Museos de invierno para una escapada diferente

La temporada de frío tiene un encanto especial para plantear una escapada diferente. La clave está en elegir un confortable refugio, que además de chimenea y buena cocina, nos cautive por sí mismo con su patrimonio artístico.

Un viaje implica descubrimiento, enriquecimiento, exploración… Y esta época del año se plantea como el momento perfecto para disfrutar de auténticos santuarios del arte en los que poder pasar la noche y vivir una experiencia diferente. Acogedores alojamientos que invitan a relajarse, a disfrutar de la buena cocina, de un bello paisaje exterior teñido de invierno y, para más encanto, de colecciones artísticas a pie de habitación, para una estancia diferente, singular y con ese toque cultural que andabas buscando.

¿Dónde encontrarlos? Repartidos por toda la geografía. Abrigados por montañas que lucen su cara más fotogénica cuando la nieve llega, enclavados en plena ciudad o con el skyline como telón de fondo para disfrutar de unas vistas increíbles o, incluso, vigilando el mar desde lo alto de un acantilado para abrazar el Mediterráneo, que luce el clima más suave del país.

Hablamos de los alojamientos de Paradores, que además de ofrecer al viajero lugares idílicos, atesoran obras de arte únicas. Su colección artística, que llega casi a las 10.000 piezas, incluye desde elementos arqueológicos a piezas contemporáneas. Fotografía, escultura, pintura, mobiliario… todo un abanico de elementos, estilos y artistas españoles o íntimamente ligados a nuestro país al alcance de los huéspedes y visitantes. No hay mejor manera de acercarse al arte y disfrutarlo en primera persona que pasando la noche en un Parador. La experiencia en ellos sube de nivel.

Arte pop en la casa de un descubridor

Si hay un lugar al que el invierno le sienta de maravilla ese es el Parador de Arties, en el valle de Arán. Un auténtico paraíso pirenaico que esta época del año vira al blanco para delicia de los amantes del esquí. Con la cercana estación de Baqueira Beret, a sólo siete kilómetros, es el destino perfecto para disfrutar de la nieve y del paisaje alpino. Un bonito refugio de montaña, joya de la arquitectura aranesa de los siglos XIV y XV, que en otro tiempo servía de morada al descubridor de California, Gaspar de Portolá.

Historia, naturaleza, arquitectura y arte. Además de una obra de Juan Barjola y una colección de cerámica antropomorfa de Arcadio Blasco, hay cabida para el arte pop. Encontrarás algunas obras del pintor y grabador Fernando Bellver, Premio Nacional de gráfica en 2008. Una serie de ocho obras, bajo el título Historia de una Carrera, en las que aparecen jockeys montando a caballo o en cebras y atravesando paisajes que se inspiran en obras de reconocidos artistas como Murillo, Rembrandt, Chick Clore, Hopper o Rousseau.

Parador de Arties
Parador de Arties

La huella de Chillida en un palacio renacentista

La que fuera residencia de la aristocrática familia de los Larrea es hoy el Parador de Argómaniz, un edificio que hoy concede el privilegio de sus impresionantes vistas a los viajeros. La panorámica, única, abarca la llanura alavesa, el pantano de Ullibarri y la Sierra de Gorbea. Un edificio del siglo XVIII, que se rinde a la naturaleza que viste sus alrededores. El Parador, que fue ocupado por las tropas francesas y convertido en cuartel general, ofrece la mejor cocina regional, además de una interesante colección artística.

En el interior encontrarás rejería y escudos nobiliarios del siglo XVII, una techumbre original del XVIII (en su restaurante Aletegui), una colección de relojes del XIX, y una muestra de arte contemporáneo que incluye acuarelas y bodegones de Jesús Montés y obras de artistas como María Clavet, Juan Ignacio Cárdenas, Carmen Cullen o María Carrera Pascual. Aunque, sobre todo, te sorprenderá descubrir a Chillida, con una obra que te da la bienvenida en la recepción y dos obras de Jorge Oteiza, otro de los artistas vascos fundamentales del siglo XX.

