Ana, superviviente de la dana: "Me sabe mal decirlo pero estoy muy feliz: estoy viva"
Ana, que regenta un comercio en Paiporta, sobrevivió hace ahora un año tras inundarse su local y empezar a flotar por las calles del pueblo hasta que fue rescatada “un extremis”

Francisco Calabuig / Violeta Peraita

Ana es una mujer trabajadora, fuerte, resiliente. Se planta delante de ti y te da una lección de vida. No con su discurso, sino con su actitud y presencia en la vida. El 29 de octubre de 2024 salvó la suya tras una noche traumática en la que flotó por las calles de su pueblo, Paiporta, tragando cañas y pidiéndole a las leyes de la física que ningún objeto contundente le golpeara el cuerpo ni la cabeza y fuera el final. Esto se cumplió. Ahora, un año después, ha vuelto a levantar la persiana de su comercio y hace mantra su filosofía de vida: "puede pasar lo que sea, pero hay que seguir adelante".
Ana estaba en su negocio aquella tarde hasta que el agua le cubrió hasta el cuello y tomó una decisión, tirarse de cabeza por el único hueco que daba a la calle y salir nadando. Al emerger del agua, se vio flotando por la calle. Estuvo colgada de una ventana pidiendo ayuda, finalmente se cogió a una tabla que le paso por delante para no morir congelada y al final, cuando veía una montaña de coches haciendo de barrera al final de una calle, un vecino la cogió con una cuerda y la estiró hacia su portal. Así se salvó.
Ana volvió a casa al día siguiente. Estaba viva y eso es lo que reivindica ahora, cuando se cumple un año de la tragedia que destrozó, entre otras comarcas, l’Horta Sud. “Me sabe mal decirlo, pero estoy muy bien. Me siento muy feliz, porque estoy viva. Si no estuviera viva, no podría ni siquiera decidir seguir adelante y por eso, solo el saber que estoy aquí, viva, me hace estar muy feliz por dentro y me hace decir: 'vamos, vamos, vamos'".
Un año después de uno de los sucesos más extremos que espera vivir jamás, Ana ha vuelto a reabrir su negocio. Dice que se ha dado cuenta de que su marido es "sagrado" para ella y que mira mucho, muchísimo, por sus hijos. "Siempre he sido de ser consciente de mis prioridades pero ahora, después de vivir aquello, mucho más. Lo importante es eso, cuidar de los tuyos".

Ana en su comercio de Paiporta, que ha vuelto a abrir tras la dana del 29 de octubre de 2024. / Francisco Calabuig
"Aunque yo no quiera, sigo teniendo miedo"
¿Qué ha cambiado después de sobrevivir a la dana? "Que aunque yo no quiera sigo teniendo miedo. Aunque me niegue, sigo teniendo el miedo de que pueda volver a pasar. No me fío. Caen dos gotas y noto que mi cuerpo y mi mente se pone en alerta y eso antes no me pasaba", explica la vecina de Paiporta. Pero ella se sobrepone a todo, ella hace, sigue, trabaja.
"Me dicen que soy una tía muy fuerte, pero yo no lo miro así, yo hago lo que tengo que hacer y se acabó", cuenta, y se pone la mano en la espalda como quien se coloca una mochila. "Nunca había estado en una situación así, pero me he dado cuenta de que mi reacción, para mí, es la mejor. Mi negocio, mi familia, son motivos para seguir y no quedarme en el 29 de octubre".
Para Ana, reabrir su negocio ha sido su vía de escape a lo vivido. "Hay que moverse para no pensar, en el momento que yo pare, la cagaré. Todavía no he parado, no puedo parar. Tengo mucho trabajo, muchos pagos por hacer. Levantar un negocio con todo lo que nos ha pasado es duro y trabajar me sirve para no pensar en la tragedia de aquel día". De hecho, dice, esa fue una de sus mayores motivaciones a partir del 30 de octubre de 2024. "Mi marido me dijo que parara de trabajar y él volvía a conducir camiones, pero yo le dije que no. Si yo me quedo en casa con mi madre recién fallecida y mi sobrino, que se nos fue con la dana, yo me muero. Psicológicamente estaría muchísimo peor", señala Ana.
Salud mental mermada en Paiporta
La vecina de Paiporta ve a mucha gente cada día que acuden a su comercio y que conoce. "Hay muchas clientas que están completamente hundidas, unas depresiones impresionantes. Niños que no quieren entrar en el pueblo un año después, gente mayor que vieron la catástrofe desde el balcón , pero no pueden superarlo y me da mucha pena porque necesitan ayuda y urgente", cuenta Ana. ¿Y tú qué les dices?, pregunta este diario. "Yo les digo que estaba dentro del agua y hay que seguir adelante, que yo miro hacia el futuro y ellos deben hacerlo también".
El barro no se ha ido de Paiporta, ni Paiporta se ha ido del barro. Lo cuenta Ana y agradece todas las muestras de cariño de sus vecinos y vecinas: "Entrar en la tienda, me abrazan y se ponen a llorar. Yo les digo, 'no llores, ¡si estoy entera!', sigo peleando con mi marido y gritando a mis hijos de vez en cuando. El día a día es ese y yo sigo aquí", sostiene.
¿Cómo ve Ana a la gente del pueblo, un año después del peor suceso colectivo de su historia?, pregunta Levante-EMV. "Cansada. Muy cansada. Muchos aún no tiene levantadas sus casas y otros se han ido del pueblo, pero lo que pasó nos ha marcado".

