Bambi se encargó de mostrar al mundo las atrocidades de la caza: una actividad que se recrea en la crueldad con el único objetivo de matar animales inocentes. Nada más lejos de la realidad. Por supuesto, si se practica de manera reglada y responsable, como viene haciendo el Club de Cazadores de Puçol desde su fundación, en el año 1951, hace casi 70 años.

«La sociedad nos relaciona con hechos malos, pero por lo general se desconoce cómo funcionamos y que somos absolutamente necesarios», asegura Salvador Sebastià, presidente del club: «la caza no se ajusta únicamente a la muerte, sino también a la vida, porque fomentamos que las especies procreen, velamos por el bienestar...».

En definitiva, esta práctica deportiva es esencial para preservar los ecosistemas y garantizar el equilibrio de la vida. Animal... Y vegetal. Porque aunque ya no es necesaria para subsistir, «sin la caza, las especies dañinas que no tienen ningún tipo de enemigo proliferarían en exceso», explica el presidente, «y como consecuencia, pueden terminar provocando terribles daños a otras especies, incluso acabar extinguiéndolas».

El jabalí es la especie más preocupante, y también la más controlada por parte de los cazadores locales. Actualmente se considera plaga nacional, aunque también suponen un problema importante el conejo, el zorro, la perdiz, la tórtola o el tordo. Porque además de los daños que ocasionan al medio, «transmiten enfermedades como la sarna, que en ocasiones llegan a los animales domésticos».

E incluso las urracas, que provoca daños a la agricultura y a otros animales salvajes, apunta el presidente del club: «Acaba con todas las especies que se ponen en su camino, aunque ahora tenemos controlada su población».

El periodo de control de depredadores abarca desde marzo hasta junio, aunque la Generalitat ha concedido los permisos durante todo el año dados los numerosos problemas que traen las plagas.

«Nunca salimos con ansia de matar, simplemente intentamos disfrutar de nuestra actividad mientras controlamos los daños», comenta Sebastià. Una o dos piezas por cazador es el promedio de animales que suelen cazar en una salida. «Y cuando hay especies más vulnerables con densidad escasa, paralizamos la caza y nos centramos en las que provocan daños».

70 años cuidando del medio natural

Por lo general, los miembros del Club de Cazadores Puçol se encuentran activos durante todo el año. Y no necesariamente cazando: Fomentar la procreación de especies no dañinas, instalar comederos y bebederos para los animales, limpiar y sembrar los campos para evitar incendios...

«Este año ha habido ya tres conatos; somos los primeros en avisar porque siempre estamos por el campo». Y además de recoger sus propios residuos en cada salida, «hacemos campañas de recogida de escombros y basura que evidentemente no es nuestra, sino de gente que la deposita por el campo, la Costera...».

Una práctica sancionable muy perjudicial para el medio natural y la vida que alberga. «Estoy convencido de que la pandemia nos ha enseñado que hay que poner límites a la presencia humana en el campo... Necesita su tiempo de descanso, pero no se está respetando, es cada vez más urbanita y esto supone la pérdida de muchas especies como águilas, rapaces, corzos...», lamenta Sebastià: «Va a haber que poner medidas porque la gente no es consciente».

Todas estas iniciativas que realiza el Club de Cazadores de Puçol desde hace casi 70 años se hacen de forma desinteresada y autofinanciada: «el año pasado invertimos 3.000 euros en la reparación de un camino público... Todo lo que hacemos es con los fondos que aportamos los propios cazadores».

Y a pesar de ello, «somos injustamente maltratados por la sociedad, pero aun así intentamos crear un bien a nivel nacional de mantenimiento de especies», apunta Sebastiá, que recalca la necesidad de recibir ayudas por parte de las administraciones para realizar su labor. «Sería muy beneficioso para el medio ambiente», señala.

