Uno llega a Puçol y en la misma entrada del pueblo la sorpresa que espera al visitante es un monumento dedicado al toro. De tiempos inmemoriales, este pueblo, asentado sobre una trama urbanística moruna de calles largas, estrechas y casas apretujadas enfilando al mar, lleva en sus genes una enorme afición taurina, los bous al carrer. En llegando las fiestas de la Virgen en septiembre, los toros son imprescindibles. Hasta un cura hijo del pueblo que tuvieron años atrás de vicario se arremangaba la sotana por la cintura y corría veloz delante de les vaquetes i els bous como el que más.

En la comarca, Puçol se hizo famosa en los años 60, cuando la televisión apenas era conocida, por una emisora de radio local, creo que parroquial, donde una voz castiza de labrador declamaba romances costumbristas populares. Llego en tren, cuya nueva estación han desplazado demasiado. La anterior te dejaba a pie de la calle Mayor camino de la Iglesia. Hoy el viejo edificio se lo ha agenciado el ayuntamiento para Bienestar Social. Las vías del tren separan el casco histórico del pueblo –así le llama Pascual Madoz- de Hostalets, nombre debido a las fondas apostadas en el cami real de Barcelona esperando diligencias.

En una de ellas, una hermosa mesonera gitana, se inspiró Prósper de Merimeé para su novela “Carmen”, que habla de amores y bandoleros. Precisamente cerca de aquí nace la Senda dels Lladres, que cruza la Calderona, afamada ladrona del legendario popular valenciano. A esta Carmen se la recuerda en un monumento levantado ante el incomprensiblemente cerrado cerrado Hotel Montepicayo por quienes fueron sus dueños doña Alicia y don Jesús.

Puçol era uno de los pueblos de veraneo de los Arzobispos de Valencia. Aquí tenían palacio, edificio contiguo a la iglesia parroquial, “con habitaciones espaciosas para el prelado,… grandes bodegas y graneros, con un hermoso jardín que tiene muchos árboles y frutales y cubiertos sus andadores con emparrados, que producen gran cantidad de uvas de todas clases”, relata Madoz. “El jardín de dicho palacio obtuvo gran nombradía en el siglo XVIII, a causa de haberlo convertido el arzobispo Fabián y Fuero en jardín botánico, reuniendo en él gran número de plantas exóticas que trajo de América, las que aumentó el arzobispo Company con otras procedentes de Filipinas”.

A pesar de que un monolito indica a pie de recinto que el Jardín Botánico fue obra de Fabiàn y Fuero, fue un antecesor suyo el arzobispo Mayoral el autor de la idea, que comenzó a desarrollar en el huerto del palacio. Por entonces, los del pueblo estaban dedicados principalmente al cultivo del arroz, la extensión desde la villa al mar era zona marjal. Antonio Josef Cavanilles estuvo allí y dijo que era Andrés Mayoral (gobernó la Diócesis de 1737 a 1769), quien había formado “el primer modelo de huerto botánico que se vió en el reyno”.

Se dedicó a aclimatar frutas y plantas traídas de América “y logró que el chirimoyo y aguacate, plantados al ayre libre, diesen frutos como en América”. Plantó “yucas, cactos, parkinsonia, poinciana, ciprés tableado, y una gran multitud de mimosas, que vegetan con fuerza y lozanía. Alí se ven preciosas colecciones de salvias, geranios, malvas, sidas y verbenas; la citridiora,… la budleya globosa,… la usteria trepadera,…”

Llega el cacahuete

Cuando el cacahuete fue traído de América, el primer lugar donde se plantó y aclimató en España fue en este huerto botánico, extendiéndose rápidamente su cultivo por toda la huerta de Valencia y posteriormente por toda la península. Hasta hace muy pocos años nuestros huertanos lo plantaban en abundancia. Ahora no tanto.

Hasta entonces sirvió no sólo como conservación de las especies vegetales, también como suministrador de hierbas medicinales que estudiaban los alumnos de la escuela de Medicina de Valencia. “Per a mostrar als estudiants la cognició de les herbes... e perque tinga compte ab hun ort en lo qual se planten les herbes que parexeran necessaries''. Había un Gazofilacio botánico para las semillas y hierbas medicinales “que se distribuían gratis a todos los pueblos del contorno por un profesor de farmacia”, al que pagaba el arzobispo.

Con el tiempo, aquel esplendoroso y pionero recinto Botánico con sus instalaciones y edificaciones venido a huerta fue vendido por el arzobispado su titular. El arzobispo Francisco Fabián y Fuero, (1773 a 1794) lo potenció al crear en 1776 un Jardín de Aclimatación. Aprovechó había sido obispo en la Puebla de los Ángeles, Nueva España (México), para importar una gran cantidad de semillas y plantas americanas que eran aclimatadas y cultivadas en el jardín. Fue en 1778, cuando se plantó aquí el cacahuete por primera vez en España.

Arroz chino de secano

Se trajeron de Londres semillas de un arroz chino de secano cuyo cultivo se había ensayado sin éxito en distintos países europeos y que llegó a florecer en el jardín de Puçol. Los de Puçol plantaron el arroz de secano en agua y les funcionó, les fue mejor que con el que trabajaban antes.

En 1796, la Real Sociedad Económica de Amigos impulsó la creación de un jardín botánico en Valencia aduciendo ''de que en el reino solo hay un modelo en la casa de la mitra de la Villa de Puzol''. De lo que cabe inducir que el Jardín Botánico de Puçol fue el padre e inspirador del de Valencia hoy propiedad de la Universidad.

Se mantuvo dicho Botánico hasta la primera mitad del siglo XIX, tiempos del arzobispo Simón López Sicilia (1832-1848), en que se decidió convertirlo en huerto donde los labradores del pueblo pudieran cultivar productos con que alimentarse debido a la hambruna existente consecuencia de la Guerra de la Independencia y del cólera siendo arrancados todos los árboles y plantas. Cuando en 1834, “la epidemia de cólera invadió las tierras valencianas. El Prelado exhortó al clero para que auxiliase a los apestados, y dando ejemplo vendió hasta objetos personales para remediar la penuria que sufrían sus diocesanos. Llegó a repartir diariamente 25.000 raciones de pan, mientras el Cabildo Catedralicio subvencionaba otras 15.000”, cuenta Arturo Llin Cháfer, que ha investigado la biografía de todos los obispos de Valencia.

Tras los avatares de la Desamortización, guerras carlista y civil, palacio y huerto entraron en ruina. En 1942, el arzobispado vendió la propiedad a un particular, con que se agravó la ruina y el Ayuntamiento lo recompró. Allí hoy hay viviendas, campo de fútbol, parque, de todo. Quedan en pie los muros tapiales que recuerdan allí hubo en tiempos de la Ilustración un importante y valioso jardín botánico, que remite a la memoria histórica.