Hay personas extranjeras damnificadas por la dana que han podido regularizar su situación con la oportunidad que ha dado el Gobierno pero hay otras, unas 14.000 en situación irregular que no han podido hacerlo por no estar empadronadas y no poder "demostrar" que sufrieron la dana en primera persona con un papel oficial.
Es el caso de Martha y su familia, de cinco miembros tras el nacimiento de su nieto hace tres meses. Hacía un mes que, desesperados por no encontrar vivienda asequible, se mudaron a una casa en el Xenillet, en Torrent, junto al barranco, donde convivían hasta nueve personas en muy malas condiciones. Pagaban un alquiler a la propietaria pero no tenían contrato. El agua les pilló por sorpresa y tuvieron que salir de manera precipitada, Cruz Roja les rescató y les llevó al primer pabellón habilitado en Torrent. Ahora, cinco meses después, la hija de Martha, Liseth, ya ha parido un bebé que ahora tiene tres meses de edad y los cinco continúan en el CATE. Están "agotadas" y es que viven en un "laberinto sin salida" desde el 29 de octubre.
El tapón administrativo es clave en su malestar. El ayuntamiento de Torrent no reconoce a la familia como damnificados de la dana porque "nos dicen que no tenemos cómo demostrar que vivíamos allí sin un contrato de alquiler", pese a que la familia les ha enseñado vídeos; fotografías; Cruz Roja les atendió, fueron trasladados al pabellón y ahora al CATE. Este es el principal escollo para iniciar un proceso que les permita recuperar su vida y hacerla estable después de la tragedia ("hemos vivido un infierno que nunca se nos va a olvidar", dicen, todavía conmocionadas por el miedo que pasaron el 29 de octubre), pues al no poderse erigir como damnificados de la dana, no pueden iniciar el proceso de regularización extraordinaria que termina en el mes de mayo y permitiría a la familiar tener permiso de residencia, trabajo y ayudas para damnificados.
"Nadie nos da respuesta, estamos bajo el amparo de ¿quién?", se pregunta Martha, que está a la espera de un informe de Cruz Roja que certifique que les recogió el día de la dana y dio cobijo esa noche y las posteriores, como prueba de que son afectados. "Nosotros teníamos sueños y aspiraciones, pagábamos un alquiler, no éramos ocupas y jamás recurrimos a la administración hasta ahora, necesitamos ayuda", dice la mujer, que cuenta que la noche de la barrancada tuvieron que salir corriendo con su hija embarazada de seis meses y su marido encamado por un accidente, que fue corriendo y cojeando para alejarse del barranco, al perder las muletas.