El horno que alimenta a todo un barrio
La panadería del Xenillet es el motor de toda la barriada, duramente golpeada por la dana y doblemente castigada al ser una zona vulnerable
Conchi es una motoreta. No para ni un segundo. "¿Qué te pongo?", "Manda", "Dime cariño", hace y deshace con sus manos, las mismas que de madrugada han elaborado los productos que ahora expone, las que cogen una barra de pan, unos bollos, los envuelven, los empaquetan, los entregan. Es el alma del horno del Xenillet, uno de los barrios más pobres de Torrent, duramente golpeado por la dana al ser, también, uno de los que acoge más gente vulnerable. En este barrio hay poco tejido comercial. El horno de Conchi y su marido José, una droguería, un bar, una farmacia. Poco más.
Es en este contexto, el pequeño establecimiento se ha convertido en el motor del barrio, un punto neurálgico que se vuelve todavía más esencial tras una catástrofe como la vivida hace ahora dos meses. El horno es también un lugar familiar al que acudir y donde cada nochebuena los vecinos y vecinas brindan con los horneros, Conchi y José, por el año que vendrá. Este 24 de diciembre también levantaron sus vasos de mistela aunque lo hicieron con cierta tristeza.
El 29 de octubre la dana destrozó la parte del barrio del Xenillet más pegada al barranco, decenas de viviendas arrasadas por el agua que se ha llevado, también, mucha clientela del horno. A partir de ese martes, Conchi y José se pusieron manos a la obra para poder volver a abrir y hacer pan para el barrio y que no faltara de nada. Son un servicio público del barrio y para el barrio y eso a veces es complicado.
En la periferia: "Aquí solo viene gente del barrio"
"No es fácil montar algo en la periferia. Ahora con la dana se me ha ido la mitad de la clientela, la mitad del barrio se ha tenido que ir porque lo han perdido todo. Aquí solo viene gente del barrio. A quien le gusta el producto me dice, 'tráeme esto' o 'tráeme aquello', pero venir al Xenillet, no vienen", dice Conchi. "Llevamos desde 1991 aquí, José, que es de Patraix (València) cogió el traspaso y yo, que soy de Zamora, vine aquí por él", cuenta Conchi. Llevan más de 20 años en el modesto local que acoge a cada minuto gente nueva que entra y sale. Conchi se sabe todos los nombres, todas las familias, todo lo que pasa en el barrio.
Si la dana arrasó con todo un martes, el domingo abrieron. "Cuando nos dieron la luz volvimos a la marcha y aunque la nevera y todo lo que había dentro se estropeó comenzamos primero a hacer solo pan. Torrent estaba aislado porque los puentes colapsaron y no podían traernos materia prima, pero teníamos levadura y harina", comenta la pareja. Los primeros días fueron frenéticos, la gente iba pidiendo 15 barras de pan para llevar a otros municipios y Conchi y José hacían 15 más para repartir a quien lo necesitara.
En el Xenillet, la asociación gitana del barrio y el culto estuvo al pie del cañon, Javier Noguera, de la Iglesia Evangélica Bautista de Torrent, dando desayunos y la asociación Soterranya reparando y repartiendo bicis. La clientela, dice, siente abandono. "Estamos un poco dejados, hay poco tejido comercial y la sensación es que aquí no entra nadie que no sea del barrio", dice la panadera.
Juan José Fernández es de la asociación gitana, también vecino del barrio y cliente del horno. Cuenta que para él este negocio es parte de su familia y lo ilustra con un ejemplo claro: "Fui el otro día a un bar y pedí una caracola de chocolate y lo primero que me salió decir fue: 'como las de Conchi, ninguna'. Al hombre le sentó mal y me dijo: 'pues vete donde Conchi', y eso hice, vengo cada día, aquí está lo mejor".
Pili, una señora habitual en el horno de José y Conchi, aguarda sentada su turno. Mira unas lionesas de nata y dice que mucho no puede comer pero que este local es "su perdición". Comenta con Conchi como sus nietas la vieron el día después de la dana asomada al balcón y la llamaban: 'Chonchi', 'Chonchi'".
Ambas se ríen, aunque aseguran que las risas escasean en este último tramo del año. Dos meses después de la tragedia el ambiente en el Xenillet es otro. "Se nota la tristeza, antes oías cantos, palmas, gente en la calle. Ahora todo está muy tranquilo", cuenta Conchi.
"Somos un barrio pobre, pero un barrio muy guay, muy unido, sales fuera y te miran por encima del hombro. Aquí, sin embargo, todos somos familia"
En el barrio donde no va nadie, añade, "todo se queda aquí y de igual forma que ahora estamos tristes, volveremos a levantarnos juntos aquí, en el Xenillet. Somos un barrio pobre, pero un barrio muy guay, muy unido, sales fuera y te miran por encima del hombro. Aquí, sin embargo, todos somos familia", remata la panadera que con esta frase despacha a esta periodista y atiende al siguiente cliente: "¿qué te pongo, Mariano?".
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