Vicente Claramunt Palamós tenía 18 años cuando se alistó en las Fuerzas Armadas y, desde entonces, ha ejercido como militar por toda España. Tras una vida dedicada al trabajo, este natural de Puçol vio en su jubilación la oportunidad de alimentar su enorme afán investigador y, 15 años después, ha culminado un estudio histórico que da sentido a todas las calles y rincones de Valencia. También colabora a nivel local, y cuenta ya con varios blogs donde comparte todo aquello que encuentra, el último creado este año: Apuntes para una historia de Puçol.

Es diplomado en enfermería y ATS, pero nunca ha ejercido esta profesión. A los 18 años se alistó en las Fuerzas Armadas y, desde entonces, ha trabajado como militar en distintas provincias españolas: Valencia, Mallorca, Vigo, Madrid... Incluso se alistó para acudir a la guerra de Kosovo, pero «ya no me cogieron, porque tenía 50 años», comenta Vicente Claramunt.

Desde entonces ha vivido fuera de Puçol, su pueblo natal, aunque siempre ha acudido todo lo posible para visitar a su familia. Para él, la jubilación fue todo un regalo. Por supuesto, porque le permitió estar más cerca de los suyos, pero también porque a partir de ese momento pudo dedicar el tiempo necesario a cada investigación y, así, zambullirse en la historia del mundo que le rodea. «La historia siempre me ha gustado así que, aprovechando que tenía tiempo libre, me dediqué a investigar cosas, entre ellas, lógicamente la historia de Puçol».

Rondaba el año 2000 cuando hizo su primera colaboración local. Por aquel entonces, los llibrets de fiestas ya comenzaban a incorporar pequeñas notitas sobre la historia de Puçol, «y me pidieron que hiciera una dedicatoria a uno de los festeros, que era un familiar». Sin una idea muy clara sobre qué escribir, le dio por localizar la carta puebla, una especie de contrato colectivo que sirvió como método habitual para la repoblación del territorio en el Reino de Valencia entre 1238 y 1609. Básicamente, establecía los derechos y deberes entre señores y vasallos de la sociedad feudal, así como las condiciones para el cultivo de la tierra.

A partir de entonces, Claramunt comenzó a sentirse más atraído por la historia local, «una cosa llevó a la otra», y más tarde acabó colaborando con el libro Puçol en la memoria, volumen 2. «Básicamente me encargué de realizar un índice cronológico de sucesos de interés transcurridos durante todo el siglo XX»: accidentes, atentados, robos, inauguraciones...

Y parece que la experiencia de publicar un libro histórico colaborativo fue más que satisfactoria, ya que ahora investiga para el tercero, el Volumen 0: un libro que abarca desde tiempos inmemoriales hasta el año 1900. «Ahí estamos, con documentos medievales, porque fotos no hay...». El investigador ha desarrollado una impresionante habilidad para recorrer de punta a punta todas las hemerotecas públicas y archivos, como el Archivo Histórico Nacional o el Archivo de la Corona de Aragón, y extraer la información más valiosa para su estudio.

La mayoría de información la encuentra a través de Internet. «Puedo ver qué documentos hay, pero no acceder a ellos; para eso tengo que pedirlo y me envían una copia telemáticamente». La Biblioteca Valenciana Digital, el Archivo San Miguel de los Reyes, la Biblioteca Municipal o el Archivo del Reino son otras de sus vías para acceder a la información histórica.

«Van saliendo cosas que parecían complicadas de encontrar en un principio», asegura el aficionado, que asegura estar sorprendiéndose por «la cantidad de cosas que encuentro, cuando pensábamos que no había muchas publicaciones disponibles».

Algunos de los sucesos que más le han sorprendido son, según cuenta, un importante conflicto que hubo entre un vecino de Puçol y el arzobispo en 1626, en el que hubo denuncias y un pleito, algo que todavía tiene pendiente investigar más a fondo. «Y también, una inundación importante que hubo en el pueblo», con casi dos metros de agua, muchas pérdidas y unos cuantos fallecidos: «La causó una gran tormenta, que hizo que se desbordara el Barranco del Puig y el que viene de la montaña».

«Vicente ha demostrado ser una enciclopedia viviente y un digno discípulo de Sherlock Holmes», apunta Sabín, responsable del departamento de Comunicación del Ayuntamiento y coordinador del equipo que ha editado los dos volúmenes de Puçol en la memoria. De hecho, gracias su capacidad, el Volumen 2 «presenta una exhaustiva documentación sobre todo lo que pasó en Puçol en el siglo XX».Respirar historia por las calles de Valencia

Pero más allá de participar en la labor investigadora que ha surgido durante la última década en Puçol, Vicente siente una enorme inquietud por conocer la historia de Valencia bajo una perspectiva desde la que pocos han mirado. Lo hace fijándose en la historia que va más allá de libros y archivos; aquella que se respira en cada rincón de la ciudad y que se puede encontrar en elementos tan simples como las placas de los nombres de las calles, plazas, monumentos y callejones.

