Nacida en el seno de una familia de artistas, Laura Soriano no concibe la vida sin música: flauta travesera, albaes, guitarra, canto tradicional... Aunque siempre fue una niña tímida, algo en su interior le ayuda a evadir la vergüenza cuando canta en público. De hecho, ha aprovechado el confinamiento para retomar un proyecto de vídeos musicales, con el objetivo de compartir con los demás aquello que le hace feliz. Y se podrán ver a través de los canales locales cada martes y viernes.

Su espíritu creativo va más allá de la música, ya que acostumbra a escribir o improvisar sus propias letras, para después cantarlas, «y también me gusta la danza, la pintura... En general, cosas que me ayuden a distraer la mente», explica Laura Soriano. Eso sí, atareada hasta decir basta, entre trabajo, estudios y todo lo que le pueda surgir, «siempre que tengo un rato me pongo a tocar, o cantar, o improvisar».

La falta de tiempo no es excusa para una joven que no puede vivir sin la música. De hecho, ha encaminado sus estudios universitarios a esta gran pasión para transmitirla a los demás y hacer, de todo esto, su profesión. Es maestra de Primaria con especialidad en música, «aunque ahora mismo estoy en bolsa, opositando y cubriendo algunas sustituciones en coles cuando surge».

Su idea era presentarse a las próximas oposiciones, pero se han visto aplazadas, por lo que tendrá que seguir compaginando el estudio, algunas horas de sustitución de profesores en coles, que le dan puntos, y su trabajo: Es secretaria en la escuela de música Santa Cecilia, colectivo en el que también se encuentra como componente desde 2005, tocando la flauta travesera.

Y también imparte clases de cant valencià en La Marina, centro cultural en El Puig, donde reside actualmente: «Voy muy a gusto porque, es menos profesional que en el Conservatorio, entonces hay gente que viene simplemente para pasarlo bien... Somos como una familia», explica.

Tiene una especial vinculación con la localidad: «Mi madre es de El Puig, y mi abuelo, que cuando era pequeña ya me enseñaba a cantar albaes». Además de su tío abuelo Josep Bahilo, que fue un cantaor y versaor de renombre, y su hijo, Carlos Bahilo, tío de Laura y versaor actual. Pero la afición por las albaes y el canto de estilo también le vienen de su padre, que es de Puçol, donde he vivido siempre y donde hacía danza de pequeña, en la Casa de Cultura. «La verdad es que me siento de los dos sitios».

Al parecer, la sensibilidad hacia el arte estaba en el ADN de Laura incluso antes de nacer. Pero esta predisposición natural, aun impulsada por una familia de artistas, no habría llegado muy lejos de no ser por todo el esfuerzo que ha invertido desde bien pequeña.

Primero estudió el Grado Medio en el conservatorio de música para especializarse en flauta travesera. Seis años después decidió continuar con un segundo grado, esta vez, con especialización en canto. «Al empezar me pasaron directamente al segundo curso, porque ya tenía nociones, así que en este caso solo fueron cinco años». Esta iba a ser la primera promoción de cant valencià, ya que solo se imparte en el conservatorio de Catarroja.

Pero llegado el mes de marzo se suspendió el curso. «De momento estamos dando clases online y haciendo trabajos, pero no sé cómo estará el asunto de los exámenes». Aunque el estado de alarma ha entorpecido la recta final de sus estudios, Laura está disfrutando de un tiempo libre que tanto tiempo ha buscado entre clases y trabajos pero que hasta ahora no había tenido. Así, ha comenzado un proyecto que llevaba tiempo en su cabeza.

«He aprovechado que estamos las 24 horas en casa para grabar canciones». La mayoría, con letras propias. Para ello, utiliza el micro de grabación que le regaló en su último cumpleaños su novio, Jorge Martínez, más conocido como Jorge Molina. «Y como a él le gusta mucho la fotografía, me graba y luego monta los vídeos», ya que Laura toca primero la base de guitarra, de flauta, y sobre estas grabaciones después pone su voz. «Además, el tema de las letras lo elegimos entre los dos... Es un trabajo conjunto», asegura la cantante.