Exterior del Parador de Argómaniz (Álava)
Exterior del Parador de Argómaniz (Álava)

Un jardín con tesoros históricos y leyenda literaria

El antiguo Palacio de Piedras Albas, hoy Parador de Ávila, es mucho más que un alojamiento en el que pasar la noche. Allí se ofrece la mejor gastronomía local en su restaurante (imprescindible probar el Chuletón de Ternera Negra Avileña, las judías de El Barco y las exquisitas yemas de elaboración propia). Sus vistas a la muralla son un verdadero privilegio. Y su céntrica ubicación te permite sacar todo el partido a la ciudad sin necesidad de coger el coche. Edificio originario del siglo XVI, colecciona un sinfín de historias en esos muros con relieve decorados en flor de lis que constelan su interior. Sus acogedores salones con chimenea fueron disfrutados en otro tiempo por el marqués de Benavites (uno de sus últimos propietarios, a finales del XIX). Su emblemático torreón, donde hoy se ubican dos confortables habitaciones, fue concebido como una importante biblioteca de temática popular y taurina, que acabó siendo un auténtico museo etnográfico... Cada rincón sorprende. En la cafetería del Parador encontrarás una destacada muestra de la “Colección Boj de Artistas Grabadores” en la que se reunieron, por iniciativa del grabador Dimitri Papagueorguiu, algunos de los artistas más destacados de los año 50 y 60 de nuestro país que se expresaron a través del grabado calcográfico. Aunque el principal atractivo del Parador es el jardín, que alberga una pila bautismal, un sarcófago de piedra y un verraco del siglo VI a.C., una de las piezas más antiguas de la colección artística de Paradores.

Se dice, además, que en esos jardines jugaba de niña Santa Teresa de Jesús, ya que la tía carnal de la mística y escritora española era ama de llaves del edificio. Y para recordarla, además de un retrato, el Parador alberga una talla de madera policromada del siglo XVII. Sin duda, un destino imprescindible para una escapada invernal muy especial, con sabor histórico y literario.

Parador de Ávila
Parador de Ávila

El corazón de la Alhambra

Granada y Sierra Nevada son uno de los destinos imprescindibles en esta época. Y para aprovecharlos al máximo, nada mejor que alojarse en el gran símbolo de la ciudad y en uno de los diez monumentos más visitados del mundo: la Alhambra. En su interior se encuentra el Parador de Granada, un antiguo convento construido por los Reyes Católicos sobre un palacio nazarí. Especial en todas sus estancias, cuenta con un precioso claustro, la qubba (espacio de planta cuadrada bajo una cúpula de mocárabes que albergó provisionalmente las tumbas de los Reyes Católicos), una sala árabe… Cuesta elegir. Aunque si hay que quedarse con algo, las vistas al Generalife son privilegiadas y las propuestas de su restaurante, la mejor manera de acercarte a la cocina nazarí.

Además, el Parador incluye obras de arte clásico y contemporáneo. Una armónica muestra entre el pasado y el presente que te permite deleitarte con piezas de mobiliario históricas, como la impresionante puerta de madera y hierro del siglo XVI junto a la entrada del Parador, así como atriles y bancos de madera tallados, lámparas de cristal, o una curiosa colección de espejos barrocos que te va sorprendiendo en sus interiores. También encontrarás retratos del siglo XIX y toda una muestra de obras de artistas granadinos contemporáneos como Antonio Valdivieso o Ismael González de la Serna, sobrino del escritor Gómez de la Serna, y sus bodegones cubistas. Características piezas del pintor, también presentes en el Reina Sofía.

Mención especial merece la capilla del Parador. Construida en el siglo XVIII, que abre al público en ocasiones especiales y en la que el retablo, de madera tallada, estucada y dorada con pan de oro, acapara toda la atención. Una impresionante pieza de estilo barroco que convive con pinturas e imaginería religiosa. Hay que tener en cuenta que el Parador de Granada, también llamado Parador de San Francisco, fue el primer convento cristiano erigido en la recién conquistada Granada. En honor a su nombre, el alojamiento atesora también tallas y cuadros del santo, fundador de la orden franciscana.