Toda la información que recaba en esta línea la comparte a través de su blog Calles y plazas de Valencia. Trata, básicamente, del origen de los nombres de las calles: «De dónde vienen, por qué, el contexto histórico, qué cambios de nombre ha habido en cada calle y quién los ha solicitado, las solicitudes de cambio que no se llegaron a realizar...». Teniendo en cuenta estos cambios, Valencia ha recogido en total casi 7.000 nombres de calles, según el estudio.

El tiempo de la investigación abarca desde la actualidad hasta las primeras normas de rotulación de calles, que surgieron en el año 1769. Hasta aquel momento, los nombres los ponían los propios ciudadanos siguiendo el criterio de utilidad: «La plaza de la palmera... La calle del palacio...». Cuando comenzó a reglamentarse, lo que se hacía era numerar las casas según su manzana. «Al poco tiempo se empezó a poner nombre a las calles».

Así, tras 15 años investigando, ha conseguido cerrar el trabajo con la explicación de las más de 3.000 calles que hay en la ciudad de Valencia, entre ellos, 1500 personajes históricos. «Otros son acontecimientos históricos... Sobre todo, ha habido cambio en los periodos convulsos de cambios de sistema político, como en la llegada de la República, la dictadura o la democracia», explica el investigador.

Blasco Ibáñez es el personaje que más calles ha tenido rotuladas en Valencia, según aporta Claramunt como dato curioso: unas 30 vías públicas, «porque claro, fue un personaje republicano muy comprometido», de modo que, al estar ligado a una ideología política concreta, hubo cambios ante la llegada de cada nuevo sistema político: «La primera rotulación que tuvo fue durante principios del siglo XX, luego, con la dictadura, la quitaban, pero con la democracia se la devolvían...».

También hubo unas cuantas plazas del Caudillo, «hasta siete u ocho», así como otros personajes vinculados al régimen franquista que se han ido modificando con el paso de los años. «Hace un par de años cambiaron de golpe unas cincuenta calles que todavía tenían nombre de personajes franquistas», apunta Claramunt, que cree que actualmente ya no queda ninguna. «Todo esto refleja al cien por cien la actualidad y la política de un lugar».

Toda esta investigación también le ha permitido descubrir ciertos errores en la documentación oficial, como en un libro publicado por el Ayuntamiento de Valencia sobre nombres de calles. «Se me ocurrió mirarlo y vi que la calle Maestro Aguilar, de Ruzafa, estaba dedicada a un maestro de música del siglo XVII».

Claramunt advirtió el error al instante, ya que, según su investigación, rinde homenaje a Francisco Aguilar, que murió junto con algunos alumnos por el derrumbamiento del edificio donde se encontraba su escuela en dicha calle de Ruzafa, cuando el famoso barrio era aún un pueblo independiente de Valencia.

Lápidas conmemorativas

Mientras disfrutaba de su investigación por pura vocación, el aficionado comenzó a advertir la gran importancia de unos elementos que se encuentran repartidos por toda la ciudad y que, silenciosos y desapercibidos, recogen un enorme valor histórico. «Una vez, almorzando y charlando con unos amigos, pregunté: '¿Quién me puede decir el nombre de tres lápidas conmemorativas en Valencia?' Y ninguno supo».

Se refiere a las lápidas rotuladoras de calles: «Normalmente es un ladrillo o una plaquita de metal, pero ante hechos o personajes importantes, se hace una lápida artística, de mármol o piedra». Pero, sobre todo, a aquellas que conmemoran una fecha o personaje relevante en el lugar donde nació, o vivió, o escribió, o donde lo ajusticiaron... A día de hoy tiene constancia de más de 1000 en Valencia, y ha investigado el origen de unas 700.

La más antigua data de 1262, cuando se colocó la primera piedra de la Catedral. La más reciente, de 2019, que rinde homenaje a los perros y los gatos de la ciudad. El Valencia Club de Fútbol, sin ir más lejos, también tiene una. Se encuentra en la plaza del Ayuntamiento, en el lugar que ocupaba el Bar Torino, donde se fundó el club hace ya 101 años. «El local ya no está porque la urbanización de la zona ha cambiado», pero ahí se fundó, y ahí se encuentra su lápida conmemorativa.

Ante la falta de libros o publicaciones que recojan toda esta información, Vicente Claramunt va compartiendo todo lo que encuentra a través de Internet. Entre nombres de calles, lápidas y otros asuntos históricos, el aficionado de 68 años gestiona actualmente seis blogs especializados. «Están abiertos a cualquiera, tengo muchos seguidores y quien quiere me consulta, yo contesto lo que sé sin problema...», explica.

De hecho, ha ofrecido toda la información al Ayuntamiento para su posible publicación: «No quiero que sea solo para mí», porque, según asegura, hay muchas personas interesadas por estos temas. «Me es gratificante descubrir cosas nuevas y poder compartirlas con quienes no tienen acceso a ellas o simplemente disfrutan leyéndolas».

Sobre todo, cuando consigue hacer de la historia una poderosa herramienta para fomentar el amor hacia estos lugares: «Igual que cuanto más conoces a una persona, más puedes llegar a quererla, cuanto más sabes de un lugar, más lo comprendes y, por tanto, más lo quieres».

Y eso hace: transformar su afición por la historia en amor hacia la terreta, desde Puçol hasta Valencia.