La Universitat dels Majors de Florida acaba otro curso que ha tenido algunos cambios, manteniendo la esencia del proyecto desde hace dos décadas. La primera fue la incorporación de Nuria Blaya a la dirección. Además, se han impartido algunos contenidos nuevos para el alumnado.

¿Qué balance hace del curso 2021-2022?

Muy positivo, sobre todo por la circunstancia en la que comenzaba. Han sido dos años de parón en algunos aspectos y este curso era un termómetro para detectar el interés que el alumnado tenía en el proyecto. Y ha sido muy bueno. Hemos tenido alumnado nuevo para hacer primero y segundo curso, aunque lo más valioso son nuestros alumnos de posgrado que llevan años y años asistiendo y que nos han demostrado su confianza plena. A ellos les hemos planteado nuevas asignaturas vinculadas con la economía social, la cocina o la música.

¿Qué supuso para usted asumir este reto?

La sensación que tenía no fue la de empezar algo con vértigo sino la de llegar a un punto en un proyecto en el que has estado trabajando tiempo. Con la anterior directora ya participé mucho en la toma de decisiones. Este curso he tenido más implicación pero lo más importante es que la Universitat dels Majors es algo más que una oferta formativa. Como centro cooperativo, pretendemos formar ciudadanía crítica, más exigente y que defienda ciertos derechos. La responsabilidad de hacer mejores personas es lo que suponía un reto.

¿Qué tiene de especial enseñar a personas que ya han completado su ciclo de trabajo o formativo?

Florida es un programa para mayores de 50, no solo a partir de la jubilación. Una parte del alumnado aún está activo y quiere añadir a una parte de su vida una formación distinta. Lo más importante es hacer las cosas por el simple placer de aprender. Hoy en día orientamos los estudios a conseguir ser como ciertos referentes y este proyecto consiste en que no haya una prisa por aprender unos contenidos para un objetivo laboral sino para crecimiento personal.

¿Los contenidos han de plantearse para ello de otra forma?

La Universidad es universal, como dice el propio término. Ha de consistir en no escatimar en la profundidad de los contenidos que se transmiten y, en el caso de la que se dirige al alumnado de mayores, ya es responsabilidad del profesorado hacer que eso sea sencillo. Pero no por ello ha de tener un contenido más ligero. Aquí la gente no viene a pasar el tiempo o a hacer un cursillo para reconocer obras en un museo. Somos una Universidad, lo que no tiene por qué ser incompatible con enseñar a personas que no han tenido formación. La educación para mayores no es de segunda ya que nos dirigimos a un grupo crítico. En nuestro caso, ya tenemos establecido que se puede cursar el ciclo completo o los módulos de forma independiente o un itinerario concreto.

¿Cómo definiría al alumnado que acude a las clases?

En su inicio tenía una importante base comarcal pero, a medida que nos hemos ido dando a conocer, viene mucha gente de València y de otras comarcas, gente que ya tiene una titulación pero quiere hacer otros estudios. Todos tienen en común que no entienden el aprendizaje no como algo con fecha de caducidad sino como una actitud. Los cursos de posgrados son los más numerosos porque la gente termina y no se quiere marchar.

La pandemia se cebó especialmente con la gente mayor.

Sí. Y además, en ciertos momentos de la pandemia se evidenció la poca importancia que parte de la sociedad daba a las personas mayores ya que, cuando empezaron a salir los primeros casos, alguna gente decía: «no pasa nada, solo ataca a la gente mayor», cuando morían cientos de personas en las residencias. Entonces yo me dije: «tengo que hacer algo por la gente mayor, ¿cómo que no pasa nada?. Son aquellos que nos han educado y abierto el camino». La edad de prejubilación y jubilación es de una energía creativa, exigencia sana y curiosidad incisiva que no la he visto en ninguna otra franja de edad. Son un ejército imprescindible para hacer un mundo mejor.

Este año, el curso se inició con una conferencia sobre alimentación y además ha habido una asignatura de posgrado sobre patrimonio alimentario, equiparada a la Historia del Arte o la Economía.

Lo introdujimos ya el año pasado en la diplomatura de Turismo a partir de un proyecto. Vimos la importancia del patrimonio alimentario como parte de la cultura. Un plato de una zona no lo es porque sí sino que está vinculado a su historia. En nuestro caso, los árabes nos trajeron el regadío y, con ello, la huerta, que nos permite tener platos con tantas verduras. Ese tipo de cosas hay que conocerlas. Igual que hay que saber que consumir determinados productos, no solo causan daño a nuestro cuerpo sino a nuestro entorno, si no son de proximidad o de temporada.

Estamos en una comarca no turística pero, en los últimos años, mira hacia su patrimonio y quiere ponerlo en valor.

En turismo estamos en un momento de tripas abiertas. Tras la pandemia, ya no hay un modelo claro, es el momento de estar atentos y reenfocar el turismo . Tenemos que entenderlo como generador de cultura y de economía, de forma sostenible, así como de transmisor de valores, no como depredador. Y entender el turismo no solo para el extranjero sino para la propia ciudadanía de la Comunitat Valenciana. La comarca de l’Horta Sud permite unas rutas maravillosas en gastronomía, antropología y patrimonio. Pero hay que planificar un modelo que transmita cultura y valores, que no es incompatible con el beneficio económico

¿Qué novedades planea para el próximo curso?

Algunas de ellas ya han comenzado este año y muchas son iniciativas que ha puesto directamente en marcha el alumnado como el programa de radio o el cineforum. Y aunque no ha sido exclusivo de este curso, hay que destacar la iniciativa personal del alumnado para impulsar proyectos, así como la cantidad de habilidades artísticas. Todo ello culminará en el proyecto de la «Escuela del Arte» que no será exclusivo de la Universitat dels Majors sino que se dirige a personas a partir de 50 años con actividades relacionadas con música, cine, literatura o cocina, entre otros.