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Tradiciones

La pasión por el fuego de Quart

Amics de la Passejà de san Onofre celebra su 30 aniversario coincidiendo con los 296 años de la fiesta

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Passejà de Sant Onofre de Quart: historia

Como cada 9 de junio desde hace 296 años, Quart de Poblet saldrá a la calle mañana domingo para celebrar la fiesta que le distingue y constituye una de sus señas de identidad: la 'Passejà' de sant Onofre. Una fiesta organizada tradicionalmente por el ayuntamiento, que cuenta en su labor de preservarla y fortalecerla con la Asociación Amics de la Passejà, un grupo de mujeres y hombres que en junio de 1989 se unieron con la voluntad de contribuir a que la tradición siga muy viva.

Celebran, pues, su 30 aniversario. Ayuntamiento y Amics han trabajado, codo con codo, para conseguir dos hitos relevantes en la historia de la Passejà: la declaración de Fiesta de Interés Turístico de la Comunitat Valenciana el 4 de junio de 2007 y la de Interés Provincial el 14 de marzo de 2018. Ahora la meta está en ampliar ese reconocimiento al ámbito autonómico y hacerlo con el horizonte del 300 aniversario de esta fiesta, cuyo origen se remonta a 1723. La Passejà ha visto pasar, por tanto, cuatro siglos de la historia del pueblo y sus gentes: del XVIII al XXI y el objetivo es que se perpetúe.

«La Passejà va abriéndose al mundo, mostrándose a otros lugares para que cada vez más personas puedan disfrutar de ella. Desde el Ayuntamiento invitamos a vivirla porque merece la pena. Su arraigo es un valor añadido a la espectacularidad que, como buena fiesta valenciana, nace de la alianza entre pólvora, fuego, luz, color y música. También a la capacidad de unir diferentes sensibilidades y puntos de vista en torno a un sentimiento de pertenencia común. Es ejemplo de la manera de hacer pueblo que nos distingue, ciudadanía e institución codo a codo para que Quart siga avanzando sin perder su esencia» destaca la alcaldesa, Carmen Martínez.

Una larga historia

La Passejà es una procesión votiva de la que se han encontrado referencias documentales en periódicos que se remontan, incluso, al siglo XIX, el más antiguo un ejemplar de La Unión Católica de 1880, donde se publicó: «En Cuart de Poblet se ha celebrado en estos últimos días grandísimas fiestas en honor de su patrono, san Onofre, verificándose conciertos de guitarras y bandurrias, cantos de cigos etcétera, terminando todas con una lucida procesión, la que recorrió gran parte de la población». Se celebra en la noche del 9 al 10 de junio y se caracteriza por varios elementos que la hacen peculiar. El primero es la figura de san Onofre, que es paseado por las calles en su anda, denominada cariñosamente «la coveta». En segundo lugar: la participación popular, representada por el ayuntamiento y los vecinos y vecinas que acompañan al santo, detrás del anda, de manera informal.

La pólvora, con las ruedas de fuego que se realizan en determinados puntos y con la fila de coheters de la asociación Amics de la Passejà, que encienden luminarias y cohetes de salidas, sujetados con unas tenazas de madera, así como la música, tanto del grupo de 'tabal i dolçaina', que abre la procesión, como la banda que la cierra, contribuyen a señalar el carácter festivo del acto.

La alcaldía invita al párroco

La unión de todas estas piezas configura un conjunto de alto valor no sólo tradicional, sino también cultural, estético y lúdico. La Passejà es no sólo un acto donde un pueblo manifiesta su fe y su agradecimiento por la intercesión de su patrón, sino también un elemento de cohesión social e identitaria. Es, al margen del carácter religioso, una fiesta popular.

Tanto es así que, en este caso, es la Alcaldía la que cada año invita a oficiar la homilía de la misa de la festividad del santo, el 10 de junio, a un sacerdote de Quart de Poblet o que haya tenido una vinculación especial con el municipio.

El nacimiento de la Passejà se remonta al siglo XVIII. Cuentan los mayores que al finalizar la primavera de 1723 la situación de los labradores de Quart de Poblet era desesperada por la gran sequía.

Cuando en la noche del 9 de junio se arremolinaron las nubes de tempestad, en muchas casas empezaron a dar gracias a san Onofre por haber escuchado sus peticiones. Pero la alegría se convirtió pronto en un grito de desesperación cuando empezaron a caer granizo en las calles del pueblo. Si las cosechas estaban debilitadas, aquella piedra sería la pérdida completa y el paso a una temporada de hambre. Los labradores salieron en plena noche a los campos para tratar de salvar lo que se pudiera. Allí, en la huerta, se percataron de que mientras al pueblo continuaba cayendo la piedra, en los campos sólo llovía agua beneficiosa. En seguida, entendieron que eso era una señal de la protección de su patrón y se concentraron en la puerta de la ermita, para sacar en procesión el anda del viejo ermitaño y agradecerle su intervención milagrosa.

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