Comienza el derribo de 30 viviendas en Chiva
La maquinaria pesada llevaba días en el municipio pero realizando trabajos previos para que a partir de hoy se empiecen a demoler los inmuebles que quedaron afectados por la fuerza del agua

A.Soria

La maquinaria pesada ha comenzado ya a trabajar en la demolición de las 30 viviendas de Chiva que quedaron afectadas y en un estado crítico tras el paso de la dana de octubre, que hizo crecer el cauce de la rambla a niveles nunca antes vistos. De ahí que los daños estructurales que los inmuebles han sufrido en la calle Ramón y Cajal, San Isidro y en el barrio de Bechinos obliguen a tirar abajo estas casas, después de tres meses de valoraciones y peritajes para confirmar que no pueden ser recuperadas. Hoy, los habituales ruidos de obras de construcción se han cambiado por los confusos sonidos de un derribo, donde no hay cuidado ni esmero: en cuestión de minutos, toda una vida salta por lor aires en cada uno de los objetos que la máquina tira abajo.
Finalmente serán 30 y no 25 las viviendas que se tirarán abajo. Se ha incrementado el número tras la comprobación de los últimos testigos -dispositivos instalados durante semanas en los edificios para ver su evolución- que no dejaban lugar a dudas: la reconstrucción es más complicada que la demolición. Ante medio centenar de personas concentradas en la calle Ramón y Cajal en el cruce con Antonio Machado, la máquina retroexcavadora para el derribo ha comenzado a destruir los voladizos del edificio de la calle San Isidro, en cuya estructura, que recae sobre el barranco, se abrió un gran socavón.
En él todavía se podía ver un antiguo almacén con bicicletas infantiles. Cuando la máquina ha comenzado a destruir el edificio, el silencio ha imperado entre todos los residentes y vecindario que veía con resignación cómo desaparecía un elemento habitual en su entorno. Estas casas de la calle San Isidro se llevaron la peor parte de la barrancada, ya que forman un 'peñón' dentro del barranco que hizo de pared para toda el agua que discurrió por el cauce y que terminó por dejar a la vista el interior de las viviendas.
El ruido atronador de la máquina golpeando los ladrillos, los electrodoméstivos cayendo al cauce, papeles, cuadernos infantiles, somieres, camas, aires acondicionados, ropa, estanterías... Un hogar destruido. La conmoción era evidente, pero la solución, según todos los técnicos, era únicamente esa: derribarlos. Según el concejal de Normas Urbanísticas, Javier Tarín, ha explicado que son 30 propietarios e inquilinos afectados, de todos los perfiles, que están realojados en otros lugares, algunos de ellos todavía en un hotel.
Este edificio es el primero que se tirará a abajo en unos trabajos que, según uno de los responsables de la empresa concesionaria, Cadersa, se prolongará entre 2 y 3 días. A partir de ahí, la máquina irá deslizándose por el cauce del barranco derribando las demás.
Unos trabajos asumidos económicamente por el ayuntamiento a través de un contrato por la vía de urgencia. Tal como informó este diario, la intención del ayuntamiento es asumir íntegramente este coste y no tener que repercutirlo en los propietarios, pero tienen que encontrar el recurso legal para hacerlo. "No sabemos si jurídicamente se sostiene, pero no queremos que lo acaben pagando ellos", ha señalado Tarín instantes antes de comenzar la demolición.
Un futuro incierto
Una vez llegados a este punto, en cuestión de semanas todo lo afectado desaparecerá y se abrirá paso la siguiente cuestión: qué hacer con todo ese espacio que durante tantos años han ocupado las viviendas. Por ahora no hay nada claro, pero "según la lógica", todo indica que en estas zonas afectadas "no se vuelva a construir", señala Tarín. "Tenemos que estudiarlo porque no depende únicamente de nosotros, habrá que hablar con todos los que tengan competencias, como la Confederación Hidrográfica del Júcar, y ver qué podemos hacer desde un punto de vista técnico", ha explicado el concejal.
La calle San Isidro está ya transitable y es una de las vías de acceso para que la maquinaria entre en el cauce del barranco y prosiga con la demolición. La semana que viene, según el edil, comenzarán los trabajos en la calle Buñol y el barrio de Bechinos. "En cuestión de dos meses el municipio va a cambiar su aspecto por completo", ha señalado Tarín, quien ha arrojado algo de luz al asegurar que la actividad económica "se está recuperando poco a poco". "En el ayuntamiento somos optimistas porque estamos dentro de los procesos de contratación, y pronto será evidentes para todos", señala.
Semanas de trabajos
Estaba previsto que los derribos comenzaran el pasado miércoles pero finalmente se retrasaron a hoy por las últimas comprobaciones técnicas de los inmuebles así como el acondicionado de la zona de la rambla.La semana pasada se llevaron a cabo trabajos previos a la demolición que pasaron por abrir caminos dentro del barranco y asegurar los taludes para poder retirar escombraje también por dentro de la rambla, que quedó gravemente afectada.
Tal como explicó a este diario el concejal de Normas Urbanísticas, Javier Tarín (Activa Chiva) los derribos comenzarán por la calle San Isidro, que quedó arrasada por la barrancada. Después, las tareas se centrarán en el barrio de Bechinos, en el entorno de la iglesia San Juan Bautista. Allí se realizó un derribo de una casa de forma urgente, mientras que en la calle Ramón y Cajal y en la de San Isidro se han acometido algunas demoliciones parciales.

Chiva derriba 30 casas afectadas por la riada de octubre / A.Soria
De hecho, en la calle Ramón y Cajal se tiraron abajo algunos patios que quedaron al vacío, que lindaban con el barranco, y que ya han sido sellados para la seguridad de las viviendas, tal como explicó Tarín.
Está pendiente que el consistorio explique las principales líneas de actuación en esta nueva fase de derribos de vivienda, como ya sucedió en Catarroja, que se conocerá en los próximos días. Lo que sí confirmó Tarín a este diario es que la intención de la corporación municipal pasa por encontrar la vía legal que les permita asumir todo el coste de los derribos y que no tenga que repercutirse en los propietarios, que siguen realojados más de tres meses después de la barrancada.
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