Parador de Granada
Parador de Granada

Esencia canaria sobre las nubes

Emplazado a 1.560 metros de altitud en pleno centro de la isla de Gran Canaria, encontramos un Parador muy especial, que parece abrazar las nubes. El Parador de Cruz de Tejeda se encuentra ubicado en uno de los Pueblos Más Bonitos de España, Tejeda, y cuenta con unas impresionantes vistas al paisaje cultural del Risco Caído y los espacios sagrados de las montañas de Gran Canaria, declaradas en 2019 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El paisaje que se contempla desde el Parador es una maravilla. Tanto como sus interiores, donde hay cabida para más de 200 obras de arte contemporáneo (con el permiso de un grabado del siglo XVIII que también se expone en el Parador).

Encontramos varias obras de Lucas de Saa, el artista y naturalista que reivindica en sus obras la belleza del paisaje típico canario, tal y como demuestra en dos impresiones murales que decoran el salón social, o en los óleos de flora autóctona que lucen en muchas zonas comunes. Además, el Parador incluye óleos sobre lienzo de Carlos Montoya, un cuadro de tinta sobre papel de Javier Mariscal, grabados abstractos de Joaquín Capa, obras del paisajista Agustín Redondela y toda una colección de obra gráfica de artistas del siglo XX, en la que hay cabida para Salvador Victoria, Miguel Sardina o Gerardo Aparicio, entre otros.

Pero no sólo de pinturas se nutren sus interiores. El Parador se ha convertido en referente de la cerámica popular española, gracias a la colección de 158 piezas de la colección privada del editor Gustavo Gili Torra, donadas por su familia, que se exponen en una instalación permanente del comedor. Cántaros, botijos, barreños, pucheros, lebrillos, braseros, tarros de ordeño, caracoleras, tinajas, freseras... Piezas rústicas, sencillas y sin esmaltar, de alfares y alfareros ya desaparecidos, que representan la producción artesana en España hasta mediados de los 80 del siglo XX.

Parador Cruz de Tejeda
Parador Cruz de Tejeda

El museo del pasado y el presente

Si hay un Parador donde uno siente que viaja en el tiempo ese es, sin duda, el mítico Hostal San Marcos. Uno de los alojamientos más emblemáticos y uno de los monumentos más representativos del Renacimiento, en el que estuvo confinado Quevedo. Desde su reapertura en 2020, tras una reforma integral, el Parador de León es un auténtico museo del pasado y del presente. Incluye intramuros piezas clásicas como la sillería del coro del siglo XVI o el altar en piedra del claustro, ambos con la firma de Juan de Juni. También un repertorio de cantorales gregorianos de los siglos XVII y XVIII, una colección de importante talla y pintura, en la zona del vestíbulo y escalera principal, y la magnífica colección de 9 tapices con una variada iconografía en la que se ilustran batallas legendarias, temas clásicos y motivos heráldicos.

Pero lo que más sorprende de este histórico edificio que acogió durante siglos a monjes de la Orden de Santiago, es la vasta muestra de más de 500 piezas de arte contemporáneo. Destaca el techo de madera de Lucio Muñoz, en el que colaboraron el escultor Julio López Hernández y el pintor Jaime Burguillos. Encontramos también grabados de Amalia Avia y Fernando Zóbel, un retrato de Antonio López a su madre y de una serie de obras sobre Galicia de Carmen Laffón, que se exhiben en el hall contiguo al atrio. Además, las galerías de las tres plantas que rodean este espacio ofrecen un exhaustivo recorrido por la escena artística española de los años cincuenta y sesenta (abstracción y figuración). Juan Barjola, Gloria Merino, Agustín Úbeda, Rafael Canogar y Francisco Farreras son algunos de los artistas que encontramos en la primera planta. Ya en la segunda, además del citado Juan Barjola en su etapa más abstracta, hay lugar para Joan Hernández Pijuan, Jordi Teixidor, Eduardo Chillida, José Guerrero y Pancho Cossío. Y en la tercera planta, acuarelas y óleos sobre papel de los artistas Cirilo Martínez Novillo, Menchu Gal, Luis García Ochoa y Agustín Redondela.