Pero en general... Su labor les otorga una gran satisfacción. Tanto por los beneficios que aportan al medio, como por el hecho de mantener viva esta afición milenaria. «Nos viene innato: cazador se nace, no se hace», comenta Salvador Sebastià: «todos conocemos a alguien que nos ha introducido en el mundillo y practicamos este deporte porque nos apasiona... Se lleva dentro y es inexplicable».

Una afición milenaria, deportiva y desinteresada

La mayoría de cazadores suelen practicar otros deportes como el ciclismo, el running... Porque «aunque la mayoría de gente lo desconoce», requiere tener un buen estado físico para subir y bajar montañas durante un ejercicio de caza, que suele durar entre cuatro u ocho horas, comenta el presidente del club local.

Y es que el cazador siempre tira pa'l monte: Se mueven por todo el territorio donde se les permite. «Sobre todo montaña y campos abandonados, que lamentablemente hay muchos y es donde abundan los conejos, jabalíes y otras especies dañinas». Y también acuden a las zonas donde les requieren los agricultores y propietarios de campos para paliar sus problemas de plagas.

Son muchas las modalidades que practican: caza mayor —con esperas y batidas—, caza menor —a mano y asalto, o a puesto fijo—, la pasa de la paloma torcaz...

Y también la tradicional caza a diente. Es decir, con perros. «Cada uno mantiene sus propios animales, en torno a cuatro o cinco perros por cazador», apunta: «En total, unos 1.000 canes que mantenemos sin ningún tipo de ayuda». Algo que, tradicionalmente, ha vinculado la caza con el maltrato animal o el abandono.

«Pero no es cierto». La agrupación ha realizado distintas donaciones a asociaciones y reservas de animales, colaborando para su mantenimiento y facilitando su adopción. «Es verdad que a veces se puede escapar algún perro, pero no tiene nada que ver con el abandono, y siempre lo buscamos hasta encontrarlo... Estas creencias nos han lastrado bastante».

Pero más allá de recorrer el monte de punta a punta cada vez que el tiempo se lo permite, los cazadores locales también sienten los colores de su club cada vez que asisten a las diferentes competiciones que organiza la Federación de Caza de la Comunidad Valenciana.

Su asistencia es «básicamente de participación, porque es difícil llegar a las finales autonómicas y, aunque algunos socios sí se han clasificado en ocasiones, nuestro ánimo no es ganar competiciones sino colaborar con el medio y disfrutar de la caza», asegura Salvador Sebastià.

Eso sí, el Club de Cazadores de Puçol cuenta con varios campeones, como Pepe Pla, que ha obtenido la medalla de oro en distintos campeonatos de España, tanto individual como por equipos.

«Es nuestra máxima estrella», todo un exponente en el mundillo, donde el colectivo local está muy bien considerado por su antigüedad y por las funciones que desempeña: «Economía saneada, cero corrupción, calidad humana... Somos un ejemplo para muchas otras agrupaciones».

De hecho, se trata del colectivo más antiguo de Puçol, y también uno de los más numerosos, con cerca de 200 socios de todas las edades: la mayoría jubilados, pero también hay jóvenes, adolescentes... Todos ellos, clasificados por sectores para desempeñar todas sus funciones de forma organizada y eficiente.

«Un grupo se encarga de la administración y dirección, otro, del mantenimiento del acotado... Cada socio tiene asignado un comedero y un bebedero para mantener, así como 20 siembras ecológicas de trigo...». E incluso hay quien se encarga de la enseñanza para los nuevos inscritos, tratando de fomentar el amor por esta práctica y la iniciación entre los más jóvenes.

Más allá por su pasión y disfrute hacia su afición, los miembros del Club de Cazadores de Puçol son los «primeros interesados» en conservar la fauna, cuidar los espacios y, en definitiva, velar por el equilibrio de los ecosistemas locales. Una actividad en sintonía con la vida que está a punto de cumplir 70 años, de la mano del colectivo más antiguo de Puçol.