Cinco meses sin salir de casa: "Echo de menos pasear al sol pero sin ascensor es imposible"
Más de 300 edificios continúan con el elevador averiado tras la dana, lo que encierra a cientos de personas con movilidad reducida en sus casas
Esta situación dificulta y merma la calidad de vida de las personas mayores, pero también de las familias con bebés e hijos dependientes

Daniel Tortajada

Hace más de cinco meses que Blas, vecino de Catarroja de 92 años no sale de su casa. El 10 de octubre de 2024, antes de la barrancada, le operaron de la cadera después de caerse. Una vez entró en su casa del hospital, ya no volvió a salir. Cuatro días después de la dana, el 3 de noviembre, las vecinas interceptaron por la calle a un sanitario voluntario que estaba en el pueblo para ayudar donde pudiera y le pidieron que subiera a quitarle las grapas a Blas. Por eso pudo curarse la herida los primeros días en los que la emergencia era total.

Blas y su vecina Juaqui en casa del primero, que no ha salido de su casa en cinco meses después de la dana / Fernando Bustamante
Desde hace cinco meses, desde el 29 de octubre cuando una dana arrasó decenas de pueblos de la provincia de Valencia, cientos de personas han visto su vida mermada por la falta de ascensor en los edificios donde viven, pues la riada los anegó totalmente y aunque el tiempo pasa, las soluciones llegan a cuentagotas.
Algunos salen a la calle con ayuda y otros ni siquiera han podido pasear por su pueblo, ni tampoco ver qué consecuencias ha dejado la dana. Según reveló la Generalitat esta semana, hay 311 edificios con ascensores averiados en los que vive al menos una persona con dificultades de movilidad, para la que salir de su casa es un auténtico problema.
En la finca de Blas les piden 30.000 euros para arreglar el sistema de elevador, aunque la comunidad no tiene dinero para pagarlo y todavía no han cobrado la indemnización del consorcio, así que "a esperar. No queda otra". Blas camina con un 'gaiato' y va lento, pero le da miedo bajar las escaleras por si vuelve a caer. "Claro que quiero bajar, echo de menos pasear al sol, en el parque, dar una vuelta, pero qué voy a hacer", explica a este diario con un hilo de voz.

Joaqui con el carro que utiliza para subir a su nieta seis pisos cada día en Catarroja. / Fernando Bustamante
Blas tiene la mente despejada y a pleno rendimiento. Escribe desde los 87 años su historia de vida para no olvidar nada de lo que le ha pasado y reflexiona sobre cómo es y cómo le ven los demás. Su mujer, Mati, de 83 años, cuenta que es un hombre muy activo, siempre lo ha sido. Se ha pasado la vida siendo camionero e implicado en mil y una causas y con 90 años todavía conducía, hasta que sufrió su primera neumonía.
"¿Nos vamos a Madrid?", le decía a su mujer de vez en cuando. "Entonces íbamos, comíamos y volvíamos", explica ella. Desde que tuvo la neumonía ya no conduce y desde que le operaron de la cadera ya no sale a la calle. La dana dinamitó todas sus facilidades. Ejercita el cuerpo andando por el pasillo, pero esa no es manera de recuperarse bien y menos durante más de cinco meses.
"Pido ayuda para subir el carro de la compra"
Mati, que tiene 83 años, sube y baja cada día como puede las escaleras desde que no tienen ascensor y dice que ya le da "hasta vergüenza" pedir ayuda a la gente de la calle para que le asistan y suban el carrito de la compra por las escaleras. Ella no puede con el peso. Aún así no le queda más remedio.
Estas son algunas de las consecuencias de no tener ascensor operativo. La dana lo estropeó y el paso del tiempo está cronificando un problema que limita y merma la vida de muchas personas. La de Blas, la de Mati, pero también la de Joaqui, la vecina del mismo edificio, pero del sexto piso con fibromialgia que sube y baja a sus nietas cada día con el carro por las escaleras, con todo lo que eso conlleva. Joaqui acompaña a Mati y Blas en la visita de Levante-EMV y les da ánimos. Delegada sindical durante años, Joaqui sabe que para conseguir cosas "hay que pelear mucho" pero esto de los ascensores, "no hay derecho".

El ascensor averiado en la finca donde vive Blas, Mati y Joaqui en Catarroja / Fernando Bustamante
La salud también se ve mermada y en personas que tienen problemas de movilidad o necesitan caminar a diario están favoreciendo la aparición de inflamaciones en las articulaciones que pueden acabar incluso en gangrena y amputaciones.
Tres meses sin salir de la cama
A Pepita, de 88 años, también residente en Catarroja, bajar un piso se le hace un mundo. Va en silla de ruedas y para tomar el aire y ver el sol, vienen de vez en cuando voluntarios de Cruz Roja para bajarle a la calle con una silla oruga, especial para bajar escaleras. "Yo soy muy mediterránea, a mí me encanta el sol, me da vida poder sentir la brisa y pasear al aire libre", señala Pepita, a quien acompaña su amiga Mariló.

La Cruz Roja ayuda a Pepita, de 88 años, a salir a la calle. Desde hace cinco meses no tienen ascensor y ella va en silla de ruedas. / Daniel Tortajada
Es medio día y da las gracias a los voluntarios que vienen cada semana de Segovia a echar una mano a lo que haga falta, cinco meses después de la dana. "Aunque creas que lo mejor de Segovia es el acueducto, ya te digo yo que es el cochinillo", le dice uno antes de marchar.
Pepita es una mujer sabia. Habla tres idiomas y su vida la dedicó al teatro y al circo. Ahora no soporta estar sola en casa, así que pasear, ir a comer y a tomar una cervecita es la vitamina que más agradece su cuerpo. "Estuvo tres meses sin salir de la cama, no quería ni comer", explica su amiga Mariló. "Ahora, sin embargo, como de vez en cuando podemos bajar, el humor, el ánimo y la filosofía es otra".
"Dejamos el carro del bebé en el coche y la subimos en brazos"
Por otra parte, la falta de ascensores en muchos edificios merma también la calidad de vida de familias con bebés, que suben y bajan a los niños en brazos o con el carro a pulso. Una situación puntual que "no puede sostenerse en el tiempo". José y Sermira viven en un tercero en Benetússer y tienen una nena, Valeria, de un año y cuatro meses. Desde la barrancada suben a pie con la niña en brazos día sí día también y el carro lo guardan en el coche o en el patio.

José, Sermira y su hija Valeria suben y bajan diariamente tres pisos al no funcionar el ascensor cinco meses después de la dana. / Fernando Bustamante
En su caso, al ser un edificio que dispone de dos ascensores, la cosa se complica. Los presupuestos arrojan uno 150.000 euros de derrama entre el garaje y los elevadores y un montante por casa que superaría los 3.000 euros. Hay quien puede, pero hay quien no. La solución se complica.
Además del tema económico, también influye la disponibilidad de profesionales (han formado a personas como técnicos de ascensor por la elevada demanda) y el número de trabajos pendientes y los materiales necesarios para arreglar estos sistemas.
Alberto y Andrea pasean con su hija Olivia, nacida en diciembre de 2024, tres meses después de la dana. "En marzo empezaron a desmontarlo, pero después de Fallas no han vuelto. Nos han dicho que en junio debería estar, pero después de demorarse mes a mes ya no nos fiamos", comentan mientras observan los últimos retoques del nuevo Parque de la Fusta de Benetússer.
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