Lo que comenzó como un impulso individual en distintas casas de Puçol es, a día de hoy, toda una iniciativa coordinada y sistematizada que ha repartido ya más de 3.000 mascarillas solidarias. Las responsables, un pequeño grupo de mujeres amantes de la costura que, desde el anonimato, llevan semanas trabajando sin descanso con el objetivo de aportar su granito de arena: todo un gesto de altruismo del que, al parecer, ha nacido una bonita amistad.

«Surge por la necesidad de ayudar a los demás», apunta Fina Cabrera, una de las impulsoras de este movimiento solidario. Desde el principio de la pandemia, ella sintió la necesidad de hacer algo y, como auxiliar técnico, se puso en contacto con distintos hospitales para ofrecer sus servicios. Por motivos administrativos no pudo ser, así que buscó otra manera de ayudar.

Comenzó a llamar a algunos indumentaristas y diseñadores de València con los que ya tenía contacto, intentando conseguir material de costura, y también con el Ayuntamiento, buscando algo de apoyo para dar forma a esta iniciativa. Y obtuvo respaldo. Al igual que Paquita Comes, que de forma paralela, ya se encontraba cosiendo mascarillas y repartiéndolas al personal de la residencia de la tercera edad.

«Un día, viendo la televisión, vi que muchas personas estaban muriendo en las residencias», lamenta, muy afectada por la situación. Así que, dejándose guiar por el mismo sentimiento de solidaridad que había impulsado a la que hoy es su compañera, Paquita se puso en contacto con la residencia de mayores de Puçol para ofrecer su ayuda.

Comenzó comprándole las gomas en la mercería Ca els 19, que abría la tienda a propósito para ella, y con el permiso de la Policía Local, pues para ello debía desplazarse. Y las entregó a la residencia. «Me comentaron que no me podían pagar, pero les dije que lo hacía porque me salía del corazón».

Aun siendo consciente de no estar ofreciendo un material certificado, la costurera siguió decidida: «por lo menos algo les protegerá». Y así ha sido, pues ha obtenido una gran acogida por parte del personal. «Se le tienen que dar a las personas que están a primera fila luchando por nosotros», asegura.

De lo particular a lo oficial

Pero estas iniciativas individuales se convirtieron en un movimiento oficial cuando, a los pocos días de comenzar, se pusieron en contacto con Amparo Ferrer, técnico de Bienestar Social del Ayuntamiento. Nació así un grupo de WhatsApp que ha unido la iniciativa de Fina, de Paquita y de otras seis mujeres que se mantienen volcadas en la causa durante todo el día.

Y, con el apoyo del Ayuntamiento y de diferentes organismos locales, se sistematizó el proceso, que comienza por la labor de Protección Civil. Ellos se encargan de recoger el material de costura en distintos comercios locales que están contribuyendo a la causa aportando tela, hilo y otros elementos necesarios, como Multipreu Isabel o como Ca els 19: «Yo le entrego a Protección Civil toda la goma que tengo, y también hilo», asegura Concha Martí, responsable del local. Eso sí, a través de la reja, «porque tengo la tienda cerrada».

Después de un proceso de desinfección industrial, este colectivo voluntario reparte todo el material recogido entre las costureras. «Algunos comercios han donado metros y metros de tela, y se ha repartido esterilizado entre chicas que no tenían», explica Fina.

Pero la iniciativa que ya no solo se centra en ofrecer mascarillas al personal de la residencia, sanitarios y a los cuerpos de seguridad, sino que se han comenzado a repartir entre los vecinos de Puçol que las necesitan para trabajar.

Durante esta semana se han hecho llegar más de mil a las diferentes farmacias del municipio, mientras la Policía Local y la Guardia Civil también reparten las mascarillas enviadas por organismos oficiales en puntos clave, como la estación de tren, algunas rotondas y paradas del autobús municipal: todo un trabajo de cooperación que engloba el trabajo altruista de diferentes organismos y vecinos. «Entre todos han apoyado a los grupos y mujeres para que sigamos cosiendo y para repartir las mascarillas», añade Cabrera.