Una vez terminados, los publica en su muro de Facebook para compartirlo con los demás. Hasta ahora ha cantado Fandango de Hortunas y La Perxelera, con letra dedicada a personas discapacitadas y en especial a su hermana, que tiene síndrome de Down. Y también la Malaguenya de Mutxamel, con una letra dedicada a los abuelos.

En algunos vídeos participan otros músicos, como su profesor de rondalla, Vicent Carrasco, con la guitarra, y como un compañero de la Banda de Puçol, con la trompeta. Ahora tiene alguna otra colaboración entre manos, pero prefiere que sea sorpresa... Y es que, una vez iniciado este proyecto, le gustaría mantenerlo en el tiempo... Si su rutina se lo permite, «porque me gusta compartir con la gente lo que me gusta hacer, y que disfruten también escuchándome».

Pasión por el canto

La pasión por el arte le viene de familia, pero en el enorme universo que es la música, ella se queda, sobre todo, con el canto tradicional. «Mi abuelo materno estaba ligado a este mundo así que, desde pequeña yo cantaba con él». Después fue su padre el que la empujó a apuntarse a clase, «porque me oyó y, como él también ha cantado...», comenta.

Se apuntó a clases de canto en 2012, cuando había terminado sus estudios de flauta en el conservatorio, aunque no cantó en público hasta que su hermana fue fallera mayor. «Canté con mi padre y, a partir de ahí, perdí la vergüenza y me entró el gusanillo».

Ahora, a lo largo del año acude a diferentes actos: las nit d'albaes de los festeros en Puçol, la cantá de las fallas, además de cant d'estil en las fiestas de Sant Roc y Sant Pere en El Puig. Y también ha cantado en la Casa de Cultura, en una ocasión, con el famoso cantaor tradicional, Pep Gimeno 'El Botifarra'. Laura asegura ser tímida. De hecho, desde pequeña, su madre le decía: «No sé como cantas con lo vergonzosa que eres», comenta, «pero como es algo que me gusta y lo siento... Se me va la vergüenza».

La cantante asegura sentirse más atraída por el estilo de albaes que por el cant d'estil. La diferencia es que, en este último, canta una sola persona acompañada de guitarras, «el guitarrón de rondalla», con introducción completa, clarinete y trombón. Las albaes, sin embargo, las introduce la dolçaina y se canta entre dos personas: «cuando una termina, la otra comienza».

«Pero desde que entré en el conservatorio de canto empecé a tocar jotas, fandangos, seguidillas y malagueñas, que es lo que estoy grabando, y también me ha gustado bastante». También disfruta dando clase y, en general, con todo aquello relacionado con este arte.

De hecho, ha comenzado a colaborar con el Ayuntamiento para publicar, cada martes y cada viernes, un vídeo a través de los canales de difusión municipales (Instagram, Facebook, WhatsApp, Twitter...).

«Es algo que tengo dentro y, mediante la música y concretamente el canto, puedo exteriorizarlo». Sobre todo, cuando se dedica a escribir o improvisar sus propias letras, «porque son dedicadas a algo y te salen de dentro». No es de extrañar que el día de mañana se imagine dando clases de música en un colegio, de canto en La Marina y, en general, tocando y cantando allá donde pueda.

Laura es, sin duda alguna, un claro ejemplo de que la música hace milagros. No por falta de talento -al contrario-, sino por esa timidez que desde pequeña le ha caracterizado pero que ha ido superando para disfrutar de su gran pasión, aquella que le viene de dos familias, de dos pueblos y, sobre todo, que le nace de dentro. Y ha conseguido basar su vida nada más, ni nada menos, que en el arte de amar la música.