Dentro de unos años, cuando esta pandemia sea un mal recuerdo, cuando se haga balance de esta época y se analicen los datos con perspectiva, quizá sigan saliendo grandes incógnitas a las que difícilmente sea posible dar respuesta por los que la estudien o incluso por los que hemos estado viviendo directamente esta pesadilla llamada covid-19.

Pero de lo que estoy segura es de que este periodo nos tiene que servir para aprender, y mucho, de cómo afrontar las crisis que nos puedan venir en el futuro y que nos tiene que ayudar a conseguir tener una ciudadanía más formada y responsable con su entorno y con la realidad que nos rodea en cada momento.

Hoy por hoy la estadística ya nos está dando datos tan concretos que nos revelan una ciudadanía que mayoritariamente cumple las medidas establecidas pero que se relaja rápidamente en cuanto tiene libertad de movimiento.

Datos que nos han ido revelando una ciudadanía que mayoritariamente sigue luchando e intentando cumplir las normas por el bien de la mayoría, pero también que una parte de la ciudadanía está sumida en el miedo y otra parte que, aun cumpliendo las normas, siempre buscan culpables en las acciones diarias; finalizando con un sector de la ciudadanía que incumple sistemáticamente, no entiende o no quiere entender.

Esta última percepción es la que más «ruido» suele provocar (incumplimientos reiterados, inconsciencia, no va conmigo, ….) , si bien dentro de las personas responsables, las que en mi opinión, son más peligrosas son las que siempre buscan culpables y no son capaces de visualizar la realidad del resto, de vernos como un colectivo . Son esas personas a las que nada nunca les funciona bien y por tanto arremeten contra el contrario sin ponerse nunca en su situación. Las que no son capaces de crear equipo y ponerse a luchar conjuntamente.

Si en un momento dado, en un control de accesos no hay policía, nunca piensan que estarán en alguna otra acción prioritaria;Si no le cogen el teléfono en el centro de salud,no piensa que las líneas están colapsadas con urgencias sino que estarán hablando y que no lo cogen porque no les apetece;Si por casualidad concluyen que pueda haber un colapso del sistema, directamente la culpa es de no contratar más personal sanitario (sin pensar que estos profesionales llevan años de formación y no aparecen de la noche a la mañana para que los contraten);Si encuentran gente que incumple, directamente lo achacan a la falta de más multas;O si denotan más contagios en una zona, es porque hay que baldear con lejía todos los días por el personal de limpieza.

Y yo en muchas ocasiones me pregunto dónde quedó la empatía y la capacidad de esas personas para ponerse en la piel del otro. ¿Dónde quedó la capacidad de entender, que salvo excepciones, las personas que trabajan en primera línea están dando el máximo de sí mismas para luchar contra esta enfermedad?

Ardua labor tenemos, desde las Administraciones Públicas, en este siglo XXI para conseguir cambiar el rumbo y no solo facilitar información a la ciudadanía, sino también formándola en responsabilidad social y empatía. Y en ese trabajo la comarca de L’Horta Sud tendrá un papel fundamental junto a los Ayuntamientos y la Sociedad Civil organizada.