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El día que murió Ramón Peiró «Bocaos» en Alaquàs

La lápida más antigua del cementerio actual data de finales del XIX, fue rescatada del anterior y pertenece al que fue juez de paz y su familia

Lápida de la familia y zona en la que está situada. | L.SENA

El cementerio de Alaquàs, que fue construido en los años 70 del pasado siglo en lo que hoy es zona industrial de la población, alberga miles de historias que, estos días, se rememoran. Una de ellas es la de Ramón Peiró Vilanova, conocido popularmente como «Bocaos», que vivió en la segunda mitad del siglo XIX y llegó a ser juez de paz y concejal del consistorio. Su lápida es, de hecho, la más antigua del cementerio, ya que fue restacada del anterior por los biznietos y trasladada con sus restos, en un proceso casi tan interesante como la vida del personaje.

El día que murió Ramón Peiró «Bocaos» en Alaquàs

Según relatan algunos de sus descendientes, «Bocaos» era un potentado del pueblo que tenía una finca agrícola en el límite con Torrent y se desplazaba el tartana, portando un elegante sombrero. Su esposa, Francisca Portalés Palop falleció a los 33 años, en 1885, a causa del cólera que causó numerosas bajas en la población, como en su día recogió la crónica de las religiosas Oblatas, que habitaban en el convento del Olivar.

La mujer fue entonces enterrada en el cementerio histórico, que estaba situado junto a este convento, en lo que hoy es la calle Antonia María de Oviedo, un camposanto donde las tumbas se excavaban en la tierra. A raíz del cólera, el ayuntamiento de la época se planteó construir un nuevo cementerio más alejado, que acabaría situándose en el Camí Vell de Torrent. Pero en ese momento, como consta en determinada documentación que ha manejado el colectivo «Quaderns d’Investigació», la medida debió provocar gran rechazo, porque ya era una instalación de corte más moderno con nichos elevados.

Aunque no se tiene la fecha concreta, el cementerio se habilitó antes de que acabara el siglo XIX y se instó a la población a trasladar, poco a poco, a sus antesadados allí. Ante la oposición y «para dar ejemplo público», Ramón Peiró fue el primero que cambió la tumba en tierra de su esposa a un nicho del nuevo recinto y encargó una lápida, que ya tenía espacio para tallar su futuro fallecimiento y el de sus dos hijos.

La muerte le llegó en el año 1897, doce años después que a su esposa y, de acuerdo con la lápida, tenía 44 años.

Cuentan sus descendientes que la historia oral que se ha transmitido del día de su muerte comenzó a primera hora de la mañana cuando se encontraba en la finca. Como juez de paz que era, recibió la visita del alguacil municipal a causa de que un grupo de vecinos había interpuesto denuncias contra un horno, el que había sido el Forn de la Senyoria (que databa de siglos), por «hacer sisa en el pan», es decir, utilizar menos materia prima de la reglamentaria. El caso, frecuente en la época, provocó que «Bocaos» y el alguacil tuvieran que ir a Torrent a buscar al fiscal y volver al pueblo a realizar la correspondiente investigación. «Pero cuando llegaron, habían troceado el pan y no pudo demotrarse», afirman los descendientes. Por la sucesión de hechos, Ramón Peiró acabó muriendo de «un sofoco», como se ha traslado a sus descendientes.

«Bocaos» fue enterrado junto a su mujer en el nuevo nicho del cementerio donde posteriormente también se depositaron los restos mortales de los hijos de ambos. Y durante décadas, sus familiares fueron encargándose de limpiar la lápida, decorar la tumba con flores y limpiarla.

Pero con la década de los 2000, llegó el momento de desmantelar el cementerio del Camí Vell, donde ya no se enterraba a gente desde que en los años 70 se construyó un tercer camposanto (el actual). En ese momento, el biznieto Vicent Soriano era concejal en el ayuntamiento y veló para que se trasladaran los restos al nuevo espacio y se conservara la lápida con la ayuda de su hermana Joaquima Soriano.

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