Cercanía y gestión, claves del municipalismo

Cristina Mora Luján

Cristina Mora Luján

La historia reciente de nuestro país no se entendería sin el papel que han jugado los ayuntamientos en la construcción de nuestra democracia. Nuestro sistema de gestión pública ha tenido en el municipalismo a su máximo protagonista. A través de las corporaciones locales hemos desarrollado la mayor parte de nuestros servicios, transformando pueblos y ciudades hasta convertirlos en espacios de convivencia y oportunidades que hoy, tras el paso de una DANA que ha inundado gran parte de nuestra comarca, son más necesarios que nunca.

Desde que se celebraron las primeras elecciones locales en 1979, los ayuntamientos han demostrado que la política más cercana es también la más eficaz. La que es capaz de dar respuestas rápidas y concretas a las necesidades de nuestros vecinos y vecinas, y las mejores a la hora de tomar el pulso de nuestras calles apenas poniendo un pie en ellas. 

Acabamos de vivir una catástrofe colectiva sin precedentes en nuestro territorio que ha puesto en jaque nuestros protocolos de emergencias, y ese mastodonte que es la administración autonómica no ha estado a la altura, a pesar de todos los recursos con los que cuenta, dejándonos a los ayuntamientos, junto a la sociedad civil, al frente de una gestión que sobrepasaba con creces nuestra capacidad de respuesta. Esta realidad, que no es baladí, nos muestra que es la política local la que efectivamente tiene mayor capacidad de llegar a la ciudadanía, pero para hacerlo, necesita que se escuche su voz y que esa mirada local se replique en todo su entorno sin que tenga que pasar una catástrofe natural para captar la atención del mundo. 

El municipalismo ha sido el laboratorio de nuestra democracia y, desde los ayuntamientos, se han puesto en práctica algunas de las políticas más innovadoras de nuestro país. Sin duda, esta innovación va a ser un factor determinante en el debate que se va a abrir ahora alrededor de nuestros municipios sobre la oportunidad de reconstruir las zonas devastadas o refundarlas. Lo que está claro es que nos tiene que servir para comenzar un proceso de regeneración territorial que sea resiliente con los nuevos tiempos, y no solamente por la protección que debemos garantizar a los efectos del cambio climático, sino en base a una nueva economía enfocada a producciones cada vez más limpias y respetuosas con el entorno

Y delante de este contexto me preocupa la sorprendente elección del presidente Mazón de escoger a un militar para liderar la reconstrucción, presumiendo de su perfil técnico y poniendo en valor su falta de talante político. No hay que ser Maquiavelo para deducir que esa definición que da el Sr Mazón no le deja a él en muy buen lugar, pues insinúa que se ve incapaz de abordar la que, por definición del cargo, es su exclusiva competencia: gestionar los recursos de la Generalitat para dar respuesta a las necesidades de nuestro territorio y sus gentes. Diría que ha aprendido poco de su paso por la política local…

El aparato administrativo no es igual al ejército, y quizás las fortalezas de este militar retirado no sirvan para el interés general de nuestros pueblos arrasados. Porque, sin desmerecer el laureado currículo del General Gan Pampols, me inquieta la manifiesta falta de compromiso político en su proyecto de gestión, pues es la ideología la que escoge la opción más humana por encima de la más económica. Es la política la que va a poner por delante los derechos de las familias y personas afectadas y la que escogerá la medida menos gravante para el futuro de nuestra comarca. Esta es la razón por la que el Partido Popular desprecia los servicios públicos y prioriza hospitales y colegios privados, porque los primeros no son positivos a sus intereses. Y este es el motivo por el que la política debería ser quien se pusiera al mando, pero no la mala política, que es la que nos ha traído hasta aquí. La política con mayúsculas. La que, a pesar de los errores, está siempre donde tiene que estar, que no es comiendo en El Ventorro.

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