FEn ocasiones uno se entera de sucesos que pensaba sólo fruto de la imaginación o de algún argumento de película, pero no, va y resulta que es pura verdad, como aquello que en ocasiones ve en la gran pantalla y le hace reflexionar.

Hace unos días me encontré con una compañera, delegada de personal del ayuntamiento de Burjassot y profesora de fotografía en la Casa de la Cultura, que me traslado malas noticias. Había solicitado la extinción de su relación laboral con el ayuntamiento. Y la razón era el cambio sustancial que habían impuesto de manera unilateral en sus condiciones de trabajo, convirtiéndolo en un puesto de trabajo irrelevante, casi en anecdótico.

Ya había recogido su finiquito. Me quedé sorprendido. Con la que está cayendo, ¿quién se marcha y ya está?

Me explicó como había acabado el acoso y derribo que llevaba sufriendo desde junio del 2020, que le modificaron los horarios imponiéndole los cambios con decisiones unilaterales de manera sucesiva durante más de un año; que se había producido a pesar de su condición de delegada de personal, o tal vez por esta razón.

Decisiones como la comunicación verbal de su despido; no llamarla a que se incorporara en su puesto de trabajo para el curso 2020-2021, sin previo aviso ni informe técnico alguno que lo avalase y que suponía un agravio comparativo en relación al resto de cursos municipales que sí se estaban llevando a cabo en aulas del consistorio, hasta la eliminación sin previo aviso ni consulta de su proyecto docente. Proyecto sustituido por unos cursos con unas nomenclaturas genéricas, e incluso con cursos que no se correspondían con su profesión y ocupaban casi la mitad de su jornada laboral; cursos, todos ellos, carentes de contenidos y que eliminaban la posibilidad de continuidad del alumnado.

De todo el proyecto docente, solamente dejaron medio vivo un curso, y ni tan siquiera lo dotaron de las herramientas necesarias para poder impartirlo correctamente. Con una previsible disminución de matriculas que, además, cerraron drásticamente, algo inédito hasta el momento.

Me contaba que había llegado hasta donde ha sido posible, pero que su salud física y emocional se está resintiendo mucho y que tras 20 años de servicio no podía aguantar más porque, sencillamente -no puedo más y no me han dejado ninguna otra alternativa-

Le pregunté por los motivos de toda aquella política y me dijo que no lo sabía, que no entendía nada. Como a estos políticos del ayuntamiento les podía importa tan poco la cultura y el trabajo de la gente para ir cargándose sibilinamente todo un proyecto de cursos, pero menos aún la forma y saña con la que lo habían hecho.

Yo pensé que sí. Que en ocasiones hay políticos que usan las malas artes para quitarse de encima a quienes molestan como empresarios decimonónicos, amos y señores del destino de las personas. Pero eso sí, con métodos que aparenten normalidad justificada.

Me dijo que lamentaba profundamente el haberse quedado sin el trabajo con el que tanto disfrutaba, con una indemnización pequeña en relación incluso al despido objetivo, sin derecho a paro y, debido a la disminución de la jornada impuesta, con un subsidio totalmente ridículo. Pero que no aguantaba más. Y que lamentaba no seguir al lado se sus compañeros y compañeras, con el personal docente del ayuntamiento al que, por cierto, siguen vapuleando.

Me quedé reconcomiéndome por dentro, animándola, y convencido que la lucha sindical no es sólo por mejoras laborales, sino contra estas malas prácticas, contra esta calaña.