Ayudas de la dana que nunca llegan: "Me he sentido humillada"
Una vecina de Aldaia se siente "despreciada" y "desilusionada" por el trato "deshumanizado" de una iniciativa de un pueblo de Castellón para donar unos azulejos a los afectados de la riada que nunca han llegado

Las calles de Aldaia en noviembre de 2024, apenas unas semanas después de la dana. / Francisco Calabuig

De un gesto "bonito", un "agradecimiento" y "la buena fe" a la "desilusión", la "humillación" y las situaciones "descorazonadoras" puede haber un solo paso. Las personas damnificadas por la dana, aquellas que perdieron de la noche a la mañana su vivienda y todo lo que en ella había, han tenido que hacer un esfuerzo titánico para poder volver a ponerse en pie. Lo cuenta, una vez más y en primera persona Maria Ángeles, una vecina de Aldaia jubilada y viuda, que ha enviado una carta al director a este diario para relatar una situación que ha vivido en primera persona y que "me ha dolido mucho".
Tras el paso de la devastadora dana del pasado 29 de octubre, las personas, entidades, instituciones se volcaron con la emergencia y se pusieron a disposición de los afectados con los medios que tenían. También lo hizo el Ayuntamiento de Onda, en Castellón, que coordinó con empresas cerámicas locales una iniciativa bajo el nombre "Cerámica con corazón" que quería ayudar a los afectados a reconstruir sus viviendas con azulejos donados.
Maria Ángeles fue una de las personas que pidió ayuda. "No quiero ocultar el mérito que tiene su ayuda, es de agradecer, pero después de mucho llamar la ayuda a mi no me ha llegado y me siento humillada, ¿no tenemos bastante con la desgracia que tenemos?", se pregunta la vecina.
"Durante meses, esperé con paciencia. Me aseguraron que mi pedido sería el siguiente, que sólo debía abonar 50 euros por el transporte. Acepté con ilusión, confiando en que al menos una parte de mi hogar podría empezar a reconstruirse. Pero pasaron los meses y nadie llamó. Cuando volví a preguntar, ni siquiera encontraban mi solicitud. Finalmente, me ofrecieron unos azulejos que nada tenían que ver con lo que pedí: piezas pequeñas, de colores oscuros y con dibujos poco apropiados. Y ya ni siquiera los traían a casa: debía ir a recogerlos a un almacén, buscar transporte, cargar y descargar por mi cuenta".
"Soy una persona mayor, estoy sola"
"Yo soy una persona mayor que no tengo idea de internet. Soy viuda y estoy sola, no puedo cargar peso", señalaba la vecina, que lamenta que la ayuda ya no es ayuda cuando se lo ponen tan difícil, sino que se trata de "una falta de respeto a quienes ya hemos perdido tanto. Me he sentido humillada y despreciada, no por no recibir los azulejos, sino por el trato deshumanizado y la falsa ilusión que sembraron en mí. Si no pueden ayudar, que no prometan", dice la mujer.
"Es importante visibilizar situaciones como la que describo, ya que afectan a muchas familias que han depositado su esperanza en este tipo de programas solidarios", apunta. De hecho, la mujer asegura que hay más personas en su situación, que se ven desamparadas al no tener recursos digitales ni posibilidad para moverse e ir a recoger el material.
"Hemos hecho todo lo posible"
Por su parte, fuentes municipales subrayan que el Ayuntamiento de Onda ha puesto "todos los recursos a su alcance" para acompañar a la "vecina afectada y agilizar la llegada de ayuda". Como intermediario entre las empresas donantes y las familias damnificadas, el consistorio afirma haber mantenido un "contacto diario con la mujer para resolver cada trámite".
Explican que, dentro de la iniciativa junto con las firmas cerámicas, "se le ofreció un catálogo predeterminado con stock garantizado; al no ajustarse a sus preferencias, se le facilitó el contacto directo de la compañía para que pudiera ampliar opciones sin intermediarios".
A continuación, la carta al director recibida.
La ayuda que nunca llegó
Como afectada por la dana que azotó nuestra región, recibí con esperanza la noticia del programa “Cerámicas con corazón”, destinado a ayudar a quienes sufrimos daños materiales en nuestros hogares. En mi caso, esa ayuda nunca llegó. Me llenaron de esperanza con palabras amables, correos alentadores y promesas de materiales que podrían aliviar, aunque fuera un poco, el desastre en mi casa. Me pidieron que especificara los metros necesarios; incluso fui prudente y pedí menos de lo que realmente necesitaba.
Durante meses, esperé con paciencia. Me aseguraron que mi pedido sería el siguiente, que sólo debía abonar 50 euros por el transporte. Acepté con ilusión, confiando en que al menos una parte de mi hogar podría empezar a reconstruirse. Pero pasaron los meses y nadie llamó. Cuando volví a preguntar, ni siquiera encontraban mi solicitud. Finalmente, me ofrecieron unos azulejos que nada tenían que ver con lo que pedí: piezas pequeñas, de colores oscuros y con dibujos poco apropiados. Y ya ni siquiera los traían a casa: debía ir a recogerlos a un almacén, buscar transporte, cargar y descargar por mi cuenta.
Esto no es ayuda, es una falta de respeto a quienes ya hemos perdido tanto. Me siento humillada, despreciada. No por no recibir los azulejos, sino por el trato deshumanizado y la falsa ilusión que sembraron en mí y en tantas personas. Si no pueden ayudar, que no prometan. La esperanza es demasiado valiosa como para jugar con ella. Espero que mi testimonio sirva para que las instituciones y organizaciones sean más responsables con sus promesas. La esperanza de quienes lo han perdido todo merece respeto y seriedad.
M.ª Ángeles Navarro Andrés.
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