Coser y cantar... Y mucho ayudar

El grupo de WhatsApp es el punto de unión entre las mujeres que cosen estas semanas como unas descosidas. A través de él se dan consejos prácticos, comparten información... «Es genial, porque entre todas decidimos medidas, cantidades mínimas...», comenta Fina Cabrera. «No podemos ayudarnos como nos gustaría, porque lo hacemos individualmente», añade Amparo Segarra, una de las costureras. Sin embargo, les permite «facilitar la comunicación de necesidades entre nosotras y Amparo, en cuanto a materiales, recogida de mascarillas terminadas...», explica Carmina Martínez.

Pero además de su ventaja práctica, este grupo es una manera de sobrellevar mejor el confinamiento. «Las mascarillas me están ayudando a mí más de lo que yo pueda ayudar a los demás», asegura Inma Fernández, acostumbrada a tener la casa llena de hijas y nietos, y que está pasando la cuarentena a solas con su marido y su madre.

Igual que Paquita Comes: «Lo que peor llevo es no ver a mis nietas, aunque hagamos videollamada, porque siempre hemos sido una familia muy unida», comenta, sin poder contener unas lágrimas: «Mientras tienes la cabeza en esto, que si la goma, que si coso... me relajo muchísimo». Lo primero que hará al salir será abrazar a sus nietas. Y es que, a sus 60 años, descansar no está en su lista de prioridades: tiene pendiente «un fiestón a lo grande», pues su familia le había organizado un cumpleaños sorpresa en el Sindicato Agrícola que se vio suspendido por la llegada del Covid-19.

Un proyecto de paella

Por otro lado, lo primero que hará Inma al salir es conocer a su nieto: «Una de mis hijas está a punto de dar a luz...». Será su cuarto nieto, y según asegura, el que más va a tardar en conocer. Pero el momento llegará, igual que la paella que han organizado todas ellas, y es que al parecer, entre tanta tela, goma e hilo, también ha nacido una amistad. «Nos llevamos genial, nos apoyamos las unas a las otras y hasta hemos arreglado una paella para cuando pase todo esto», comenta Paquita.

Algunas se conocen de vista, otras, ni siquiera eso. «Yo no conozco a ninguna personalmente», comenta Teresa Orr, «pero en este mes, estando recluida en casa, puedo decir que he hecho nuevas amistades». El ambiente, según ellas, es genial: «Hablamos tantas cosas que ves la calidad humana en cada una de ellas, y eso es el 100 por 100 de conocer a alguien», destaca Fina.

En definitiva, lo que comenzó como un grupo de mujeres desinteresadas y desconocidas, que tenían como única misión colaborar con la población, ha terminado con el inicio de una nueva amistad. Pero esto no les distrae de su cometido: Ya han cosido cerca de 3.000 mascarillas, unas 500 cada una.

¡De momento! Y es que se plantean seguir cuando termine el confinamiento: «Estoy convencida, porque, aunque termine, serán necesarias por lo menos una larga temporada», recuerda Fina, que asegura que seguirán con la misma dinámica siempre que sea necesario. «Estaremos ahí con cuarentena o sin cuarentena, y mira si estoy segura que hablo en nombre de todas... De corazón».

Cómo salvar una vida

Seguirán ellas, y también el resto de las casi 70 personas de Puçol que se han unido a esta causa solidaria desde sus propias casas. Así como otros voluntarios que colaboran recogiendo materiales y repartiendo mascarillas, con el objetivo último de ayudar a frenar el contagio y, a ser posible, salvar vidas.

«Cuando me siento delante de la máquina, desde el principio del confinamiento, me viene a la mente la canción que sonaba en la primera temporada de Anatomía de Grey», señala Teresa Orr. Habla de How to save a life, de The Fray. En español, Cómo salvar una vida. «Creo que eso es lo que estamos intentando, dentro de lo que somos capaces, sin ser médicos, enfermeras o policías».

Y qué bonito cometido, el de salvar vidas, para iniciar una amistad. Y por qué no, para recordar siempre aquella historia de 2020 que las mantuvo unidas en la distancia, entre telas, hilo y mucho corazón.