Montañas de basura y escombros llenan las calles de Paiporta

La población y los voluntarios se afanan en limpiar sus casas mientras muebles y coches se amontonan a la espera de ser retirados

La estación de FGV y las vías han sido retorcidas como plastilina, y hay edificios derrumbados

Voluntarios y vecinos avanzan entre montañas de muebles, colchones y residuos. Al fondo, un coche.

Voluntarios y vecinos avanzan entre montañas de muebles, colchones y residuos. Al fondo, un coche. / GERMAN CABALLERO

José Miguel Vigara

José Miguel Vigara

Los efectos de la DANA en Paiporta son simplemente devastadores. Los destrozos causados por la riada han convertido la localidad de l’Horta en el escenario de un filme de terror, como la serie «The Walking Dead», que afirmaba un soldado a Levante-EMV; o en el paisaje propio de una guerra, donde ayer no paraban de sonar las sirenas de ambulancias, vehículos de emergencias y coches de policía. En las calles y las plazas, sobre todo del barrio pegado al barranc del Poio, se acumulan montañas de muebles viejos, colchones, somieres, coches, escombros y toda clase de enseres arrasados. Los vecinos, los voluntarios y los soldados se afanan por limpiar y retirar residuos, pero aún queda mucho por hacer. El lodo y el agua encharcada, más la humedad y el gasóil, componen un olor intenso, que cada vez es más insoportable.

Las vías del Metro están retorcidas

En distintos puntos de la ciudad, hay montones de bolsas de basura, que esperan a ser retirados por los camiones. También hay pilas de ropa vieja y de neumáticos, de gran tamaño. Los daños en estructuras y en edificios son muy importantes. La riada ha retorcido como plastilina las vías de FGV y ha reventado la estación. La tromba de agua ha dejado un reguero de coches arrastrados y destrozados, mientras sobre las vías hay cañas, zapatillas, ropa, y toda clase de porquería. Algunos de estos turismos tienen los cristales rotos porque han sido objeto de saqueo y pillaje. Lo mismo que una casa de 9 d’Octubre, donde la dueña sorprendió a un asaltante con una linterna a las 2 de la madrugada. Una gasolinera de l’avinguda Francesc Císcar está también dañada y ayer los militares y los operarios se esforzaban para devolverla a la normalidad. En un tramo de esta avenida, en la manzana de la calle Miquel Grau, hay una serie de edificios que están semiderruidos. La policía los ha precintado para que nadie acceda al interior. En la parte más cercana al barranco, también se han derrumbado inmuebles y una parte del asfalto. Igualmente, en la entrada del pueblo, cerca de la rotonda que entra desde València y La Torre, hay hundimientos en el firme del vial de acceso.

En una finca en construcción, el agujero de cimentación se ha convertido en un macabro cementerio de coches que fueron arrastrados por la riada. En un taller de lavado de vehículos, cerca del carrer Lluís Vives, hay multitud de coches amontonados y rotos. Y así... incontables daños, allá donde se mire. Mientras tanto, la población sigue organizándose y luchando, con barro hasta la rodilla para limpiar, retirar escombros y atender a los más mayores y al resto de la ciudadanía.

Los destrozos en la estación de Paiporta son cuantiosos.

Los destrozos en la estación de Paiporta son cuantiosos. / GERMAN CABALLERO

Testimonios de rabia, dolor y ... esperanza

Una doctora se ha lanzado a la calle a ayudar: «Pero hacen falta enfermeros para curar y pinchar en las casas de los pacientes», apunta. La ONG Remar SOS ha habilitado un punto de reparto comida junto a la Iglesia de San Ramón, en un local que le han cedido. El encargado de la entidad Jorge Vázquez pide «productos de limpieza, como lejía, geles hidroalcohólicos o desinfectantes». Asimismo, el ayuntamiento ha pedido que no se envíen más alimentos sino estos productos de limpieza.

Y muchos testimonios, como los de Luis Martínez, Nieves Bosch, Marián Puertes o Carlos Abad que denuncian que no funcionaron las alertas y que las administraciones les fallaron. Marián Puertes explica que la gente «hizo vida normal se fue a clase de inglés, al gimnasio o a comprar: aquí no hubo alertas», mientras un tsunami corría por las calles Florida, Lepanto y aledaños; y arrollaba a coches y personas sin compasión. Carmen Marí se libró de la muerte «porque mis vecinos me echaron unas sábanas y tiraron de mi hasta la planta superior. He vuelto a nacer», dice.

Carlos Abad, que ha perdido su casa familiar, ejemplifica la indignación de todos los vecinos. «A derechas y a izquierdas, ni Carlos Mazón ni Pedro Sánchez» no han estado a la altura en su gestión de la crisis. Y el mensaje más repetido: los han dejado solos. «Durante muchos días solo tuvimos a los voluntarios, la UME, y la maquinaria y los vehículos aportados por particulares», concluyen Luis y Nieves.

Tracking Pixel Contents