Ana en su negocio que volvió a abrir tras la dana del 29 de octubre de 2024. / Francisco Calabuig
Ana solo da las gracias por estar viva, por estar trabajando y haber reabierto su negocio y por la “lección de vida” que todo esto le ha dado a sus hijos de 11 y 9 años. “Ahora son muy fuertes. Después de esto, lo que les traiga la vida lo sabrán afrontar y eso me hace muy feliz. Están creciendo y aprendiendo”.
Temporales posdana
La última alerta roja de final de septiembre dio "mucho miedo" en la zona cero pero "no tuvo nada que ver con la del día de la dana", según Ana. "Yo abrí el domingo 28 el negocio y ya tenía la mochila con las llaves y el móvil para salir corriendo. Esta vez, eso sí, no me iba a esperar a nada. No quería que el agua me pillara otra vez en la tienda. Ahora ya no".
El EsAlert del 29 de octubre de 2024 y el del 28 de septiembre de 2025 pillaron a esta superviviente en circunstancias muy diferentes. El día de la dana, el mensaje ni le llegó porque "ya había perdido el móvil en el agua y estaba intentando no morir ahogada o por golpes de objetos o coches". De hecho, explica Ana que escuchó la segunda alerta que se envió aquella noche cuando llegó a la casa de quienes le salvaron. "Ellos decían '¿y ahora suena la alarma?' y yo ya me había recorrido medio pueblo con el agua por encima de mi cabeza. No tiene sentido".
El domingo 28 de septiembre de 2025, sin embargo, "sonó la alarma y ni había llovido, 24 horas antes de la alerta roja. Eso sí es avisar". Ana escuchó la alarma y se subió a casa con su familia. "Me acosté a dormir un rato porque sabía que estábamos en casa todos, mis hijos y mi marido. Nos preparamos para ponernos a salvo por si algo así volvía a pasar. Si esto se hubiera hecho aquel día...", dice, y ahí lo deja.
Lo que vivió hace un año no lo olvidará nunca, pero si algo le ha enseñado es que por muchas cosas que vengan en la vida, "siempre se sale adelante y subir la persiana cada día es una muestra de ello". Tras una larga y generosa charla, como conclusión, dice que "después de toda esta historia, parecerá mentira, pero soy la tía más feliz del mundo. Tengo unos hijos muy fuertes, mi marido y nos queremos muchísimo, y más. Y yo estoy muy bien, preocupada por los pagos, el negocio, pero eso se irán saldando, mientras el negocio vaya. Lo único que me inquieta son los sustos de las alertas, pero bueno, que se quede como esta última alerta roja. Avisados y sin catástrofes. Lo demás son cosas de la vida y a mí me toca vivirla".
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