el momento de la ceremonia, retirándola el mismo día o en los días posteriores. Con el tiempo, esta acción se ha perdido y la tradición sólo perdura en la memoria de nuestros mayores.

Pervive en topónimos y motes

Hoy en día, este topónimo pseudopopular, sólo se recuerda con el nombre de la plaza y también, como curiosidad, con la antropología local derivada a los motes. Y es que, algunos vecinos y vecinas de este emplazamiento son conocidos, de manera popular, con el apodo de la Creu, por vivir muy cerca de esta misma plaza.

Compartir el artículo

stats