Una testigo del suceso, Diana, dijo a este diario que se encontraba pescando desde primera hora de la mañana en una parte del riachuelo aledaña a la poza peligrosa cuando de repente oyó gritos. «La hija ha empezado a gritar y a pedir socorro, al principio pensé que eran niños jugando, pero luego ha gritado ‘¡papá, papá!’», relató con angustia la pescadora aficionada.

«Nos ha afectado mucho porque luego hemos visto a la niña hecha polvo. Ha sido lo peor, un día fatal», lamentó. «Volveremos aquí a pescar, pero nos quedará el mal sabor de boca para siempre por lo que ha pasado», concluyó Diana.

Tanto Diana como otros bañistas que se encontraban unos metros más abajo en el río, ya en un lugar propicio para los bañistas donde la corriente no golpea tanto y el agua apenas cubre hasta la cintura, insistieron en que la gente que va a pasar el día conoce que esa parte en concreto tiene mucha corriente y entraña un claro riesgo para las personas.

Un bañista, Juan, que hacía un picnic con su mujer a la hora del operativo, dijo que «todo el mundo sabe que eso es un peligro». «Yo pienso que debería de haber algo dentro del agua para agarrarse, porque ahí la gente que entra se envuelve con el remolino», añadió.

Dos jóvenes, Irene y Laura, iban ayer por primera vez a la presa a disfrutar del día y, justo cuando estaban llegando en coche por el camino de grava y piedras que conduce hasta allí, tuvieron que dejar espacio como pudieron para las ambulancias y los bomberos.

«Íbamos viniendo por acá y nos han tenido que adelantar. Enseguida hemos pensado que se había ahogado alguien, o algo parecido», recalcó Irene.