Museros homenajea al tomate que le hizo famoso en los 30

La Plaza de les Escoles Velles luce una escultura de una tomatera pintada por el vecino Manuel Ros

La escultura de la tomatera, junto a la mesa explicativa, en la plaza Escoles Velles de Museros.

La escultura de la tomatera, junto a la mesa explicativa, en la plaza Escoles Velles de Museros. / A.M.

Pilar Olaya

Pilar Olaya

La Plaza de les Escoles Velles de Museros luce una escultura de una mujer vendiendo tomates. La obra, pintada por Manuel Ros, vecino de la localidad de l’Horta Nord, se sitúa cerca de donde hace ya casi un siglo numeroso puestos de venta de tomate llenaban la plaza Poeta Llorente durante los meses de junio y julio con ese manjar que llegó a traspasar fronteras.

Desde la Concejalía de Cultura y Promoción Lingüística del Ayuntamiento de Museros, han querido usar la subvención concedida por la Diputació de València, dentro del proyecto "Impulsem el turisme", para homenajear al mercado del tomate de Museros que tuvo su esplendor en los años 30, con esta escultura que representa a una tomatera junto a una mesa explicativa sobre la trascendencia que tuvo este mercado en la localidad.

El llamado tomate de Museros era conocido en toda la comarca por su fina presentación y su agradable sabor, tanto si se consumía fresco como en conserva. En la época de máximo esplendor se llegó a cultivar hasta 600 hanegadas, y a recoger un término medio de 5000 kg/hanegada, que representaba en total unos 3 millones de kilos de tomate.

Foto antigua de un puesto de tomates en Museros.

Foto antigua de un puesto de tomates en Museros. / EU

El cultivo y la venta de tomate llegó a ser uno de los principales motores económicos de la localidad, ya que con la venta de este producto se salvaba la economía de muchas familias. Hasta el mercado de la plaza Poeta Llorente acudían toda clase de vehículos para adquirir al por mayor tan preciado manjar, que luego era llevado a diferentes mercados de dentro y de fuera de la región

La alcaldesa y la concejala de Museros junto a la escultura.

La alcaldesa y la concejala de Museros junto a la escultura. / A.M.

Los años de mayor esplendor en dicha cosecha fueron del 36 al 39. Al terminar la guerra civil, la situación de autarquía obligó a transformar las tomateras en tierra campa, maizal y campos de moniato. Volvió a surgir el cultivo del tomate con nuevos bríos entre los años 1950 al 1965, pero, de nuevo, descendió su productividad por varias razones, entre otras, porque se empleaba mucha mano de obra con el personal especializado, aumentaron los jornales, se plantaros muchos agrios, además de que se abrieron en la localidad un buen número de fábricas con retribuciones seguras para los obreros y ya no compensaba económicamente.

Durante la década de los 70 y los 80, todavía se celebraba el mercado del tomate, aunque ya no se trataba del delicado tomate castellano de antes de la guerra que había dado fama al pueblo, sino del tipo cuarentena y de otras variedades francesas, tales como los llamados “piros” y “mermande” con características parecidas pero menos delicadas en su cultivo, y que aguantaban mejor los viajes comerciales.