En el salón Vela Zanetti, en cambio, se rinde homenaje al artista del mismo nombre. El espacio reúne una colección completa de 32 óleos de este destacado muralista, famoso por su obra para la sede de la ONU. En el salón José Caballero, se exhibe una muestra de las obras de este artista de los años 60. Y en el comedor del restaurante, una colección de bodegones entre los que destacan tres pinturas de Juana Francés. En el Parador de León encontramos también a uno de los exponentes del pop art español: Alfredo Alcaín. Grabados, que puedes disfrutar en una de las salas comunes, que presentan puertas de establecimientos de un Madrid que tiende a desaparecer, para ahondar en la estética urbana más castiza de una época.

Un Parador único que sorprende por dentro y por fuera. Desde su fachada plateresca a su claustro o su salón capitular. No sabrás dónde mirar.

Parador de León
Parador de León

Arte y naturaleza junto al mar

Con el Mediterráneo colándose por sus amplios ventanales, el Parador de Aiguablava es un verdadero refugio para el frío invernal. Sus increíbles vistas de la Costa Brava, son uno de sus principales atractivos, pero más allá de ello, desde que en 2020 fuera renovado completamente, presume además de una muestra única de arte contemporáneo catalán.

Nada más cruzar las icónicas columnas de entrada, del escultor José Luis Sánchez (artista manchego de la abstracción), te esperan en el interior obras de artistas archiconocidos como Rafael Durancamps, Antoni Clavé, Dalí, Tàpies o Miró. La muestra recoge también una amplia representación de la obra gráfica y algunos óleos de gran formato como “Monegros” de José Beulas, “Cennino Cennini o el libro del arte” de Modest Cuixart o una interesante pintura abstracta de Joan Hernández Pijuán.

Paisajes, bodegones, retratos, imágenes surrealistas, obras informalistas… conviven con el impresionante paisaje y la luz tan característica de Aiguablava, para dar lugar a un espacio inspirador en el que se funden arte, gastronomía y naturaleza en lo alto del bello acantilado de la Punta D’es Mut. Un rincón de arte y mar para dejarse llevar y hacer una escapada diferente y original en esta época del año.

Parador de Aiguablava
Parador de Aiguablava

Parador de Segovia

Uno de los Paradores más recomendables para visitar en invierno es el de Segovia. Su acogedor salón con chimenea es ideal para relajarse, tras un agradable baño en la piscina climatizada. Además, las vistas son espectaculares. Por las enormes cristaleras del edificio, se cuela el imponente perfil de esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad desde 1985, para deleite de sus huéspedes.

Aunque acercarse a Segovia no sólo es recorrer sus calles y dejarse impresionar por su emblemático acueducto y su alcázar de cuento. La gastronomía es uno de sus mejores reclamos. Y en esta época más, si cabe, cuando el frío del exterior inspira los paladares y nada hay más apetecible que una buena sopa castellana, unos judiones de La Granja o un cochinillo como el que preparan en el restaurante del Parador, en horno de leña. El alojamiento cautiva por el estómago, por la panorámica y también por su valor artístico.

El edificio, brutalista, proyectado por Joaquín Pallás en 1963, es uno de los más innovadores de la red de Paradores desde el punto de vista arquitectónico. Se encuentra orientado al suroeste para sacar el máximo partido térmico al clima invernal y está diseñado en piezas modulares que agrupan las habitaciones de dos en dos. Novedosos espacios vanguardistas que dan cabida a una interesante muestra de arte constructivista comisariada por Julián Gil, geómetra del arte español, que ha reunido junto a alguna de sus obras (Raíz cuadrada Plegado número II), las de otros colegas de profesión representativos del movimiento, como José María García Moro. El refugio vanguardista perfecto para una escapada invernal.

Parador de Segovia
Parador de Segovia

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