No hay prácticamente un vecino o vecina de Picassent de más de 60 años que no haya degustado cuando era niño un helado o una horchata de Paco l’Orxater, también conocido como «Tío Cotó», que llevaba la heladería a cuestas de su burra «La Rubia», más popular incluso que él. Un personaje que marcó a toda una sociedad a mitad-finales del siglo XX y que debería ser ensalzada antes de que desaparezca de la memoria colectiva. Así opina el grupo de Facebook denominado «Picassent: participación y debate» quien ha registrado en el ayuntamiento una moción para que se debata en el próximo pleno ensalzar la figura de Paco l’Orxater con el nombramiento de una plaza o calle, así como la realización de una escultura, actuaciones acompañadas de un estudio sobre su persona y la influencia que tuvo en la sociedad de mediados-finales del siglo XX.

La moción presentada en el Ayuntamiento e Picassent con copia a todos los partidos políticos, señala que «tras hacer una encuesta entre los miembros del grupo de Facebook Picassent: Participación y debate, se decidió pedir al pleno que apruebe por una parte dedicar una calle o plaza en memoria y homenaje a Francisco Albert Aguado, con la siguiente denominación: «Francisco Albert Aguado (El tio Cotó, Paco l’Orxater) y ‘La Rubia’(la burra més gran del món)» .

Además, también se solicita encargar el diseño, elaboración e instalación de una figura representativa con la misma denominación.

«Esperemos que se tenga en cuenta nuestra propuesta ya que creemos necesario que el pueblo ensalce la figura de Paco», explica uno de los miembros del grupo de Facebook, que ya consiguió con otra moción acabar con el toque de campanas por la noche.

Francisco Albert Aguado nació en 1923 en la calle Barraca. Pese a que su oficio era el de labrador (llegando a trabajar en la vendimia francesa) también ejerció de descarnador de carne de caballo, todo ello compaginándolo con la elaboración y venta ambulante de horchata, oficio vocacional que ya practicaban su padre y su abuelo. La elaboración de esta la hacían tanto él como Dolores, su mujer, ayudados por sus dos hijas.

Según cuentan, cuando anunciaba su presencia en la calle y lo veían llegar, la gente salía a los portales de sus casas a comprarle el helado (con su cucurucho) con la que sofocar el calor.