Treinta años para la esperanza

Conxa García

Conxa García

El futuro ya no es lo que era. Echamos la vista atrás para valorar treinta años de un periodismo del que se siente, de ese que te identifica por su cercanía, y caes de repente en la cuenta de que todo ha cambiado. La forma de hacer periodismo, la de hacer política, hasta la manera de mirar al futuro. Donde antes había aspiraciones y certezas, ahora hay tensiones e incertezas. De cómo llegamos hasta aquí dan buena cuenta las páginas de las tres últimas décadas de este diario.

Cuando yo empezaba en esto de gestionar lo público, se tenía asumido que la política era el arte de hacer lo que se puede con lo que se tiene. Y así, haciendo lo que podíamos con lo que teníamos y lo que nos prometían que podíamos tener trasformamos Picassent para llevarlo a estos tiempos revueltos. Hace tres décadas, como recordábamos estos días conmemorando los 30 años de la Casa de Cultura, fue el despertar de muchas cosas que permitieron transformar un pueblo desde la cultura, las infraestructuras, la protección social, el deporte, el bienestar, la industria o en tantas otras vertientes de las que dan buena cuenta las páginas de las tres últimas décadas de este diario.

Pero que el mundo cambie, como ha cambiado, que Picassent se transforme, como se ha transformado, no significa que no miremos al futuro con esperanza y convicción. No miraremos como antes, porque hasta la mirada ya no es como antes, pero seguiremos creyendo que la única razón de la gestión política, del periodismo y de la química cuántica, es la prosperidad. Es mirar al futuro con la convicción de cambiar a mejor el mundo que se tiene.

Dejó escrito el economista noruego Finn Kydland, premio nobel y jurado de los Jaume I, que la enemiga de la prosperidad es la incertidumbre que genera la mala política. Sin duda. Dotar de certezas y esperanza es la labor que debemos llevar desde cualquier ámbito para aplacar la desinformación, la despolítica y la desilusión de los que confunden información con interés, política con poder y esperanza con engaño. No es pequeño el reto, pero seguro que de ello darán buena cuenta las páginas de las tres próximas décadas de este diario.

Hay motivos para la esperanza porque hay motivos para el progreso. Afrontaremos y superaremos las amenazas de ahora, que son tan rancias como siempre por mucho que se alcen como novedosas, ya sea el trumpismo, el egocentrismo, el partidismo, el tacticismo o cualquier ismo que oculte el egoísmo y ombliguismo que caracterizan las voces aterradoras de los salvapatrias del nuevo mundo. Dijo Václav Havel que «la esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, salga como salga». Eso nos sigue moviendo. De ello darán buena cuenta, siempre, las páginas de este diario.

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